Pucherazo. Esta es la palabra que define
con meridiana exactitud el proceso de elección de los compromisarios a
la asamblea o congreso nacional del partido Ciudadanos que se iba a
celebrar entre ayer y hoy en la Región de Murcia.
Cabe suponer que en el
resto de las Comunidades autónomas ocurriría algo parecido, pues por lo
que se deduce no se trata de una cuestión autóctona sino generalizada,
ya que de otra manera no tendría sentido. Murcia no es determinante en
el ámbito nacional, en esto y en casi nada.
Pero Murcia es determinante
para sí misma si complace (si los dirigentes locales del partido
complacen) la dinámica nacional. El pucherazo, término inequívoco para
el común, adquiere variables en los tiempos de la 'nueva política' con
neologismos menos rotundos.
Tendríamos que hablar en este caso de
ciudadanocracia, una nueva fórmula de entender la participación pública
que no atiende al noble concepto de ciudadano como miembro de la polis
sino al de la jefatura del partido que pretende dirigirla. Ciudadanía,
una vez que alguien registró la marca, ha devenido en ciudadaneo, un
subproducto.
Con el pretexto
de una aparente elección democrática, todos los recursos
antidemocráticos se han exhibido a la luz incluso con impertinencia.
Ejemplos: uno de los miembros de la gestora regional que ha de cuidar de
la imparcialidad del proceso democrático se expresaba en redes sociales
advirtiendo que la elección de compromisarios no se limita, como figura
en la letra de la convocatoria, a decidir sobre la ponencia que ha de
estructurar el nuevo modelo de partido, sino que se trataba de elegir
entre Arrimadas e Igea cuando ninguno de ellos ha decidido formalmente
presentar su candidatura a la dirección del partido, ya que esto
corresponde a un escalón posterior.
En vez de informar o templar, el tal
David Sánchez se adelantaba cuatro pueblos, y venía a decir
implícitamente que lo importante es determinar el liderazgo y no las
condiciones de control y de participación general en que éste debe
desempeñarse, que es el asunto que ahora se dirime.
Sin embargo, el
árbitro del partido escribía: «Este sábado 22 y domingo 23 los afiliados
a Cs Región de Murcia tendrán que elegir entre Igea e Inés. Yo lo tengo
muuuy claro. No concibo un Cs que no lidere Inés Arrimadas ni un Cs
Región de Murcia que no lidere Ana Martínez Vidal».
O sea, el paripé de
las elecciones internas no estaba enfocado a recomponer la organización
del partido ni la estrategia que ha fracasado estrepitosamente ante las
urnas, sino en establecer un nuevo liderazgo omnipotente que
necesariamente incidirá en los mismos errores, pues el acierto no
depende de la intuición del jefe o jefa sino del método, de la
estrategia, del esquema, del plan que se transmite como alternativa a
los ciudadanos, en este caso con minúscula.
No es posible creer en la traducción democrática de las propuestas de
un partido que no es democrático, es decir, de un partido cuyas
estructuras de dirigencia desconfían de sus propios militantes. La
militancia proyecta terror, incluso en la actual etapa en que está muy
disminuida, pues las experiencias abiertas son espeluznantes para
quienes están apalancados.
Véanse los casos del socialista Pedro
Sánchez, quien contra todo pronóstico se encumbró ante la oposición del
aparato de su partido, de los barones y de la vieja guardia. No menos
sorprendente es lo de Pablo Casado, que dejó en la cuneta a la
todopoderosa secretaria de Organización del PP, María Dolores de
Cospedal, y a la favorita de Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría.
Ninguna
de ambas circunstancias estaba prevista, de modo que hay que deducir que
la democracia puede existir ocasionalmente en los partido políticos.
Tal vez por estos antecedentes, en Ciudadanos se extienda el pánico ante
la posibilidad de que también en su organización haya militantes que
crean poder pensar por sí mismos y votar en consecuencia. Esto sería
gravísimo para quienes, con sueldos de 120.000 euros o por ahí, una vez
apalancados en la estructura orgánica o institucional, pudieran ver
cuestionados sus privilegios.
