sábado, 2 de mayo de 2020

Seis errores de la política económica de este Gobierno / Marcos de Quinto *

La continua improvisación de este desgobierno hace inagotables e inevitables las críticas a su gestión. Entrar en todas y cada una de las medidas "globosondizadas", anunciadas o decretadas por él, convertiría un artículo de prensa en un tratado enciclopédico, por lo que he preferido optar por sintetizar aquellos errores de concepto, enfoque o bulto que, creo, comete.

1.- Ausencia de una verdadera política económica.
Reconociendo el mérito personal y la cualificación de algunos distinguidos miembros de este gobierno (Calviño, Escrivá, Planas, etc.), es difícil identificar con claridad la política económica de un Gobierno tan hipotecado con la izquierda asamblearia y el nacionalismo insolidario. Ello se está dejando notar últimamente en esta 'yenka' de decretos económicos que dictan, 'desdictan' o enmiendan decretos anteriores.

2.- Renuncia a la búsqueda sincera de la unidad y el consenso.
Las continuas llamadas del gobierno "a la unidad" para acordar una hoja de ruta para la recuperación económica parecen más una estrategia de comunicación de cara a la opinión pública que una sincera disposición a lograrla. Hasta la fecha, este Gobierno ha tomado todas sus decisiones desde la más descarada unilateralidad, despreciando tanto a determinados agentes sociales —como pudieran ser las organizaciones empresariales— como a la oposición, la cual, en la mayoría de las ocasiones, conoce las decisiones del gobierno a través de la prensa.

3.- El Gobierno asume ya "el naufragio" (en vez de intentar evitarlo) y se pone a planificar cómo reparte "los botes salvavidas".
El socialismo siempre se ha encontrado más a gusto, más "en su salsa", ideando políticas de mitigación de los efectos sociales de las crisis, que intentando atajar con seriedad sus causas. Nosotros creemos que la mejor política social no es la que se limita a repartir subsidios a quienes ya han perdido su empleo, sino la que se centra en evitar que lo pierdan. Y ello no se logra por decreto, porque de nada sirven los decretos cuando los números no dan. A cuantas más empresas y autónomos podamos ayudar, menos despidos lamentaremos y menor será el gasto social que haya que soportar. Por ello, es preciso que decidamos entre todos si lo que queremos es subsidiar el paro... o subsidiar el empleo.

4.- No se puede establecer una política de recuperación desde el desprecio y la desconfianza hacia al sector privado.
Un importante sector de este Gobierno no pierde oportunidad de demostrar su ignorancia —y también rencor— respecto al sector privado. Probablemente, porque siempre hayan vivido de lo público. Sería muy de agradecer que alguien les explicara que no existe país a cuyos ciudadanos les vaya bien sin que a sus empresas les vaya bien. Nuestro estado del bienestar se sustenta sobre un sector privado sólido y con expectativas de futuro. Sin él, peligrarían todas nuestras conquistas sociales. No entender que de esta crisis no se puede salir "contra" las empresas y autónomos, sino "por" ellos, es no entender cómo funciona el mundo.

5.- Las medidas concretas propuestas por el gobierno denotan un escaso entendimiento de los problemas reales de empresas, PYME y autónomos.
Por supuesto, la liquidez es un problema inmediato, pero ello no resuelve el problema de solvencia al que esta crisis puede arrastrarnos. Los ERTE (sin entrar en la inseguridad jurídica con la que se han envuelto, ni en su no-confirmada prórroga, etc.) o los créditos ICO (sin entrar tampoco en los problemas derivados de la parte no avalada, etc.) son herramientas útiles, pero no detienen el taxímetro de determinados gastos, como pudieran ser alquileres, impuestos, seguros, seguridad, suministros, etc. Desgraciadamente, la crisis no acaba cuando se reabre el negocio, sino cuando vuelven a él sus clientes. Reabrirlo, para encontrarse con una deuda acumulada de difícil digestión, así como con la obligatoriedad de reincorporar al 100% de la plantilla anterior a la crisis, puede ser letal para muchos negocios.

6.- Este Gobierno ha malgastado la credibilidad que pudiéramos tener en Europa.

Mientras nuestro PIB crecía por encima del promedio europeo, en vez de acometer las reformas por las que nuestra economía clamaba —o en vez de reducir nuestro nivel de deuda—, nuestros gobernantes han optado por relajarse: los tipos de interés eran bajos (igual que la prima de riesgo) y no se avistaban "cisnes negros". 

Para mayor agravio a nuestros socios europeos, lejos de cumplir con nuestros compromisos presupuestarios, la debilidad política de nuestro último gobierno lo llevó a comprar sus apoyos parlamentarios con el dinero de todos nosotros, disparando el déficit de 2019. Un déficit que Eurostat ha corregido al alza, para mayor bochorno. 

Pues en este orden de cosas, y ya metidos en una crisis económica histórica, el gobierno pretende utilizar a las "víctimas económicas" del coronavirus (que claro que precisan de un modo de subsistencia durante esta crisis), para implantar otra medida muy distinta de la que no conocemos nada, salvo que será "universal y permanente". 

Algo de lo que, por ejemplo, no gozan muchos de nuestros socios europeos con cuentas más saneadas que las nuestras. Pedir dinero (sin condicionalidad) a Europa desde estos planteamientos es, cuanto menos, ingenuo.

Esperemos que el gobierno rectifique: que vuelva a la centralidad, a la moderación y al sentido común, y abandone "el lado oscuro de la fuerza" —en el que se instaló tras las elecciones— para sentarse con los mismos socios con los que se sienta en Europa (liberales y populares) a fin de dar una solución rápida, eficaz y sensata a esta crisis.


(*) Diputado en el Congreso dentro del Grupo Parlamentario de Ciudadanos


No hay comentarios: