Acabada la fallida primera sesión de investidura, el
domingo, el diputado Luis Gestoso descendió las escaleras que llevan
desde su escaño hasta la zona central del hemiciclo del Congreso y, al
encontrarse con el diputado y general Agustín Rosety, se llevó la mano
derecha rígida a la sien imitando ––perfectamente, por cierto–– el
saludo militar, con la sonrisa en los labios.
El gesto
del diputado ultraderechista hacia su compañero de partido registrado
por las cámaras casi en el mismo sitio en que el ex teniente coronel
Tejero pegó sus cuatro tiros anticipa lo que será la legislatura, dure
lo que dure, y cuál es el verdadero sentido de esta sin duda desleal
oposición.
Asunto que, sin embargo, no debería sorprender en la
tierra del diputado de marras, porque desde el inicio de la legislatura
autonómica el partido que debería ser innombrable reduce todo su
discurso y acción política a mantener la palma de su mano firme bajo las
partes pudendas del partido teóricamente gobernante y cerrar los dedos
con mayor o menor intensidad según el objetivo a conseguir.
La
diferencia reside en que la ultraderecha y el partido que encabeza el
ejecutivo regional sumaron votos suficientes en las últimas generales en
Murcia como para intentar extrapolar su alianza inconfesa a la
gobernación regional, aunque en las anteriores autonómicas el más votado
fuera el PSOE.
Quién hubiera imaginado que, gracias
al desastre de Ciudadanos, a la vuelta de unos meses desde aquel abril
la ultraderecha iba a convertirse en el árbitro supremo, el
videoarbitraje (VAR) del cambalache regional murciano, a la vez que el
urdidor de facto de la política de oposición en Madrid. Esa es la
realidad aquí y ahora. Y el PP, obligado por la mano presionante de
Gestoso y sus muchachos, se verá obligado a intentar seguir engañando
con sus políticas vacías de contenido y llenas de alharacas.
Prueba
de ello acabamos de tener con el decreto ley del Mar Menor, al que solo
le faltan unos cuantos hisopazos y floripondios a lo Ballesta para
estar completo como lo que es: un texto falaz y, consecuentemente, una
tomadura de pelo a los ciudadanos; a los de verdad, digo, no a los del
partido falsamente regenerador.
El gesto paramilitar
del ultraderechista murciano cobra así relevancia como revelador de la
realidad que nos pretenden imponer: a la orden, y sin que importen los
votos. Lo que cuenta es a ver quién tiene más de eso que aprieta la mano
y, sobre todo, quién es capaz de ponerla en el sitio preciso para
convertirla en decisiva y determinante. ¿Cómo, si no, se debe entender
la contumaz resistencia y soez algarada contra el axioma, sacrosanto
cuando conviene, de que gobierne el partido de la lista más votada?
Vale
todo. Tal que el día de Reyes por la mañana se reveló que estaba
pasando por las redes sociales con insultos y amenazas a diputados que
votarán 'sí' el martes. Obscenidades que alcanzaron hasta al inocente
diputado de Teruel Existe, contó él mismo, que nunca hubiera soñado
verse en una semejante. La izquierda no puede ni debe gobernar el Estado
queda ya, pues, acreditado que cree firmemente la derecha.
También está
suficientemente probado que para que eso no pase la derecha en general
––Cs, PP y Vox, pues en esto se confunde toda ella–– está dispuesta a lo
que haga falta. Incluyendo la asonada, como propuso el general Coll , y como parece anticipar el gesto de Gestoso a su 'superior' Rosety: a sus órdenes, mi general; y a por ellos. Vale.
(*) Periodista
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