El
azogue por la posibilidad de la pérdida y la expectativa de la
consolidación en el estatus del cargo público es lo que ha producido, a
la vista de todos, este fenómeno de desprecio a la democracia interna.
Árbitros obligadamente imparciales, ya está dicho, que desvelan
precipitadamente sus intenciones; dirigentes que utilizan hasta las
redes públicas (una web oficial de Artesanía, por ejemplo) para
promocionar su opción particular; uso indiscriminado de las cuentas del
partido en redes sociales, a pesar de que los estatutos prohiben
formalmente esa instrumentación, para indicar a quién hay que votar en
consonancia con lo preestablecido, y apropiación de la marca Arrimadas
para indicar quiénes son 'los buenos'.
El debate en Cs, en esta hora, no es la disyuntiva Arrimadas-Igea, sino
autocracia o democracia. Los llamados críticos no cuestionan a
Arrimadas, sino el propósito de ésta de dirigir el partido al modo de
Rivera, que ya se ve en qué concluyó.
Quieren, por ejemplo, tener
derecho a elegir democráticamente a los líderes regionales y que éstos
no sean validos de la dirección nacional. En esta Región hemos visto que
hasta para la designación de los directores generales de las
consejerías, no digo ya los consejeros, era necesario pasar un cásting
en Madrid.
Lo sorprendente es que en Ciudadanos Murcia haya todavía
quienes consideren que esto es normal. Lo aceptan, claro, quienes no
tienen otra posibilidad de mantener su posición orgánica o institucional
si no es a golpe de ese pito. Véase, por ejemplo, que la promocionada
por la gestora regional para futura líder, Martínez Vidal, no ha tenido
la valentía de presentarse a las elecciones a compromisaria. ¿Por qué?
Para evitar el plebiscito, para no tener que verse compulsada por una
militancia que no sabe nada de ella, ante la que jamás se ha expuesto.
Quiere ser líder del partido sin tomar tierra, sin pasar por las urnas,
puesta a dedo por el sistema que sus 'delegados' propician bajo la
batuta de Fran Hervías, el gran conspirador.
Martínez Vidal no ha
querido correr riesgo. Habría salido elegida, sin duda, o tal vez no,
pero en el primer caso habría quedado constancia del número de votantes
que la apoya, y es mejor que te pongan a dedo desde arriba, sin tener
que sufrir el penoso escrutinio de la aceptación democrática.
Aquí, los
militantes pintan poco, a pesar de que este fin de semana hayan sido
llamados truculentamente a las urnas, tanto que ni siquiera han podido
llegar a ellas. Todo se dilucida en un pulso de poder entre los cuadros
que dirigen la organización. La solución acerca de los liderazgos vendrá
desde arriba.
Lo grave, a
ojos vistas, es el espectáculo exterior. La votación telemática no ha
funcionado, y eso que han tenido tres meses para organizar el proceso;
la web oficial y los grupos de redes sólo emiten propaganda sesgada, en
ningún caso información útil para el conjunto de los militantes; la
empresa contratada para gestionar este proceso parece estar en
suspensión de pagos, y a los responsables de tutelar el proceso en algún
caso se les citaba a las seis de la mañana del pasado viernes, sin más
explicación sobre sus funciones sin que después se les desconvocara.
Llama especialmente la atención que todas las críticas a las evidentes
deficiencias del proceso (caos técnico, aplazamientos sobrevenidos,
improvisaciones manifiestas, cambios sobre apertura o cierre de
urnas...) solo hayan sido transmitidas hasta la suspensión de las
elecciones por quienes están fuera del chiringuito dirigente, aunque en
teoría el desastre organizativo marca Hervías afecta a todos. ¿Por qué
los 'oficialistas' no se quejaban del evidente desastre organizativo de
estas elecciones internas?
