MADRID.- Las últimas decisiones con respecto a las vacunas parecen encaminarnos hacia una vacunación aún más intensa y generalizada
para hacer frente al covid. Este jueves, la Comisión de Salud Pública,
integrada por el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas, autorizó una cuarta dosis
para las personas de muy alto riesgo por ser inmunodeprimidas,
trasplantadas, pacientes de cáncer, con infección por VIH o síndrome de
Down. Al mismo tiempo, este organismo también aprobaba la tercera dosis
para todos los mayores de 18 años. Además, la ministra de Sanidad,
Carolina Darias, anunció que el intervalo entre las dosis de la vacuna
se reduce de seis a cinco meses. ¿Estamos ante una carrera sin fin por
protegerse cada vez con más dosis y cuanto antes? ¿Es necesario?
Las farmacéuticas siguen
preparando su propia respuesta frente a ómicron: nuevas vacunas
adaptadas a la nueva variante. Pfizer asegura que tendrá las suyas en marzo. ¿Qué saldrá de todo este embrollo?, se preguntantan desde El Confidencial.
Algunos expertos consideran que la llegada de ómicron
disparó los nervios y desencadenó una serie de decisiones precipitadas.
El Reino Unido decidió ofrecer una tercera dosis a toda su
población a los tres meses de la segunda. Detrás de esta decisión se
esconde que gran parte de la población británica estaba vacunada con
AstraZeneca, cuya efectividad es inferior a la de las vacunas de ARN
(Pfizer y Moderna). Sin embargo, AstraZeneca es un producto británico
que no podía quedar en mal lugar, así que el nuevo intervalo se aplicó a
todo el mundo.
La Agencia Europea de Medicamentos
(EMA, por sus siglas en inglés) no tardó en imitar la reacción del Reino
Unido. "Aunque la recomendación hasta ahora era administrar las dosis de refuerzo
preferentemente seis meses después”, afirmó en diciembre Marco
Cavaleri, jefe de Estrategia de Amenazas Sanitarias Biológicas y Vacunas
de este organismo, “los datos disponibles actualmente permiten apoyar
la administración segura y eficaz de una dosis de refuerzo tres meses después de
la primera pauta completa de vacunación". Inmediatamente, muchos países
cambiaron su estrategia y decidieron aplicar las dosis de refuerzo
masivamente, esperando frenar la nueva variante.
Apenas un mes más tarde, la propia EMA parece cambiar de estrategia, temiendo que los países se lancen a una cuarta dosis sin ton ni son.
"No se pueden poner dosis de refuerzo cada tres o cuatro meses
indefinidamente", advertía esta semana el propio Cavaleri. “Todavía no hemos visto datos con respecto a una cuarta dosis”
y serían necesarios “antes de poder hacer cualquier recomendación”. La
Organización Mundial de la Salud (OMS) coincidía este martes en el mismo
mensaje: al menos con las vacunas actuales, es poco probable que la
estrategia de repetir dosis de refuerzo sea apropiada ni sostenible.
El escenario sería muy diferente si nuevas vacunas demostraran que, además de evitar la enfermedad grave, también frenan los contagios; y ese es el objetivo de las farmacéuticas en su carrera por lograr dosis adaptadas a ómicron.
“Ahí está el punto”, asegura en declaraciones a Teknautas Sonia Zúñiga,
viróloga del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC). “Con dos
dosis de las vacunas, la eficacia de los anticuerpos frente a ómicron es
muy baja, así que no evitan la infección”, añade.
¿Significa esto que debemos
administrar las nuevas vacunas para las futuras dosis de refuerzo? Los
expertos se muestran cautos, porque esas nuevas versiones de la vacuna
de Pfizer o de Moderna aún tienen que pasar por la EMA y demostrar que realmente suponen una ventaja significativa.
“Ahora mismo ya estamos bien protegidos de la enfermedad y no tenemos
garantía de que nos vayamos a proteger mejor de los contagios”, advierte
Zúñiga. En su opinión, “si no hubiera aparecido ómicron, es muy
probable que la tercera dosis solo se hubiera aplicado a la gente
vulnerable”, así que la evolución de la pandemia va a ser clave en la
toma de decisiones.
“Si en marzo el 50% de los europeos vamos a estar infectados con ómicron, como dice la OMS,
¿para qué queremos una vacuna adaptada a ómicron?”, reflexiona Jaime
Pérez Martín, experto de la Asociación Española de Vacunología (AEV).
En esta ocasión, “ya hay datos para no tomar
decisiones de forma precipitada, tenemos información suficiente para
estar tranquilos”.
Aunque “hemos confiado casi en exclusiva en las
vacunas, ahora sabemos que no te evitan una ola”. Entonces, “¿qué
evitarías con una cuarta dosis? Tiene que evaluarse muy bien su
administración”.
Por otra parte, en los próximos meses debería surgir un nuevo organismo
regulador internacional “que diga a las compañías lo que tienen que
hacer”, apunta Pérez Martín. “Hasta ahora, las empresas han decidido qué
desarrollar, pero tienen que ser la OMS o las agencias reguladoras
quienes establezcan la composición de las vacunas, como
ocurre cada año con la gripe”, destaca el vacunólogo.
En ese sentido,
el coronavirus se iría pareciendo cada vez más a la infección gripal, no
solo en la vigilancia epidemiológica, tal y como proponen algunos
expertos, sino también en la forma de abordarlo, con una vacunación
estacional especialmente enfocada a personas mayores y colectivos
vulnerables.
“¿Cuándo nos va a causar problemas el covid?
Es muy probable que cuando nos encerremos en invierno”, comenta Zúñiga,
recordando que la transmisión se produce especialmente en interiores.
Por eso, no descarta un escenario con una vacunación estacional, cada invierno,
en que se administren dosis a personas vulnerables.
La composición de
esas inyecciones podría cambiar cada año si surgen variantes como
ómicron, muy distintas a las anteriores. Si no fuera así, sería mucho
menos necesaria. “Es posible que a los adolescentes no se les llegue a
poner ni siquiera la tercera”, señala.
En cualquier caso, esa estrategia de vacunación similar a la de la
gripe “es lo único sostenible y posible a largo plazo”, opina el experto
de la AEV. De hecho, otros países desarrollados han sido mucho más
prudentes incluso con la tercera dosis. Canadá apostó por diferenciar entre mayores y menores de 50 años.
Por debajo de esta edad, no realiza una recomendación generalizada del
refuerzo, sino que la reserva para colectivos de riesgo, personal
sanitario o vacunados con AstraZeneca y Janssen, entre otros. Tras la
experiencia con ómicron, incluso si aparecen nuevas variantes, la estrategia canadiense podría ser la referencia en un futuro próximo.
Por lo tanto, es razonable que una posible vacunación
estacional esté pensada específicamente para los colectivos más
sensibles. A partir de ahí, tan solo habría que controlar que se
mantenga la protección frente a la enfermedad grave en la población
general, una cuestión que habrá que evaluar de forma continua.