viernes, 16 de mayo de 2008

Ni es la panacea ni tampoco están pidiendo la Luna / Juan Redondo


Sería de ingenuos creer que la “biprovincialidad” es la panacea para resolver los problemas de la Comunidad, pero también es de “cérrimos” empeñarse en poner puertas al campo. Y me alegra que mi compañero de página, “barrigaverde” de toda la vida, se haya reconvertido y esté a favor de acabar con el “Puerto de la Condena” como decían los nostálgicos “cantonales” que hablaban de una “ciudad X y de una “caja X”.

Son otros tiempos y otras plataformas. Ahora se trata de sumar y no de restar, de hacer una Región más fuerte y con mayor peso en Madrid. Y la oportunidad está en la Reforma del Estatuto de Autonomía. Si se recoge el derecho la puerta queda abierta, perder la oportunidad será una grave irresponsabilidad de los partidos políticos. Y que no vengan con cuentos de que sobran temas a incluir en el articulado o que Madrid puede poner reticencias.

Además la inclusión no conlleva la obligación imperativa de que Cartagena sea provincia, porque como dicen los juristas no hay que confundir el fuero con el huevo, los derechos con las obligaciones. Por poner un ejemplo, cuando se tramitó la Ley del Divorcio, sectores de la derecha y de la iglesia se opusieron de forma radical.

Muchos de los primeros hicieron después uso de la ley y el rechazo de los segundos parecía anacrónico, ya que los sacerdotes y las religiosas habían hecho votos de celibato. En cambio muchos de los impulsores y defensores afortunadamente no necesitaron después hacer uso de la ley. Ahora nadie se plantea abolir la Ley del Divorcio.

La inclusión de la biprovincialidad en la Reforma del Estatuto sólo significa no cerrar esa puerta. Luego la puesta en marcha supondrá que los ayuntamientos que se podrían integrar y los vecinos están de acuerdo con la nueva organización administrativa. Un proceso nada simple porque recelos en la Comarca existen y no olvidemos que La Unión en tiempos formó parte de Cartagena. Es fácil que surjan los recelos sobre la sustitución del centralismo de Murcia por el de la nueva capital de provincia, que se plantee la relación calidad coste en los servicios a los ciudadanos y hasta que se pueda rechazar la iniciativa de un referéndum por parte de los ciudadanos afectados.

Y en el proceso también habrá que incluirse las reinvidicaciones segregaciones de diputaciones que pretenden constituirse en nuevos ayuntamientos, como La Manga, El Algar, Cabo de Palos o Pozo Estrecho. No está claro que sea la panacea para resolver los problemas de la comunidad ni que el proceso resulte fácil. Pero lo que resultaría incomprensible es que los diputados regionales y las fuerzas políticas con representación parlamentaria gratuitamente cerraran esa puerta en la Reforma del Estatuto de Autonomía. Sería un “cerrilismo” que ya no entiende ni mi compañero “barrigaverde”. Y tampoco los impulsores están pidiendo la Luna.

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