El dato indicaría que ese caos no es producto
de la inoperancia, sino que se trataría, por el contrario, de un
sistema operativo previsto. Conociendo el proceder de Hervías, los
fallos informáticos o de cualquier otro tipo no pueden ser casuales sino
causales. Tan explícitos que al final se les ha ido de las manos. Pero
ya se verá que no hay consecuencias. Volverán a intentarlo con más
finura.
Las elecciones
internas de Cs han resultado una chapuza, pero no solo por los fallos
informáticos, sino especialmente por la manipulación constante de todo
el proceso, por la falta de ecuanimidad de la organización gestora y por
la propaganda de indisimulado sesgo. Y es que, una de dos: o en Cs no
han aprendido a practicar la democracia interna (es probable, pues
carecen de toda experiencia al respecto) o quizá, con más seguridad,
exhiben sin rubor la habilidad para el tocomocho porque, en el fondo,
les da igual. De perdidos, al río.
Todos los protagonistas principales están situados. Véase la lista
oficial. David Sánchez, miembro de la gestora (responsable de Programas y
de Comunicación), valedor y valido autoproclamado de Martínez Vidal.
Óscar Verdejo, concejal portavoz de Cieza, en la estela de Valle
Miguélez, 'soplona' de Hervías. María José Ros, directora general de
Martínez Vidal y en el entorno de Mario Gómez, vicealcalde intrigante de
Murcia; Eva García, candidata a concejala en Molina de Segura, próxima a
Valle; José Luis Ros, del circulo de Mario Gómez, así como Pedro
Morales, vocal de la pedanía de Los Dolores durante cuatro años, igual
que Antonio Albaladejo, en este caso vocal del barrio murciano de Santa
María de Gracia y próximo pedáneo; Juanjo Molina, portavoz parlamentario
regional, que forma tándem con Mario Gómez y fue apadrinado por
Hervías; Isabel Cava, concejal portavoz de Alhama (Valle); Esther Tenza,
directora general de Calidad Turística (Martínez Vidal y Valle);
Finabel Martínez, alcaldesa de Fortuna, más proclive inicialmente a
mantener afinidad con los críticos, pero al fin decantada al estatus a
que pertenece; Francisco Morales, vicealcalde de Lorca en coalición con
el PSOE, próximo a Valle; Paqui Pérez, concejala de Murcia, en la estela
de Mario Gómez, y Manuel Padín, teniente de alcalde de Cartagena, quien
a pesar de que en redes sociales internas se manifestaba a favor de la
ampliación democrática del partido finalmente ha acabado refugiándose en
el sector oficial.
En esta
relación de catorce personalidades no hay un solo militante de base.
Todos pertenecen de una manera u otra al establecimiento del poder
interno con adscripciones precisas, bien a Martínez Vidal a cuenta de
cargos institucionales, bien a Valle Miguélez por su posición
anteriormente fuerte como responsable de Organización, y muy
especialmente a Mario Gómez, que es tal vez el único dirigente
institucional de Cs que ha trabajado para crear en su entorno un grupo
de leales, al modo de los tradicionales aparatistas, de tal manera que
su amplia 'guardia personal' lo protege contra todo intento de la
dirección del partido para apearlo de sus aspiraciones electorales, para
las que evidentemente está menos dotado que para el manejo del
entramado interno de la organización local capitalina.
En esta fase, su
alianza con Juanjo Molina y con Martínez Vidal (no necesariamente
permanente) le ha permitido aparecer en el ticket de los candidatos
oficialistas como el personaje en la sombra más influyente, pues a ojo
de buen cubero la mitad de los candidatos están en su órbita.
Lo
cierto es que la hora en que usted lee este artículo en la Región de
Murcia se iba a dar un pucherazo de libro en el interior del partido
Ciudadanos que ha debido ser suspendido con pretextos técnicos no menos
importante que las infinitas irregularidades que aparecían a la vista.
La ciudadanocracia, esa manera de fingir la democracia. Es decir, de
triturarla. Pero ya verán que aquí no dimite nadie.
(*) Periodista
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