miércoles, 29 de diciembre de 2021

Los médicos españoles, los que más cobran de las farmacéuticas


BARCELONA.- No hay congresos en Cancún ni televisores con tecnología 8K de regalo, pero los médicos españoles siguen siendo los que más dinero reciben de la industria farmacéutica. Así lo concluye un reciente estudio que compara las transferencias de 15 de los principales laboratorios a médicos y entidades sanitarias entre 2017 y 2019 en siete países europeos (España, Alemania, Reino Unido, Italia, Suiza, Irlanda y Suecia), según relata el prestigioso periódico catalán La Vanguardia.

Es la cresta de un fenómeno de luces y sombras: de la alianza entre médicos y farmacéuticas brotan avances científicos y tecnológicos que revierten en los pacientes en forma de medicamentos o aparatos sanitarios. Es una relación de mutua dependencia, casi simbiótica, que no puede desligarse del hecho que los galenos españoles estén entre los peor remunerados de Europa y que su formación continuada haya sido asumida desde siempre por la industria. Los intereses de empresas privadas entran en la ecuación de la sanidad. En el fiel de la balanza, la ética de cada uno.

El estudio, que se apoya en la base de datos de Euros for Docs, una iniciativa pro transparencia lanzada desde Francia, apunta que España es líder tanto en cifras absolutas como relativas. Es donde las 15 empresas analizadas gastan más: 268 millones de euros entre el 2017 y el 2019, frente a los 204 de Alemania, 135 en Italia, 95,2 en el Reino Unido o los 5,8 de Suecia.

 También encabeza los pagos por total de médicos colegiados, cálculo que realizan los autores a fin de comparar los países, al desconocer cuántos profesionales cobran directa o indirectamente, apunta Shai Mulinari, profesor de la Universidad de Lund (Suecia) y director del trabajo. Un doctor español ingresa 4,7 veces más que un colega sueco en concepto de prestación de servicios, o 7,7 veces más que un británico en actividades formativas. 

A partir de los datos de Euros for Docs, La Vanguardia ha confeccionado un ranking de los 15 médicos españoles –diez hombres y cinco mujeres– que más cobran, que en este caso incluye los pagos de 16 farmacéuticas. Sumando los tres años, y a modo de ejemplo, los cinco primeros tuvieron ingresos extra de 385.470,4 euros (M.V.M.M.), 376.599,4 (A.O.A.), 375.173,6 (S.L.S.), 348.051,1 (R.B.A.) y 344.432 (S.C.R.). La mayoría percibieron la totalidad, o casi, de una sola empresa. Siete de los quince son expertos en cáncer, uno de los ámbitos que más dinero mueve.

Las cifras no incluyen los pagos por investigación y desarrollo y se limitan a lo que la farma llama “transferencias de valor”. Se divide en dos partidas. Uno, “actividades formativas”, es decir, inscripciones, viaje y alojamiento para asistir a congresos y cursos. Y dos, “prestación de servicios”: honorarios y gastos derivados por pronunciar conferencias en calidad de experto, por consultorías o por estar en un consejo científico.

De las 16 empresas, Janssen es la que más gastó en España (41,25 millones en estos tres años en transferencias de valor), seguida de Novartis (40,3), Pfizer (33,6), Sanofi (22,7) y Lilly (19,2).

 ¿Por qué los médicos españoles lideran el ranking? Los bajos sueldos son la primera razón esgrimida en la quincena de entrevistas con doctores, empleados de la industria farmacéutica y expertos realizadas para este reportaje. Los 53.000 euros brutos que perciben está lejos de los 96.000 de los franceses, los 125.000 de los alemanes o los 129.500 de los británicos. Y a años luz de los 250.400 que ingresan de media los estadounidenses.

“Pagar la inscripción a un congreso internacional de primer orden, además del viaje y del hotel, puede suponer dos meses de sueldo. Y es importante que los médicos estemos en esos foros, donde se habla de lo último en nuestra especialidad”, lamenta un cirujano retirado. 

Recuerda una tensa reunión en los años noventa entre presidentes de sociedades científicas y el ministro de Sanidad, que quería poner coto a los pagos. “Señor ministro, mire mi nómina. Y mire lo que cuesta el congreso de pediatría en Nueva York. Si no me lo paga la industria, ¿lo hará usted?”, le espetó un médico.

En Suecia, el código deontológico prohíbe que los laboratorios sufraguen la asistencia a congresos. Lo paga el hospital. En España, hasta el 2017 ni se podía desgravar el gasto en formación.

“A nivel público no hay encuentros para la formación continuada de los médicos. Lo hace la industria farmacéutica”, dice la hematóloga María Victoria Mateos, del Hospital Clínico Universitario de Salamanca, en el ranking de los 15 mejor pagados. Es la única que ha accedido a salir identificada en este artículo. 

Este diario (La Vanguardia) contactó con una decena de los médicos que mayores retribuciones obtuvieron de la industria. Casi ninguno quiso explicarse. Uno recordó que tiene un juicio pendiente con una periodista por una información sobre esos ingresos.

Pidiendo el anonimato, un nefrólogo madrileño alega: “En un ámbito como el mío los resultados de algunas investigaciones no están claros y deben ser analizados por expertos entre los que me cuento”. 

“Además –añade– hay mucho dinero que no llega al médico, se gasta en aviones o en congresos”. “En este tipo de tema es muy fácil que te crucifiquen en las redes”, alerta.

“La inscripción para el congreso estadounidense de hematología, el evento más importante del mundo en el ámbito, cuesta 1.500 dólares. Que viajes invitada por una farmacéutica no significa que tengas que prescribir su fármaco, eso lo tengo clarísimo. Trato a mis pacientes en base a criterios científicos”, afirma Mateos.

Según Farmaindustria, en el 2019 las empresas gastaron 115 millones en llevar a profesionales a congresos y cursos, además de otros 109 millones que pagaron a entidades sanitarias para organizar los encuentros. En el 2020, con la pandemia, la cifra cayó.

“La formación continuada que en otros países está encomendada a la universidad o escuelas de posgrado no existe aquí. Los congresos pasan por ser la forma más habitual de formación pero los programas están mediatizados por los laboratorios, que ponen mucho dinero y el retorno que esperan es tener a su líder de opinión hablando de sus productos. La verdadera formación que sirve a los médicos es lo que sale publicado en una revista científica, no lo que te cuentan en un congreso”, lanza el doctor Antonio Sitges-Serra, autor de Si puede, no vaya al médico (Debate, 2020), un libro muy crítico con las relaciones con la farma.

Farmaindustria insiste en que se ha dado carpetazo a los abusos del pasado. Para evitar que los congresos sean tapaderas de vacaciones pagadas, su código de buenas prácticas establece que el contenido científico debe ocupar un mínimo del 60% de la jornada y no permite que se celebren en resorts deportivos, parques temáticos, hoteles bodega o de gran lujo.

“En los cursos muchas veces no se habla de productos sino de patología”, asegura la directiva de una gran farmacéutica, no autorizada a hablar en nombre de la empresa. “Son las sociedades las que organizan el congreso. Nosotros podemos tener un simposio sobre un producto, pero sólo se llenan si suponen una innovación científica. Los médicos no son tontos”.

No ve igual de justificable el dinero que gasta en formación un laboratorio con un portfolio de medicamentos maduros, que hace años que funcionan y sobre los que hay poco que aprender, que uno con productos innovadores, dedicados a patologías raras y terapias novedosas. 

“Un médico no puede utilizar un medicamento de alta complejidad si no lo conoce, necesitan una formación que el sistema público no cubre. Son contenidos hipertécnicos, no promocionales. No pagas a médicos para que hagan publicidad. Suele ser un médico experto en la patología o que ha participado en un ensayo clínico y conoce bien el medicamento”.

La colaboración con los laboratorios es esencial, arguye un jefe de servicio en Sant Joan de Déu, que rehúsa dar su nombre. “Organizo cada año cinco o seis cursos financiados por la industria. No son escaparates de un producto. Lo que busco es que aporten a la formación del equipo, que tengan interés científico. Y se lo digo claramente a las farmacéuticas”.

Es especialista en enfermedad de Crohn, muy desconocida en niños, y colabora con laboratorios que desarrollan productos punteros. “Doy conferencias en congresos. Me llaman como experto y por mis dotes como comunicador. Si tuviera la sensación de que vendo un producto, tendría un dilema ético. Pero no es así. Trabajo para que los pediatras tengan información sobre la enfermedad, su detección precoz y tratamiento”, argumenta. 

También hace de consultor. “El científico clínico tiene mucho que aportar al desarrollo de fármacos”, afirma. Y subraya que no toma él las decisiones de compra del hospital, sino una comisión independiente.

Según Farmaindustria, en el 2019 se pagaron 72 millones a profesionales por “prestación de servicios”. Aunque la industria gasta más en llevar a médicos a congresos, en el ranking de los que más cobran el grueso de ingresos son honorarios. Son lo que la industria denomina líderes de opinión (en inglés: key opinion leader, KOL). Es el caso de la doctora Mateos, experta en mieloma. “La remuneración es en base al trabajo ejercido. El domingo por la tarde estaba en un acto de formación”, dice.

“Los KOL son la proa que utiliza la industria para entrar en la esfera médica”, sostiene Sitges-Serra. “Necesitan gente reconocida, con influencia, que les dé un aval científico. Son cuidadosamente elegidos por sus conocimientos en temas que interesan a la industria y entran en un bucle de pagos de honorarios y conferencias. A veces son responsables y competentes, otras veces están pura y simplemente al servicio de la industria. La epidemia de opioides en EE.UU. no se explica sin el papel que ejercieron los KOL de psiquiatría y medicina interna”, apunta.

Sitges-Serra alerta del poder de los laboratorios sobre las sociedades científicas, que se financian fundamentalmente con sus aportaciones. “Tiene consecuencias. A través de las sociedades y la edición de guías clínicas, la industria promueve enfermedades y la administración de fármacos. Si bajas el nivel considerado sano de colesterol o azúcar, multiplicas el número de pacientes a medicar. Osteoporosis, diabetes, hipertensión... han sido un campo preferente para las farmacéuticas”.

En ninguno de los siete países del trabajo del profesor Mulinari existe una ley que obligue a los laboratorios a hacer públicas sus relaciones financieras con profesionales sanitarios, a diferencia de EE.UU. o Francia. En España, como en la mayoría de Europa, rige un principio de autorregulación fijado por la propia industria.  

Impulsada por la asociación europea de empresas farmacéuticas (EFPIA), Farmaindustria aplica desde 2015 un código de buenas prácticas que, con el aval de la Agencia Española de Protección de Datos, obliga a sus asociados a publicar las “transferencias de valor” (las hay de 5,5 euros) a cualquier médico de España. 

Es el único de los siete países donde el 100% de las transferencias a profesionales están individualizadas, porque los médicos españoles no pueden negarse a que se publiquen sus nombres. “Eso es así porque Farmaindustria presionó”, subraya José Zamarriego, jefe de la unidad de supervisión deontológica. En Alemania, donde sí pueden, solo el 20% de pagos están individualizados.

Sin embargo, tanto Mulinari como Luc Martinon, de Euros for Docs, son muy críticos con la supuesta transparencia derivada de la autorregulación. Las dificultades con las que se han topado para su trabajo es una muestra de sus limitaciones. Los datos están en las webs de las farmacéuticas, sí, pero a veces encontrarlos es una gincana.

“Las empresas cuelgan información pero de un modo que hace imposible procesarla de forma automática. En algunos casos parece que sea intencionado”, critica Mulinari. En España, de las 20 laboratorios seleccionados, sólo lograron datos de 16. Fue imposible con Roche, Novo Nordisk, MSD y Amgen. 

Al acudir a consultar los datos de la alemana Boehringer Ingelheim salta una alerta: no se permite el cruce de los datos con los de otras empresas, y aquellos se han protegido para evitar su indexación digital, esto es, para evitar la crucifixión digital.

