La Vanguardia fue altavoz de Mas en el inicio de su desafío y aunque en 2013 cambió de director, los principales ideólogos del independentismo continúan
siendo los columnistas de referencia del periódico. Su calculada y
subvencionada equidistancia se parece mucho a la de unas élites que no
han dado la cara por nada ni nadie, renunciando por pereza y cobardía a
cualquier liderazgo para hacerse luego las escandalizadas, siempre en
tercera persona, como si no tuvieran la culpa de nada.
Disminuida
en su propio folclore, entre la superioridad moral frente al Gobierno
-al que siempre reclama «diálogo» pero sin aclarar nunca con quién- y su
paternalismo con los independentistas, con los que no se atreve a
enfrentarse por miedo que les llamen «botiflers», la burguesía catalana
se ha ido vaciando de contenido y de sentido y ha sido incapaz en las
últimas décadas de ningún mecenazgo consignable.
La generosidad creativa
que identifica y da prestigio a la clase burguesa ha quedado en el caso
de la catalana reducida a la propina de algunas cenas benéficas. Y no
sólo no ha habido, desde la recuperación de la democracia, ninguna
familia Güell que financiara a ningún Gaudí, sino que el partido
político que se arrogaba la representación de la burguesía se ha
dedicado a saquear el mayor de sus templos -el Palau de la Música- con
la prodigiosa colaboración del nieto de su fundador.
Pero
la desidia en los tiempos revueltos tiene un precio muy amargo, por
cómodo que al principio pueda parecer no involucrarse. La inversión en Cataluña está
cayendo en picado y eso se notará en su actividad económica a medio
plazo. Tal como la primera consecuencia política del «proceso» fue que Ada Colau tomara
Barcelona -es decir, la extrema izquierda y no la independencia- la
cobardía ciega de esta burguesía incapaz de intuir el peligro
revolucionario verá con el alboroto secesionista de qué manera ella
misma se provoca un déficit fiscal y en todos los demás órdenes muy
superior al que supuestamente le causa su relación con el Estado.
En su doble pretensión de quedar bien con los
independentistas y de quitárselos de encima, lo que la burguesía
catalana espera es que el Gobierno acuda en su auxilio a cortar por lo
sano para inmediatamente criticarle porque «estos de Madrid no nos
entienden y son unos brutos».
(*) Columnista
http://www.abc.es/espana/abci-burguesia-201709080249_noticia.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario