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jueves, 26 de diciembre de 2019

El meteorito que cayó una Nochebuena en Molina de Segura


PALMA.- A los tres cuartos para las tres de la madrugada, se iluminó de manera repentina la atmósfera por un gran lucero de un resplandor que eclipsaba la luna, y que caminaba del Mediodía al Norte». «Vi descender un globo de fuego brillantísimo y de hermosos colores, que no parecía sino que descendía a la Tierra una de las estrellas del cielo. Pasó por encima de esta ciudad a tan poca distancia de la torre de la catedral, que pareció que iba a tocar en la linterna de dicha torre, pero no sucedió así, sino que recorrió unas tres leguas más, salvando esta ciudad y su término», recuerda El Mundo

Estos son algunos de los testimonios sobre el mayor meteorito caído en España del que se tiene constancia y que forman parte del relato de Rafael Martínez Fortún, vecino del municipio murciano de Molina de Segura, en cuyas tierras impactó el objeto celeste la Nochebuena de 1858. 
Muchas personas observaron en directo el fenómeno y las que no lo vieron, sintieron el estruendo, similar al de un cañonazo, que hizo temblar la tierra, acompañado de un temblor de tierra. Unos días después del suceso, recuperados del susto, algunos curiosos se acercaron hasta el lugar donde creían que había impactado, pero no hallaron nada; no fue hasta la época de la siega, cuando los agricultores vieron un hoyo por el que asomaba un cuerpo duro y, al escarbar, descubrieron una extraña piedra rectangular de color negruzco y de un peso extraordinario comparado con su volumen. Les llamó mucho la atención porque ninguno de ellos había visto hasta entonces ninguna de aquellas características.

Una gran bola

El fenómeno que vieron los vecinos de Molina de Segura durante la Nochebuena fue la caída de un meteorito, precedida por una gran bola de fuego que dejó una estela luminosa y un gran estruendo. En la historia de la humanidad estos eventos celestes nunca han pasado desapercibidos y, generalmente, se interpretaban como señales divinas. Pero, a finales del siglo XVIII, comenzaron a estudiarse de manera científica.
El físico alemán Ernst Chladni, que fue el pionero de la investigación moderna sobre estos objetos, proponía en su obra Sobre el origen del Hierro de Pallas y otros similares, y algunos fenómenos naturales asociados, que los meteoritos procedían del espacio exterior, afirmación que le supuso no pocas burlas, ya que por entonces se creía que eran de origen volcánico; el tiempo acabaría por darle la razón. En el siglo XIX se aceptó su origen extraterrestre.
Cuando Martínez Fortún, propietario de la finca sospechó que se trataba de un objeto del espacio exterior, encargó un informe que detallara pormenorizadamente las circunstancias que acompañaron a su caída y posterior hallazgo, obtenidas a partir de las declaraciones de diferentes testigos ante el juez, además de toda la información relativa a sus características. El documento recoge que «su peso ascendía a diez arrobas, ocho libras y dos onzas castellanas», unos 144 kilos.
Tras la certeza de que se trataba de un meteorito, lo envió al Museo de Historia Natural -el MNCN actual- para ponerlo a disposición de los hombres de ciencia. En 1863, cinco años después del impacto, la reina Isabel II aceptó su donación para que entrase a formar parte del Museo Nacional dirigido por Mariano de la Paz Graells, según se recoge en la documentación del archivo. 
Los científicos de la época lo estudiaron y extrajeron varios fragmentos para su análisis. Tres años más tarde, el meteorito se exhibió en la Exposición Universal de París de 1867.
Posteriormente, algunas piezas pequeñas se repartieron por diferentes instituciones del mundo, como el Museo de Historia Natural (Reino Unido), el Museo Field de Chicago (Estados Unidos) o la colección de meteoritos del Vaticano. El intercambio de piezas era una práctica habitual en los museos de historia natural para mejorar e incrementar las colecciones. 
En el Archivo del MNCN se conserva una nota manuscrita del geólogo Lucas Fernández Navarro, fechada en 1922, donde indica que se cortaron varios trozos del meteorito, que por entonces pesaba 117 kg, que sumaban 3.270 gramos y proporcionaban material de cambio abundante y apreciado.

Un viaje de millones de años

Los aerolitos -para ser meteoritos tienen que tocar la tierra- se desprenden de sus cuerpos progenitores tras grandes colisiones, y vagan por el espacio interestelar, a veces durante millones de años. La mayoría son más antiguos que las rocas más viejas de nuestro planeta y contienen información clave de la historia del Sistema Solar, que nos ayuda a comprender su origen, formación y otras cuestiones, como la síntesis de compuestos orgánicos o la presencia de agua en la Tierra.
Molina, nombre oficial de este objeto en la Meteoritical Bulletin Database, es una condrita del tipo H5, por su alto contenido en hierro, y por pertenecer al tipo petrológico '5' (número que indica el grado de alteración sufrido en el 'asteroide progenitor'). 
Lo más probable es que proceda de la fragmentación de las capas más externas de los asteroides localizados entre las órbitas de Marte y Júpiter, donde se originó hace más de 4.000 millones de años y, tras un largo viaje, cayó sobre la localidad murciana el día de Navidad. 
El fragmento más grande, de 112,5 kilos, es el que actualmente se muestra en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), en Madrid.