Solo un superviviente de la política y una persona acostumbrada a renacer siempre de sus cenizas como Pedro Sánchez habría adoptado una decisión tan arriesgada como romper los puentes con Esquerra Republicana y echarse en manos de Inés Arrimadas.
La quinta prórroga del estado de alarma ha sido aprobada por el Congreso de los Diputados y
el gobierno de PSOE y Podemos respira gracias a PNV y Ciudadanos.
Aparentemente, como en la cuarta prórroga, ya que Moncloa también amarró
los mismos votos en el Congreso de los Diputados.
Pero solo es
aparentemente, ya que si en aquella ocasión Esquerra decidió desde muy
al principio votar que no y la negociación quedó rápidamente descartada,
en esta ocasión, el partido de Oriol Junqueras puso encima de la mesa
unas condiciones que hacían pensar en un acuerdo de infarto en el último
minuto.
¿Qué sucedió entonces? Pues que Sánchez primero eligió pareja y,
después, sin venir a cuento, desairó incomprensiblemente a aquel que le
facilitó el camino a la reelección. La legislatura es muy joven -pasa
unos días de los seis meses- y la crisis económica que hay en el
horizonte, sin olvidar a la sanitaria, es muy grave y, por ello, impide
hacer consideraciones definitivas y contundentes. También porque lo que hoy hace Sánchez puede ser muy diferente de lo que haga mañana.
Ahora bien, ¿cuánto más cree que le va a durar con esta actitud
cambiante e irresponsable la credibilidad? Doy por descontado que en
algún momento, cuando le apriete el zapato, recuperará la mesa de diálogo entre gobiernos,
el español y el catalán, como se comprometió en la investidura, y que
ahora se ha comprometido a guardar sigilosamente en un cajón con
Ciudadanos. ¿Habrá que creerle?
Sánchez gira a la derecha con la misma convicción que miró a la
izquierda -yo de Podemos me empezaría a preocupar- hace unos pocos
meses. El más profesional de cuantos diputados se sientan en el Congreso
de los Diputados, el dirigente del PNV Aitor Esteban,
de una oratoria más que notable, hizo este miércoles quizás uno de sus
peores discursos para justificar el voto afirmativo.
Su pieza oratoria
fue demasiado simplona para tan brillante parlamentario, pero lo cierto
es que se notaba demasiado que no tenía mucho donde agarrarse, el
político vasco. Muy diferente, por ejemplo, de la acertada intervención de Rufián, que rezumaba irritación con la decisión de Sánchez.
Habrá que ver los movimientos de los próximos días de unos y
otros.También, para conocer si las heridas de la votación del estado de
alarma son superficiales o, en cambio, son más profundas. En cualquier
caso, el paso dado por Sánchez con una mayoría tan justa, ¿valía la
pena?
(*) Periodista y director de El Nacional
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