“Esperamos la decisión de Puigdemont. Estamos en el momento
crítico”. El bloque independentista vive sus 48 horas más complejas y
definitivas para su futuro después de la votación del 1 de octubre.Y todas las miradas recaen sobre el presidente de la Generalitat. Él escucha y tuerce el gesto pero, de momento, no da respuesta.
En los últimos días no se ha sometido a un brainstorming continuo
al uso, sino a un huracán indomable de propuestas y exigencias del
círculo político soberanista con planteamientos más que transversales y
hasta contradictorios. De la aceleración de la declaración de
independencia con nuevas movilizaciones en las calles, a la renuncia al
proceso y convocatoria de elecciones.
También es el momento de la movilización empresarial. Ahora
sin diplomacia económica que valga. El traslado de sedes de entidades
financieras y empresas participadas fue un movimiento coordinado de
respuesta preventiva al anuncio de la declaración de independencia la
próxima semana en el Parlament, pero las instituciones económicas
catalanas ayer seguían presionando al president en una cita privada en
Girona.
Puigdemont ganó tiempo el viernes al fijar su comparecencia
en el Parlament para el martes por la tarde y limitar su enunciado a
evaluar la “situación política”, pero no hay tiempo que valga para
encontrar una solución consensuada cuando el Gobierno de Mariano Rajoy
se siente fuerte y con herramientas para afrontar cualquier eventualidad
que convertirían la suspensión de la autonomía en su simple prólogo,
admiten entre los socios del Govern. Tampoco cuando el goteo de salidas
de multinacionales catalanas no tiene visos de frenarse si el objetivo
es la declaración de independencia el martes. “No nos podemos jugar el
país ni la convivencia”, señalaba un conseller.
El president busca ahora una hoja de ruta que permita
responder a su compromiso con el independentismo, mantener la cohesión
social y calmar a los círculos económicos. El convencimiento que se
alimentaba en el Estado Mayor del proceso de que “alguien acabará
haciendo algo” tras las movilizaciones multitudinarias pacíficas
continuas en el tiempo, la demostración del 1-O y las cargas de la Policía Nacional y la Guardia Civil, no se ha cumplido.
La mediación internacional es rechazada de plano por el
Gobierno central, el Vaticano ha reafirmado su compromiso con la defensa
de la unidad de España y sólo sigue viva la iniciativa del Col·legi
d’Advocats de Barcelona, que ha mantenido contactos con todos los
actores políticos y sigue sumando adhesiones de la sociedad civil. Ayer
trascendió una conversación telefónica del viernes entre la canciller
Angela Merkel y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude
Juncker, en la que se abordó la crisis catalana, pero el club europeo se
mantiene al margen.
“Consciente de la gravedad de la situación”, según fuentes
del Govern, Puigdemont ha redoblado los contactos discretos en círculos
políticos, intelectuales y económicos. Las dificultades para fijar una
estrategia conjunta en el independentismo aumentan mientras se agota el
tiempo de reacción. El llamamiento del conseller Santi Vila a un “alto
el fuego” entre las partes en conflicto tuvo un recibimiento glaciar en
el Govern e incomodó en el partido.
El lunes, en el comité nacional del PDECat, el conseller
había abonado la posición general de avanzar hacia una declaración de
independencia, aunque enmarcándola en lo que alguno bautizó como la “DUI
del seny”. La propuesta de Vila obligó a cerrar filas en su propio
partido con los que se aferran a la unilateralidad pura y dura, justo
cuando todos los movimientos iban en la línea de poner sobre la mesa un
relato “equilibrado y prudente”.
Las fórmulas que barajan en el entorno del president son
diversas. Una de las líneas de trabajo pasa por el anunciado de una
declaración independentista en el hemiciclo, algo simbólica, de
reconocimiento de la movilización; fijar un tiempo para buscar espacios
de diálogo; e, irremediablemente elecciones posteriores.
En la estrategia de atemperar la sesión del martes encaja
la insistencia del expresident Artur Mas en diferenciar entre la
declaración “simbólica” de independencia y la “independencia real”.
Igual que el viernes en el Financial Times, ayer en ElDiario.es Mas
situaba el debate: “El tema está en qué condiciones un país o un Estado
pasa a ser independiente. Y eso no se puede resolver en una
declaración”. “Hay que aplicar criterio político, inteligencia, intuir
las reacciones del adversario”, recomendaba.
De momento, en ERC se ha impuesto el silencio y deja que el
peso de la prueba recaiga sobre el PDECat. La tesis oficial entre los
socios del Govern es que no hay agendas personales y de partido que
valgan pero en el PDECat son conscientes de que su espacio político
natural no pasa por instalarse en la radicalidad y que un escenario
electoral pasa por un descalabro en su representación parlamentaria.
Donde no hay margen es en las filas de la CUP y las
entidades independentistas. Tanto Jordi Sànchez, de la ANC, como Jordi
Cuixart, de Òmnium, reclaman la declaración efectiva de independencia
aunque toleren que vaya “perfectamente acompañada de una apuesta por la
mediación y el diálogo”. Para Sànchez, los resultados del 1-O “comportan
automáticamente la proclamación del Estado catalán en forma de
república”, mientras que Cuixart defiende que “sabemos que tarde o
temprano, el Estado español tiene que sentarse a negociar”.
Pero en la Moncloa no sólo rechazan cualquier tipo de
mediación, sino de simple concesión negociadora mientras no se renuncie a
las declaración de independencia y se vuelva al marco constitucional y
estatutario. Sólo entonces, se volverían a abrir los foros
multilaterales sobre financiación y se abordaría el debate del modelo
territorial propuesto por el PSOE. La capacidad de resistencia de Rajoy
en el inmovilismo está acreditada, admiten en el PDECat, pero creen “no
es imposible”. En una entrevista en El País, Rajoy proclama hoy que “el
Gobierno va a impedir que cualquier declaración de independencia se
plasme en algo”. Y verá reforzada la línea dura en Barcelona con la
manifestación hoy de Sociedad Civil Catalana, PP, socialistas y
Ciudadanos por la unidad de España.
La sesión del martes es el enésimo reto del
independentismo, pero el más crítico para el president Puigdemont. ANC y
Òmnium no dan tregua y llaman a la movilización frente al Parlament.
(*) Periodista
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