A la ya más que conocida pésima gestión sanitaria por parte el gobierno de España,
cuyas consecuencias se están aún pagando en lo que se refiere, por
ejemplo, a la ausencia de material suficiente para hacer frente al
coronavirus o al número de muertos reales que ha provocado,
y que distan mucho de ser las que cada día se nos comunica en esta
especie de parte oficial de civiles y militares, empieza a surgir de
manera más que preocupante una alarmante sensación de caos sobre cómo y
cuando se debe proceder al desconfinamiento.
Los ministros se contradicen unos a otros, confunden la última prórroga del estado de alarma
que se ha anunciado hasta el día 26 con la vuelta progresiva a la
normalidad y se ponen a hablar imprudentemente de escenarios de
desescalada. Eso en unos momentos en que lo único que parece evidente es
que las muertes ya no crecen a un ritmo como el de la semana pasada y
tan solo se puede hablar de que la curva se ha aplanado pero le falta
mucho para el final. Lo refleja el hecho de que en las últimas 24 horas hayan fallecido 757 personas, elevando el número total a 14.555.
Hemos venido denunciando la incompetencia del mando único que se
atribuyó el gobierno español y que ha dejado de lado a las comunidades
autónomas con las que Pedro Sánchez se reune semanalmente
telemáticamente para comunicarles una serie de decisiones que nunca ha
consensuado antes. Si están de acuerdo bien y si no, también. El desconcierto sobre todas las medidas que se van adoptando genera incerteza jurídica, económica y social.
Se aprueban reales decretos que tensionan innecesariamente a
trabajadores y empresarios y se explota de una manera populista la
definición de persona vulnerable. No porque no la haya, ciertamente, y
lamentablemente cada vez haya más, sino porque no todo el mundo es
vulnerable.
Al gobierno español no hay que exigirle ahora que defina bien qué es
lo que realmente cambia a partir de mayo o de junio, que no se sabe con
absoluta certeza, sino a partir del domingo día 12, en que acaba el confinamiento total. Con el nivel de confusión actual, el caos de la semana que viene puede acabar siendo épico.
Por no hablar de los pagos fraccionados a Hacienda que se han de
realizar antes del día 20 de este mes, como el IVA, y a lo que se añade a
la situación de indefensión de los autónomos en el pago de la cuota el
pasado marzo o el inicio de la presentación de declaraciones de renta,
que se ha mantenido como si tal cosa.
La solución es fácil: menos ruedas de prensa de propaganda y mayor
información para los ciudadanos. Y, si es posible, esta vez que no sea a
las doce de la noche.
(*) Periodista y director de El Nacional
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