A Pedro Sánchez se le está poniendo el pelo blanco a gran velocidad
por el insomnio que le produce Pablo Iglesias y el plúmbeo peso del
poder que lleva sobre sus anchas espaldas en este tiempo de muerte,
enfermedad y ruina. En el que muchos españoles no concilian el sueño por
causa de la enfermedad, o por su difícil situación familiar, económica y
laboral.
Al presidente Sánchez se le están clareando las sienes y le está
saliendo un mechón blanco en la frente como aquel que lució el gran
torero madrileño Antonio Chenel, ‘Antoñete’.
El matador de la mítica faena a ‘Travieso’ el toro ‘ensabanao’ de
Osborne en 1966 y, más adelante y tras su reaparición en Madrid el 7 de
junio de 1985, a ‘Cantinero’, al que le cortó las dos orejas con las que
abrió la Puerta Grande de Las Ventas y del cielo de Madrid.
Ese día a Antoñete, de lila y oro en Las Ventas, lo ayudó a vestirse
su amigo el pintor Pepe Díaz en el Hotel Wellington y por la noche, con
una ‘chupa de cuero’ -que a su edad, le quedaba extraña- celebró su
triunfo, del brazo de la hermosa Charo López, en el ‘Bar Cock’, el lugar
de encuentros de la ‘modernidad’ madrileña de la época.
Sánchez no se parece en nada a Antoñete, ¡qué más quisiera!, ni en
valor, ni en su clasicismo y buen hacer en ‘medias verónicas,
trincherazos y ayudaos por alto’. Ni tampoco en su sobriedad y la mirada
puesta en el infinito, entre pitón y pitón. Sánchez es de los que pone
una urna detrás de una cortina en el Comité Federal del PSOE, y de los
que te esperan al anochecer en la calle Juan de Mena para ajustarte las
cuentas.
Por eso, que no se equivoque nadie con Sánchez. Y ni siquiera
Junqueras o su botones, el Rufián, porque el Presidente del incipiente
mechón blanco en la frente es implacable y vengativo con sus
adversarios. Y si ERC le vuelve a votar en contra -y ya van dos en la
cuarta y quinta prórroga de la ‘alarma’- al que se le va a poner el pelo
blanco como a Copito de Nieve va a ser a ese ‘Bigfoot’ de aviesa mirada que es Junqueras el líder de ERC y que, si
llega el caso, podría pasar una larga temporada en la cárcel de
Lledoners.
Sánchez, volcando el cuerno de la abundancia a sus nuevos costaleros
que lo mantienen el poder, como ahora Inés Arrimadas (‘yo te daré
terciopelos / y perfumes orientales, / de Grecia te traeré velos / y de
Cachemira cháles…’) es imbatible. Pero anunciando miedo y venganza a sus
adversarios (‘me gusta un cementerio / de muertos bien relleno…’) es de
mucho cuidado porque, como ‘el hombre de hojalata’ del Mago de Oz no
tiene corazón y por lo tanto no conoce la piedad.
Pero como soberbio y presumido que es -el presume de ‘rojo’ y le
dicen guapo- lo del mechón a lo Antoñete no le gusta nada y cuentan que
lo tiñe con discreción aunque le crece sin cesar. Es su pequeña cruz o
puede que una mágica señal. Por ahí se empieza y nunca se sabe ni cuándo
ni dónde puede acabar.
(*) Pseudónimo de un veterano y prestigioso periodista cordobés
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