El acuerdo entre Sánchez y Junqueras, entre el PSOE y ERC, es lo que
ambos quieren, pero sin que se note demasiado. Tú haces como qué… y yo
hago como qué… y todos contentos. ERC quiere que gobierne Sánchez en
debilidad, sin el riesgo de otras elecciones que pueden deparar
cualquier resultado.
Para eso debe abstenerse en la investidura, pero
sin dejar espacio a la terrible acusación de “botifler” por parte de los
de Puigdemont; sin menoscabo de su objetivo de independencia incluso
unilateral si el gobierno español se resiste. ERC no puede asumir que la
unilateralidad es imposible, aunque sepa que esa es la realidad. Por
tanto tiene que hacer como que apoya por extrema necesidad, por
pragmatismo.
Por el lado del Gobierno y el PSOE ocurre algo parecido, necesitan
esa abstención y están dispuestos a asumir compromisos que salven la
cara de ERC; pero sin llegar más allá de donde no pueden llegar. Por
ejemplo no pueden hacer que la justicia tuerza su camino, ni siquiera la
fiscalía. Su capacidad solo llega hasta la abogacía del estado y con
alguna reserva. Confían que baste para que los de ERC, siempre
volátiles, se declaren satisfechos, aunque sea con todas las reservas
posibles.
Es un equilibrio de mínimos que encajen en un momento concreto,
confluencia de astros para una investidura. Los socialistas aspiran a
llegar algo más lejos, a comprometer el Presupuesto para el 2020 que
permitiría superar el ecuador de la legislatura (otoño del 2021) que en
estos tiempos que corren significa largo plazo.
Y todos saben que hay que darse prisa, que cada día que pasa cuenta
hacia atrás. La sentencia del Tribunal Europeo sobre el acceso al
Parlamento por mandato electoral ha abierto una ventana de éxito a los
independentistas en el momento más crítico. Han presentado la sentencia
como la llave que abre la puerta de la prisión a Junqueras y a
Puigdemont le otorga inmunidad parlamentaria.
No son ciertas ninguna de
las dos afirmaciones, pero se puede sostener como argumento durante unos
pocos días, los suficientes para colar la abstención y dejar margen al
gobierno de coalición PSOE-Podemos.
Son tácticas al día, ventanas que se abren cuando se cierran puertas,
una especie de juego de espejos para que parezca lo que no es, aunque
se puede imaginar. No era imaginable que la “gobernación” pudiera
depender del dictamen de unos altos funcionarios (la abogacía del
estado) con dependencia jerárquica aunque sometidos a un principio de
legalidad. La abogacía del estado como coartada para aparentar,
¡asombroso!
Todo cogido con alfileres, castillos de naipes que pueden
derrumbarse con un soplido. El bien superior declarado es la
estabilidad, que haya gobierno y no bloqueo; sin tener en cuenta que la
gobernabilidad implica poder gobernar tras la investidura.
(*) Periodista y politólogo
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