Dos meses hace que los Jordis, como la ciudadanía ha dado popularmente en llamar a Sànchez y a Cuixart, los presidentes de la ANC y de Òmnium, que están en prisión preventiva en Soto del Real
primero por decisión de la juez de la Audiencia Nacional Carmen
Lamela, que dictó el primer auto de prisión, y, después, por una segunda
resolución del juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena
que los mantuvo en la cárcel.
61 días privados de libertad es mucho
tiempo, sobre todo porque los delitos de los que se les acusa no forman
parte del relato real de todos los que seguimos los sucesos de aquellos
días, la concentración delante de la conselleria d'Economia y, sobre
todo, de la biografía de ambos. El primero, un activista, militante
histórico del pacifismo, y el segundo, un empresario encumbrado en una
de las organizaciones culturales de más arraigo en el país.
La 67ª Nit de Santa Llúcia, la gran fiesta de las letras catalanas que anualmente organiza Òmnium,
celebrada este año en Nou Barris, ha permitido la reaparición pública
de Cuixart mediante un escrito afable, educado, comprometido y sereno:
"Nunca podran encarcelar las ideas", dice el presidente de Òmnium. Un
discurso, sin duda, decepcionante para todos aquellos que esperan que de
la boca de los dos Jordis surja odio ante la injusticia.
Cuixart habla
de amor y recuerda a los suyos y al resto de presos políticos y a los
más pequeños de las cuatro familias, la suya y las de Jordi Sànchez, Oriol Junqueras y Quim Forn.
Esos que tan solo los encuentran a faltar y que, como nosotros, tampoco
entienden por qué no están aquí. Dicen que están bien, pero ninguno de
los cuatro saldrá de la prisión en las próximas fiestas de Navidad.
En el caso de Jordi Sànchez, después de dos meses hemos oído su voz
desde Soto del Real. Sin imágenes, que el juez ha prohibido, como a los
otros candidatos que lo habían solicitado para tener los mismos derechos
que sus rivales en la campaña electoral. La voz de Sànchez a través del
teléfono de la prisión parece un mensaje de otro tiempo y de otra
tecnología. Casi sin querer, te remonta a muchas décadas atrás. Es un
mensaje desnudo ante la falta de libertad.
Es candidato y pide el voto
para la lista de Puigdemont, pero eso no es lo más importante. Hay que
oírlo, para escuchar, como en aquellos, No-Do: "amigos y amigas, os
hablo desde la prisión; hace más de 60 días que estoy..." Para sentir
cómo pueden resonar desde la prisión palabras como "dignidad", las citas
de Espriu, su entrada en una lista electoral o la llamada a Rajoy a que
"retire sus sucias manos del autogobierno".
Cuixart y Sànchez representan desde la prisión a cientos de miles de
personas, a más de dos millones, a los que se han manifestado cada 11 de
septiembre sin un incidente en las calles catalanas. Después del 22-D
habrá muchas cosas que recomponer. Tantas, que parece imposible los
destrozos que ha hecho el 155. Pero habrá que hacerlo.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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