Existe un dicho popular que dice que las ventas se perfeccionan con
el cobro, sin cobro no hay venta, aunque la contabilidad admite muchas
etapas intermedias incluida la latencia. Otro dicho popular advierte que
mientras no se firma la escritura en la notaría no hay contrato, solo
un acuerdo pendiente de confirmación. El gobierno no tendrá segura la
aprobación de la prórroga del estado de alarma hasta que concluya la
votación.
A la vista de las intensas argumentaciones de las últimas horas
parece improbable que el Gobierno no consiga sumar más votos a favor de
la “alarma” que en contra; será por los pelos, merced a las abstenciones
pero el desenlace de esta pieza no será tan confortable como los
anteriores cuando la primera alarma y las dos prórrogas sucesivas
lograron 321, 270 y 269 votos a favor, al incluir los del principal
grupo de la oposición.
No es una votación decisiva, más bien es la suerte de banderillas
para un Gobierno tan débil como el de Sánchez que sustenta su
continuidad primero en una debilidad mayor de la oposición y segundo en
la gravedad de la situación tanto desde el punto de vista sanitario como
desde el económico y social. Hoy, tumbar el Gobierno, y apostar la
política a esa hipótesis es arriesgado por irresponsable. Los ciudadanos
no entenderían que es este trance se deje la gobernación a la deriva.
Incluso infligir grave daño al Gobierno cuando se necesita
determinación y mano firme también resulta irresponsable. Esa es la
fortaleza de Sánchez, le ha tocado una circunstancia imprevista
(inexperimentada, según el término acuñado por Emilio Lledó).
El Gobierno y todos sus amigos en todos los ámbitos (que no incluye a
sus aliados de investidura) pusieron ayer toda la carne en el asador
para evitar la derrota del decreto del “estado de alarma”. Hasta
Zapatero, con su habitual talante, salió a escena para advertir que:
“diálogo… desde luego, pero después”.
El Presidente sintió tras la larga conversación el lunes con Casado,
de la cual nada sabemos, como le temblaba el suelo, una vez que sus
aliados para la censura de Rajoy y la investidura le dieran la espalda
por razón de sus propios intereses. Nada nuevo, nada imprevisto, Sánchez
sabía desde el primer minuto que los aliados eran provisionales, a
tiempo parcial y en su propio provecho.
Sánchez no es persona de estrategias de altos vuelos, trabaja al día,
táctico, acomodaticio más que flexible. No vacila a la hora de cambiar
de estrategia de negociación del tono más duro al cambio de posición
para lograr el objetivo final que siempre es parcial. Tampoco es tan
relevante perder el “estado de alarma”, en realidad tendrá que
levantarlo antes de que llegue el verano porque es insostenible. De
manera que estamos ante escaramuzas ruidosas pero sin consecuencias.
(*) Periodista y politólogo
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