domingo, 18 de abril de 2021

Titulados mileuristas / Alberto Aguirre de Cárcer *

 


Un año más, la Facultad de Medicina de la Universidad de Murcia ha vuelto a despuntar en los exámenes para Médico Interno Residente (MIR). Dos de las diez mejores notas son de alumnos de esa Facultad, todo un logro dado que se presentaron 14.425 graduados en España. 

La UCAM también obtuvo buenos resultados, en línea con años anteriores, al lograr que el 95% de sus aprobados superasen la prueba para una de las casi ocho mil plazas de residencia en los hospitales del Sistema Nacional de Salud. En las plazas de Química, el QUIR, nos ha ido todavía mejor. Los titulados murcianos por la UMU consiguieron 11 de las 22, y las dos mejores notas nacionales fueron de dos graduadas de la Facultad de Química. 

También en la especialidad de Biólogo Interno Residente conseguimos la primera y la tercera mejor calificación. Con todo merecimiento por su esfuerzo y brillantez, a estos excelentes graduados murcianos les irá bien en el terreno laboral. Es fruto de méritos individuales, pero también de la fortaleza docente de nuestro sistema universitario regional en algunas áreas.

Por el contrario, si abordamos un examen global, como hace cada año la Fundación CYD, veremos que la situación no es tan halagüeña. En su último informe detalla que a la mayoría de los titulados no les va bien en el ámbito laboral de la Región. Uno de cada cuatro no llega siquiera a mileurista. Solo están peor en Extremadura. 

Eso no es ningún consuelo porque, además, más de la mitad de los graduados murcianos viven con un salario inferior a los 1.500 euros. Somos una de las comunidades que más titulados universitarios genera, una auténtica fábrica de egresados con título superior, pero son muchos, demasiados, los que deben buscar trabajo fuera de la Región porque nuestro modelo productivo tiene poco que ofrecerles. 

Es bajo el porcentaje de asalariados indefinidos entre los titulados recientes con empleo y alta la proporción de asalariados temporales. La desconexión entre las universidades y la sociedad que recibe a estos egresados es evidente. O introducimos cambios en nuestro modelo productivo, y también en el universitario, o seguiremos condenando a las generaciones mejor preparadas al destierro o la precariedad. 

Es una desgracia para nuestros jóvenes y para la colectividad. No conozco otra rémora tan pesada para el progreso económico y social de la Región. No es un secreto. Hay numerosas personas, instituciones y partidos que conocen a fondo la situación. Es similar en el resto de España, aunque aquí es especialmente acusada. Sin embargo, no enderezamos esta deriva. 

Soy consciente de la relativa utilidad de estas palabras. Ni las digo por primera vez, ni se han tenido en cuenta las de otras muchas voces del sector productivo y del universitario, con más autoridad y conocimiento en este ámbito central para una comunidad. Confío en que a fuerza de exponer el problema cale su relevancia en una ciudadanía con derecho a exigir a sus representantes políticos (por cierto, llevamos cuatro consejeros de empleo y universidades en tres años). 

Es gratificante publicar los éxitos de nuestros titulados en los MIR, pero es obligado contar también que estamos entre los seis sistemas regionales con menos porcentaje de créditos aprobados respecto a los matriculados, más porcentaje de créditos matriculados en segunda y sucesivas matrículas, más tasa de abandono del estudio en primer año y menos tasa de idoneidad y graduación, según la Fundación CYD.

  Tenemos una de las cuatro Politécnicas del país, y sin embargo nuestra tasa de universitarios que estudian ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas es de las más bajas. Son muchos los esfuerzos que está haciendo la Universidad Politécnica de Cartagena por fomentar las vocaciones tecnológicas, especialmente entre las estudiantes, pero necesita de mucha más ayuda de las instituciones políticas regionales. 
 
Es preciso que nuestros centros de enseñanza superior puedan trabajar con el horizonte despejado por un plan de financiación plurianual que está pendiente. Pero también sería preciso abordar, de una vez, la elaboración de una ley regional de universidades para adaptar la enseñanza superior a una realidad que cambia vertiginosamente. Una norma que busque la excelencia en la investigación, en la docencia y también en la transferencia de conocimiento. 
 
Sin embargo, falta ambición y voluntad política. Y sobra miedo a meterse en líos con un nuevo mapa de titulaciones. Miedo en los partidos y en los rectorados. Es verdad que no atravesamos el momento político más adecuado en la Región, cautiva de su inestabilidad, polarización y crispación. Nuestros jóvenes, en ningún caso, deberían pagar por la irresponsabilidad de sus representantes públicos, que nunca en la última década vieron el momento de hacer política universitaria. 
 
Sucede lo mismo con la I+D+i, que carece de plan regional desde hace ya no sé cuántos años. De momento, cada doce meses, los 'rankings' y los análisis de fundaciones independientes nos ponen en nuestro sitio. Uno que no nos merecemos.
 
 
(*) Periodista y director de La Verdad
 
 

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