lunes, 3 de enero de 2022

El limbo de los pacientes sin la segunda dosis


BARCELONA.- Ana María Jiménez tiene 29 años y recibió la primera dosis de Pfizer-BioNTech el pasado 27 de julio. Tres días más tarde despertó “con la mitad izquierda de la cara completamente paralizada”. 

Asustada y pensando ya en la vacuna como posible causa de lo que le ocurría —no sufre ninguna patología previa—, esta auxiliar de enfermería acudió a urgencias del Hospital Clínic de Barcelona. El diagnóstico fue de una parálisis de Bell, un trastorno que afecta al nervio que controla los músculos faciales.

A Frederic Sans, ingeniero industrial de 49 años, la cara, los brazos y las piernas se le hincharon y llenaron de un llamativo eczema rosáceo dos semanas después de recibir el mismo suero. Ha necesitado tres meses y muchos fármacos —corticoides, antihistamínicos...— para restablecerse.

 Laura Joanpera, de 40 años, recibió la vacuna de Moderna y, aunque tenía antecedentes de alergias y sensibilidad química, no esperaba lo que estaba por venir: problemas para caminar, dificultades para mover las extremidades...

Son tres testimonios de la cara menos frecuente y menos amable de las vacunas: la de las personas que sufren los efectos secundarios de estos fármacos, según relata El País.

Una decisión que, sin quererlo, ha añadido nuevos problemas al sufrimiento ya vivido y los deja en una especie de limbo vacunal: “Como no hemos completado la pauta vacunal, aunque sea por indicación médica, no podemos tener el certificado al día. Esto nos impide viajar, tener acceso a todos los lugares donde lo piden y llevar una vida normal”, lamenta Joanpera. 

“Cuando sufres la reacción alérgica, no puedes dejar de preguntarte por qué te ha tocado a ti y si todo esto no era de alguna forma prevenible. Pero que ahora te excluyan del pasaporte te hace sentir discriminado”, denuncia Sans.

A Sara Benjelali, abogada de 49 años, la echaron de un bar. Presentó a los camareros el informe que le había preparado su cardióloga donde explica que, por precaución, no ha recibido la segunda dosis por las repentinas taquicardias sufridas—se despertaba a 180 pulsaciones— al poco de recibir el primer pinchazo de Moderna. “Me dijeron que eso ellos no lo podían valorar. Que, si el código QR no les salía en verde, hiciera el favor de abandonar el local. Fue chocante y doloroso”, recuerda.

Nelly Fernández es abogada y vive en Reus. A sus 39 años, tiene un largo historial médico que incluye endometriosis severa (un doloroso trastorno en el útero), neuralgia del trigémino (que causa un intenso dolor en la cara), osteoporosis y fibromialgia, entre otras dolencias que la han llevado a tener reconocida una minusvalía del 46%. 

“Yo no he recibido ninguna dosis. Los médicos me dijeron que no me vacunara porque también he tenido un síndrome de hiperalergias que me hizo sufrir un shock anafiláctico con parada cardiorrespiratoria. Todo esto me parece muy discriminatorio, porque te obligan a ir explicando tu historial médico y ya bastante tenemos con seguir adelante con lo que sufrimos”.

Certificados médicos que no sirven

La mayoría de los afectados tienen, como ella, algún tipo de certificado médico que explica su situación. Pero esto, lamentan, deja lo que pueda ocurrir en manos de empleados de los negocios o lugares a los que quieran ir y que casi nunca saben qué hacer. Todos han tenido buenas y malas experiencias. 

“Es un problema de las administraciones y tiene una solución que no es difícil: que podamos disponer del certificado si el médico nos desaconseja completar la pauta. No es que no queramos vacunarnos, al contrario, es que no podemos por indicación médica y encima nos dejan sin el pasaporte covid”, critica Joanpera.

Los afectados se muestran abatidos y frustrados. “No podemos estar haciéndonos y pagando una prueba PCR cada tres días o un test de antígenos cada dos. Podemos ser pocos, pero no es este el tipo de respuesta que nos merecemos”, coinciden en afirmar todos con palabras muy similares.

No hay estimaciones precisas de cuánta gente puede verse afectada por esta situación tras haber sufrido una reacción grave a la primera dosis.

Algo parecido ocurre con personas que han vivido en el extranjero y se han vacunado con otras vacunas como Sinovac y Sputnik. A ellos se les permite convalidar oficialmente su situación en los centros de vacunación internacionales, pero luego la traducción de todo eso al certificado digital no es adecuada y el código QR que sale no es admisible. Es un problema administrativo que puede llegar a ser muy importante para estas personas.

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