En los países donde existe una legislación, en cambio, se crea una base de datos centralizada, que permite a ciudadanos, investigadores y periodistas acceder a esa información, apunta Mulinari. Además, la ley obliga a todas las empresas a ser transparentes, no solo a las farmacéuticas sino también a los fabricantes de dispositivos médicos, un sector que pasa más desapercibido pero que mueve tanto o más dinero.

En EE.UU., además, las empresas deben informar sobre qué producto específico está relacionado con cada pago y estos se pueden cruzar con las recetas. Un reciente estudio francés demostró que los médicos de cabecera que reciben regalos de los laboratorios recetan más y peor: recetas más caras, menos medicamentos genéricos, más vasodilatadores y benzodiacepinas de larga duración, etc. En EE.UU. también hay varios estudios en este sentido. En España, los investigadores no lo pueden medir. 


El papel crucial de la industria en investigación

La industria ejerce un papel fundamental en la investigación, donde también suple la baja inversión pública. “España es el segundo país en transferencias I+D de la UE, con 288 millones de euros en el 2020 y más de mil ensayos clínicos. Sólo EE.UU. nos supera. Se han hecho 174 relacionados con la covid”, detalla José Zamarriego, de Farmaindustria. 


Los pagos en investigación se presentan de forma agregada, sin precisar el destinatario, entre los que hay organizaciones y profesionales. Los médicos suelen cobrar primas por cada paciente que reclutan, ya sea de forma directa o a través de la beca que recibe la fundación del hospital. 


“No va a nuestro bolsillo. La fundación se queda un porcentaje y el resto revierte en el servicio. Si necesitamos un congelador para muestras se compra con ese dinero. Ha servido para pagar durante meses a una enfermera para enfermedades inflamatorias, hasta que el hospital creó la plaza”, señala el jefe de servicio de Sant Joan de Déu. 


Todos ganan, opina la directiva farmacéutica. “Tenemos un sistema de salud muy bueno pero pobre, sin apenas recursos públicos para investigación. Las farmacéuticas obtienen resultados fiables a buen precio. Las tarifas que cobran los hospitales públicos españoles están muy por debajo de lo que se paga en otros países, pero los ensayos se hacen con el máximo rigor. Y eso beneficia a los pacientes, que tienen acceso a productos innovadores”. 


Antonio Sitges-Serra, en cambio, es escéptico. “Hay investigación fraudulenta. Es sutil: se ocultan datos perjudiciales y en cambio se dan todos los positivos. Ocurrió con los inflamatorios de Merck, que provocaron hemorragias gastrointestinales y muchas complicaciones que se detectaron en los ensayos y no se publicaron”. 

 “Al final, la presión de los propios profesionales pagados hace que el Estado y las instituciones sanitarias adquieran material la efectividad de los cuales es muy marginal”, lamenta.


1. Hematóloga, centro público, Salamanca
Janssen-Cilag
385.470,4 €
354.234 €
2. Nefrólogo, centro privado con concierto público, Madrid
Sanofi
376.599,4 €
375.968,83 €
3. Digestólogo, centro privado con concierto público, Santa Coloma de Gramenet
Allergan
375.173,6 €
372.628 €
4. Reumatólogo, centro público, Santander
Lilly
348.051,1 €
123.462 €
5. Oncóloga gastrointestinal, centro privado con concierto público, Barcelona
Allergan
344.432 €
344.432 €
6. Cirujana plástica, centro privado, Madrid
Allergan
283.859 €
283.859 €
7. Dermatólogo, centro público de gestión privada, Valencia
Abbvie
273.361,27 €
245.119 €
8. Dermatolólogo, centro público, Sant Adrià de Besòs
Janssen-Cilag
243.534,9 €
67.130 €
9. Embriólogo, centro privado, Valencia
Merck
241.669,36 €
241.669,36 €
10. Hematóloga, centro privado con concierto público, Barcelona
Janssen-Cilag
235.674,47 €
185.182 €

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