domingo, 18 de abril de 2021

¿Por qué se cambió el color de la bandera en la Segunda República? / José María Moya *


 El 14 de abril de 1931, hace ahora 90 años, cambiaron los colores de la bandera de España. Con la proclamación de la II República, se cambió una de las bandas de color rojo a color morado.

Los republicanos creyeron erróneamente que los colores de la bandera representaban a la corona de Aragón. Introduciendo el color morado pensaban que, de esa forma, representaban así a Castilla por el color de su pendón.

Sin embargo, cometieron un error histórico ya que el pendón de Castilla es rojo carmesí y debieron tomar como referencia el color de un pendón descolorido cuyo tono había migrado hacia el morado. Equivocaron así el color rojo carmesí por el morado.


La bandera de la II República estuvo vigente desde 1931 hasta el final de la Guerra Civil en 1939.

En la I República (1873-1874), los colores de la bandera no cambiaron, tan solo se limitaron a eliminar la corona del escudo.

Desde 1785 en que se creó la actual bandera de España, los 8 años transcurridos entre 1931 y 1939 son los únicos en que han cambiado los colores de nuestra bandera. Y por un error identificación del color correcto.

Pero el objetivo de este artículo no es el de centrarse en este incidente cromático que no deja de ser anecdótico. Lo verdaderamente importante es el hecho de la modificación de la bandera y las consecuencias que ello sigue causando 90 años después en España. La bandera es el símbolo que debe identificarnos a todos, independientemente de ideologías, «nuestros colores».

Así como en la mayor parte de países, la bandera es la misma para todos los ciudadanos independientemente de su tendencia ideológica, en España todavía existe una fracción de la sociedad que sigue enarbolando nostálgicamente la bandera de la II República. Esto provoca enfrentamientos, división y una polarización innecesaria.

Es fundamental no seguir cometiendo los mismos errores en que incurrieron nuestros antepasados. Si hubiesen imaginado sus consecuencias, sin duda, no lo habrían hecho. Si, en la II República, se hubiera modificado únicamente el escudo, como se hizo en la primera, nos estaríamos ahorrando muchos problemas entre españoles.

Como afirma Alfonso Guerra, exvicepresidente del Gobierno de España con el PSOE desde 1982 hasta 1991, en su obra La España en la que creo:


La patrimonialización del concepto España por los que vencieron en una guerra de españoles contra españoles ha lastrado la convivencia de muchos con su propia patria, al menos en el terreno sentimental. Aún se utiliza en nuestra realidad el gentilicio español —con su variante españolista— como una imputación despreciativa.

Los dirigentes políticos y líderes sociales y culturales debieran ser claros en la defensa de una España que se admira y se quiere, pero parece que les avergüenza decirlo.

El término España está en desuso para una parte de la población… la dificultad para reconocerse en su naturaleza, sustituyendo España por el Estado o por nuestro país…


España es de todos y, si no es reivindicada por los progresistas, seguirá aprisionada en el aprisco de la más conservadora derecha. Creer y defender los valores de la Constitución favorece una sociedad unida y solidaria. Es la hora de despojarnos de viejos escrúpulos y sincerarnos en nuestro afecto por España y su futuro, que es el del pueblo español.

Ha llegado el momento de que los progresistas se despojen de los prejuicios y proclamen su patriotismo.

En Alemania, la generación que alcanzó la edad adulta después de la Segunda Guerra Mundial no quería identificarse con la generación anterior, no se sentían parte de la nación nacionalsocialista, del horror del Holocausto, no encontraban ligazón alguna con aquella patria. 

Ya en el año 1979, el politólogo alemán Dolf Sternberger acuñó el término patriotismo constitucional, que difundiría y desarrollaría el filósofo Jürgen Habermas. El nuevo concepto intenta superar la carencia de empatía con la Alemania de posguerra.

No podemos conseguir una sana autoestima de país si una parte importante de la sociedad renuncia a ello. Es necesaria la participación de todos, con independencia de las tendencias ideológicas.

Tenemos que construir nuestro futuro comenzando por aunar nuestro símbolo, construir un patriotismo constitucional, sano e incluyente en el que todos rememos en la misma dirección. 

 

(*) Graduado en las universidades de Oxford, París y Madrid

No hay comentarios: