En la película El séptimo sello de Bergman hay
una escena en la que un personaje dice: «Por más que gires sobre ti
mismo, al final el culo siempre lo tienes detrás».
Dudo de que Rajoy o Sáenz de Santamaría valoren
la obra del cineasta sueco, pero seguro que no les vendría mal
conocerla. Podrían entender que aplicar la plantilla vasca a la sociedad
catalana es garantía de fracaso. Y eso es exactamente lo que los
poderes de Estado están haciendo con tozudez digna de mejor causa. El
grave error de apreciación de Aznar y la FAES sobre la sociedad catalana ya se produjo en el cambio de siglo. Y a partir del 2006, Rajoy ha
aplicado el principio de intentar humillar a Catalunya para obtener y
mantener la hegemonía en España.
Hasta ahora le ha ido bastante bien.
Pero todo tiene un límite. No es de recibo que el mismo político que
rompió el pacto constitucional en Catalunya entre el 2006 y el 2010
ahora recurra a la retórica vacía de la cordura y la legalidad
constitucional. Ni el más sofisticado transformismo hace pasar a un
pirómano por un bombero.
«Por más que gires sobre ti mismo, al final el culo
siempre lo tienes detrás». No puede haber ningún diálogo para redefinir
la situación de la relación entre Catalunya y España que no parta de
tres condiciones: el reconocimiento de Catalunya como sujeto político,
la rectificación del golpe al orden constitucional culminado en el 2010 y
la reversión inmediata de las medidas represivas aplicadas a cargos
públicos y líderes de la sociedad civil. Pero esto no ocurrirá ni en los
sueños más húmedos de los más conspicuos partidarios de terceras vías.
Con Sánchez haciendo de penoso porteador de Rajoy y Rivera haciendo de nuevo Lerroux encantado
de haberse conocido, el Gobierno del PP ya ha decidido pulsar el botón
del 155. Ninguna sorpresa. De hecho, la detención de Sànchez y Cuixart instigada
por la fiscalía ya ha sido toda una declaración de intenciones. Todo
estaba planificado y programado, y los excitados plumíferos de la prensa
dinástica española ya hace semanas que salivan ante el festín
represivo. El clima mediático madrileño recuerda un poco la situación de
falsa euforia creada antes de la guerra de Cuba. Ellos sabrán.
Con la intervención del autogobierno y la declaración
formal de la independencia entramos en un nuevo ciclo represivo con
consecuencias difíciles de prever. Sabemos, sin embargo, que para la UE
el límite a la represión no son los derechos humanos sino la estabilidad
del euro y la gestión de la deuda del Reino de España. También que la
política del miedo aplicada a la sociedad catalana es un bumerán en
términos políticos y un tiro en el pie en términos económicos.
Sabotear
la economía catalana es provocar la quiebra de la economía española.
Tiempo al tiempo. El viento de cola que ha favorecido el crecimiento
económico de los últimos años tiene fecha de caducidad. Por otra parte,
alineándose con estudiado entusiasmo con el «a por ellos», el rey Felipe VI se ha puesto a la altura de su bisabuelo Alfonso XIII. Vinculando su suerte a la de Rajoy, ha perdido todo margen. No es árbitro, es parte. Él y el régimen del 78 se pasean desnudos.
(*) Periodista
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