lunes, 14 de febrero de 2022

La desalación depura su tecnología para combatir la sequía de forma más sostenible


MADRID.- «No hay recurso más valioso que el que no se tiene», sentencia Domingo Zarzo, presidente de Aedyr (Asociación Española de Desalación y Reutilización). Y esta idea se alinea con la escasez de agua que amenaza a nuestro país: los pronósticos indican que para el año 2030 un 65% de la población sufrirá las consecuencias de la sequía. Y según la Agencia Europea del Medioambiente, España es el país europeo con mayor tendencia al estrés hídrico. Las alarmas ya saltaban en 2021, y vuelven a manifestarse este año: la sed global se hace crónica.

Ante este panorama, una de las soluciones pasa por la desalación, una serie de técnicas con las que, mediante procesos físicos o químicos, se eliminan los minerales, mayormente sal, del agua del mar o del agua salobre.

El procedimiento más utilizado es la ósmosis inversa, en la que se eliminan impurezas del agua haciéndola pasar a través de unas membranas semipermeables y aplicando presión sobre la masa de agua, obteniendo así agua dulce de un lado de la malla y salmuera del otro. 

Ese compuesto es un vertido que necesita de un correcto tratamiento, pero la tecnología también está planteando soluciones para transformar el problema en una oportunidad con la extracción de materias primas críticas. Al tiempo que la desalación explora también la hibridación con las energías renovables para reducir su impacto ambiental.

España es pionera en desalación y uno de líderes a nivel global. Ocho de sus empresas están entre las veinte más grandes del mundo y es el quinto país del mundo y el primero de Europa en capacidad instalada de desalación. Zarzo apunta que existen unas 20.000 desalinizadoras en el mundo que producen casi 100 millones de metros cúbicos al día de agua desalada. 

En España hay 765 instalaciones de este tipo, 360 de agua salobre y 405 de agua de mar. Y producen cinco millones de metros cúbicos al día. El crecimiento de la desalación ha sido casi exponencial en los últimos veinte años y se prevé que siga en aumento para poder garantizar la cantidad y la calidad de agua.

Un claro ejemplo del desarrollo empresarial en torno a esta actividad es Abengoa , uno de los líderes mundiales en diseño y construcción de plantas de desalinización. Cuenta con más de 30 desaladoras en España, África, Latinoamérica, Oriente Medio y Asia para la producción de agua potable o industrial, a partir de aguas de mar o salobres, mediante procesos convencionales y otros más avanzados. 

O Acciona , compañía dedicada a la promoción y gestión de infraestructuras y energías renovables, que comenta a Abc que solo desala con agua mediante ósmosis inversa, «la tecnología de desalación mejor dotada para suministrar agua dulce en zonas de estrés hídrico y promover una economía descarbonizada».

 Esta firma construirá en Arabia Saudí Al Khobar 2, una desaladora con una capacidad de algo más de 600.000 metros cúbicos diarios, lo que la convertirá en la más grande del mundo, atendiendo a tres millones de personas.

La necesidad empuja a la acción. «Algunas organizaciones internacionales prevén que se demandará el doble de alimentos en el mundo para los próximos veinte años, lo cual disparará las necesidades de agua. El mar es una fuente inagotable de recursos hídricos y un complemento cuando los recursos convencionales (aguas superficiales, subterráneas) se van agotando o están contaminados», apunta Zarzo. 

Y matiza que en España no se esperan nuevas grandes plantas de agua de mar para producir agua potable, pero hay demandas en la agricultura que no están cubiertas y probablemente haya un crecimiento del sector. «La ventaja que tiene el agua desalada es que es un seguro de vida, o sea si un año no hay lluvia o no hay trasvase, da la seguridad a los agricultores de que tienen este recurso para sus cultivos. 

Además diversos estudios han demostrado que el uso de este agua aumenta la calidad y productividad por hectárea plantada de producto». De hecho España es una rara avis, con más de un 21% del agua desalada producida que va para uso agrícola, frente a solo un 3% de media a nivel mundial. 

Y los agricultores del Mediterráneo español y las Islas Canarias han integrado el agua desalada dentro de su esquema de mezcla de aguas de diferentes orígenes para obtener una calidad adecuada a cada cultivo y menores costes.

En la carrera por ir reduciendo el impacto medioambiental y aumentando la eficiencia, en los últimos años se han desarrollado nuevas tecnologías que pretenden obtener agua desalada con un menor consumo energético. De ahí nace la iniciativa de Sacyr ‘Life Hyreward’, un proyecto europeo que Domingo Zarzo, también director de Innovación y proyectos estratégicos de esta compañía, explica que consiste en aprovechar la energía que producen dos corrientes de agua con distinta salinidad. 

Para ello usan la electrodiálisis inversa, un proceso en el que se genera una energía eléctrica a la que se le llama energía azul o ‘blue energy’. Es renovable, sostenible, y no tiene emisión de CO2. Cuanto más grande sea la diferencia de salinidad más energía se puede producir, y han logrado una reducción del consumo energético de entre el 7% y el 24%. La tecnología podría usarse en desembocaduras de ríos, donde se mezcla agua dulce y de mar.

La polémica del impacto ambiental de las desaladoras siempre ha estado sobre la mesa. Julio Barea, responsable de campañas de Consumo y Biodivesidad de Greenpeace y doctor en Geología, asegura que desde esta asociación ecologista «no nos negamos a la desalación del agua, especialmente cuando no hay alternativa para dar de beber a las poblaciones, pero lógicamente tiene que ser una de las últimas opciones que se establezcan. 

Antes hay que ver por qué no hay agua en ese lugar y atajar la problemática de fondo, especialmente porque las plantas desaladoras tienen un gran impacto desde su construcción en el litoral, su consumo energético o las emisiones que produce de salmuera al devolverla al mar. El Mediterráneo es un mar más sensible donde puedes encontrar la planta acuática posidonia oceanica, a la que convivir con un emisario de salmuera le perjudica».  

Esta planta contribuye a la oxigenación del agua, sirve de reserva para peces, y hace que las olas rompan con menor intensidad en las playas. Barea establece que disminuirán las precipitaciones y las temperaturas significativamente, por lo que aumentará la transpiración del suelo y las plantas, y habrá menos agua disponible y más agentes disputándosela. «Un cóctel mortífero», asegura.


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