lunes, 20 de enero de 2020

La estafa de ERC / Ramón Cotarelo *

El fantasma de la indignación recorre ERC cuando alguien le niega la condición de partido independentista. Nosotros, dice el VP Junqueras, "hemos dicho siempre que la independencia es el final del camino". "Nadie", añade, "es más independentista que yo". El énfasis ya hace sospechar. ERC acentúa siempre su independentismo cuando se acercan elecciones, como hizo con éxito antes del 28 abril 2019.  
Después el independentismo se difumina, es diluido en varias consideraciones de política "práctica", "cotidiana", "eficiente", a fuerza de ensanchar la base, garantizar un gobierno "de izquierdas y progresista" en España antes de que uno de la derecha; de hacer "política". Pero, atención, no perderemos nunca de vista el horizonte de la independencia, aunque Gabriel rufianes diga en Madrid (donde corresponde) ante un partidario del 155, que ni él, "ni cientos de miles de catalanes sean independentistas" .

Cierto, son independentistas a largo plazo o, para acercarnos a la orientación religiosa de la dirección, cuando Dios sea servido. Y aquí radica el engaño: fijar la independencia ad calendas graecas equivale a negarla de facto aquí y ahora. "No somos lo suficientemente". Podríamos creer que, la independencia a largo plazo sea tan entera como la de la unilateralidad a corto, el más corto, plazo. 
Por eso ERC debería probar que lo que hace en el intermezzo, es trabajar de verdad para la independencia. Si trabaja en contra, pues, tendrán razón los críticos, aunque los militantes, cuadros y dirigentes tratan de callarlas, acusándolas de insultar a ERC, como si un partido fuera una especie de sancta santorum al que no se pudiera criticar incluso con términos duros, en uso de la libertad de expresión.

El independentismo tenía dos puntos fuertes, muy fuertes, dos pilares graníticos, dos sólidas bases a partir de las cuales, la independencia estaba muy cerca, al alcance de la acción colectiva, dos fuegos iluminadores en el camino de la liberación: uno, el 1-O, el otro, la unidad. 
El 1-O es el elemento de legitimidad de raíz, el símbolo de la autodeterminación del pueblo, cuando 2.266.498 de catalanes hacer frente a la represión para manifestar su voluntad libertad con un 90,18 por ciento para la independencia. La unidad fue la herramienta fundamental que permitió el 9-N y el 1-O la vía obvia del independentismo para alcanzar la independencia aquí y ahora a corto plazo.

Ni que decir que hace más de dos años que ERC trabaja en contra de los dos faros del proceso. Es patente. Sus propagandistas y comisarios políticos a los medios de comunicación públicos que monopolizan haciéndose pasar por "analistas políticos" (pues, falseando una imparcialidad que no tienen), desprecian sistemáticamente el significado del 1-O como fuente de legitimidad del movimiento y de su mandato, lo ponen en segundo plano en relación con los presos / as políticas, en concreto, sus, y más concreto, su. 
Quieren sustituir el objetivo de liberación nacional de las movilizaciones por la liberación de los presos / as que, obviamente, es esencial, pero secundario con relación al primero y, muy probablemente dependiente de él.

En cuanto a la ruptura de la unidad no es necesario gastar una sola línea. ERC ha roto deliberadamente la unidad con todo tipo de argumentos, unos directamente falsos, como que la unidad rota en las elecciones es recomponer después en la política diaria; otras, contradictorios con la razón y la experiencia humana de siglos, según la cual, la unidad hace la fuerza y ​​la desunión, la debilidad; y otras "políticas" afirmando que el independentismo de izquierdas no puede ir con el de derechas porque debe formar alianza con los suyos, aunque sean de otras naciones. 
Es el jardín de floridas explicaciones de un hecho catastrófico: no hay unidad del independentismo. Y esta situación es responsabilidad exclusiva de ERC.

No son errores, son engaños, estafas. ERC boicotea la acción independentista (como cuando se negó a invertir al MHP Puigdemont al que querían "sacrificar") al tiempo que se abre a alianzas con fuerzas políticas no independentistas con las mencionadas excusas de "ensanchar" bases. Y, al hacerse evidente ante la opinión pública la falsedad de esta acción que pide votos independentistas para políticas no independentistas, la contradicción ha estallado y sacado de quicio hasta el muy cristiano Junqueras, con un lenguaje escatológico. 
"La mierda; la puta mierda" ha brotado del fondo de su alma. Muchos han interpretado mal esta salida de tono y reprocharon al devoto Junqueras una expresión tan burda. Pero el asunto tiene una explicación algo más complicada. Junqueras no contesta a la pregunta sobre si ha mentido al prometer a los catalanes una independencia imposible. 
Esto es la pregunta de un español. Junqueras responde a sus propios fantasmas; no a si la independencia es imposible o no, ya que él siempre dice que es posible "a largo plazo"; ha contestado a si ha mentido o no prometiendo la independencia tout court. Y como sabe que es lo que ha hecho y está haciendo, pierde los papeles.

Pero si es comprensible la indignación de los republicanos al ver descubierto su engaño, también lo es y más aún la rabia de la gente al verse engañada. Se entiende: cualquier ciudadano medianamente informado sabe que los políticos engañan más o menos, pero casi siempre. 
Basta con recordar como, a las 24 horas de unas elecciones, M.Rajoy aplicó políticas contrarias a las promesas de la campaña. Y lo explicó con su inimitable estilo: "no he cumplido con mi palabra, pero he cumplido con mi deber", como si el primer deber de una persona digna no fuera cumplir su palabra.

Todo el mundo lo sabe: la política está hecha de engaños y todo el mundo lo acepta con normalidad porque el engaño se refiere a los asuntos ordinarios, por así decirlo, los impuestos, los servicios, la deuda, las leyes. La cosa cambia si se trata de un asunto extraordinario, algo que no ocurre sino una vez cada muchos años, decenios, puede ser siglos. 
Engañar las expectativas de liberación de la gente en mitad del camino, quiso hacerla retroceder, sustituir el fin de la independencia de Cataluña y la liberación nacional por la hegemonía de un partido, para la administración "de izquierdas "de una coalición de antiindependentistas, cambiar el sueño de la libertad por la seguridad de las sillas y sueldos de sus beneficiarios, frustrar la voluntad de todo un pueblo y entregarle al enemigo provoca una mucho mayor indignación, una indignación apocalíptica. 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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