Catalunya celebra este 11 de noviembre una manifestación especial. Una concentración organizada fundamentalmente por los independentistas, que son los que más han perdido en este embate democrático contra el Estado español que se ha apoderado de las instituciones catalanas y ha descabezado el Govern legítimo del país y el Parlament. 

Siendo todo eso verdad, la magnitud del conflicto es de tal envergadura que supera ampliamente el eje independentista/no independentista y que afecta a derechos fundamentales colectivos e individuales que atentan contra la misma idea de la democracia.

Aunque el independentismo ha salido en los últimos meses en numerosas ocasiones a la calle y cada vez se le exige más en las movilizaciones que se producen, es nuevamente necesario que la respuesta sea importante y políticamente lo más transversal posible. 

Sigue dando vértigo que diez importantes dirigentes políticos del Govern catalán, empezando por el vicepresident Oriol Junqueras, y de las entidades soberanistas, estén en prisión, y que el president Carles Puigdemont y otros cuatro consellers hayan tenido que exiliarse en Bruselas y ponerse a disposición de la justicia belga para evitar la cárcel. O que la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, haya tenido que pasar una noche en Alcalá Meco para reunir los 150.000 euros que le pedía el juez del Tribunal Supremo como fianza.

Cuando faltan cuarenta días para las elecciones del 21 de diciembre, cualquier detalle es importante. Frente a un Estado que ha hecho de la represión y la actuación de la justicia su carta de presentación, Catalunya se presenta con sus dos únicos mimbres: la movilización de la gente y la defensa de las urnas. Veremos si el independentismo es capaz de superar una nueva prueba de estrés en la calle, como en todas las ocasiones anteriores. Sabiendo que en esta ocasión, la movilización ha de servir para canalizar en las urnas la mayor participación electoral vivida hasta la fecha.

Solo un 21-D reivindicativo y masivo podrá resituar la batalla allá donde el PP-PSOE-C's esperaran que no se sitúe. No se trata solo de reeditar una mayoría de Govern similar a la actual sino de hacer evidente la solidez de la mayoría parlamentaria independentista y de aspirar, por primera vez, al 50% de los votos. Un objetivo anhelado e imprescindible para atajar cualquier retorno al autonomismo.



(*) Periodista y ex director de La Vanguardia