Casado vuelve a ser
Casado. Igual es que nunca dejó de serlo. Siempre estuvo más cómodo en
la traición, la felonía y la rendición. Jamás en la mano tendida, el
diálogo o el acuerdo. Si alguna vez pareció lo contrario, debió ser
impostura. Pura táctica.
Ahora, presionado desde algunos sectores del PP
partidarios de facilitar la investidura de Sánchez con una abstención
técnica para que la gobernabilidad de España no dependa de los
independentistas, vuelve a mostrar su verdadera cara, la de la
mendacidad y el catastrofismo. Muy parecida a la de Cayetana Álvarez de
Toledo. Y muy distinta a la de Alberto Núñez Feijóo o Juan Manuel
Moreno.
Da igual que no exista ya ETA, ni que ningún
presidente del Gobierno pueda saltarse el perímetro constitucional, ni
que el Estado de Derecho esté ahí para quienes lo intenten... El
presidente del PP vuelve a saltarse todas las líneas rojas el día antes
de que se constituyan las Cortes Generales, e inmediatamente después de
que una de sus principales mentoras en política, Esperanza Aguirre,
confesara haberle pedido sin ningún éxito que prestara 50 diputados del
PP al candidato del PSOE para que pudiera gobernar en minoría: "Ya sé
que lo que digo no es compartido por la mayoría de los dirigentes del
PP. Pero creo que Pedro Sánchez, gobernando en solitario y habiendo sido
investido con los votos del PP, demostraría que el PP pone el interés
de España por encima de todo".
La expresidenta de la Comunidad de Madrid reclama para el
PSOE lo que tuvo el PP en 2016, una acreditada generosidad y sentido de
Estado con su principal adversario para acabar con un bloqueo político
que duraba un año. La abstención fue gratis, no así el coste que supuso
para los socialistas una decisión por la que se abrieron en canal como
organización política y les arrastró a su peor crisis interna en
democracia. La historia es sobradamente conocida. No hace falta
recordarla. Cuando se trata de que gobierne la derecha, la izquierda sí
puede "suicidarse". Cuando es al contrario, la derecha entiende que
quieren "aniquilarla".
Pablo Casado ha hilvanado un
discurso ante sus diputados y senadores que ríanse ustedes del Rajoy de
2004, el de la traición a los muertos, la destrucción de España y la
rendición ante los terroristas. ¿Recuerdan? La ley del aborto, el
matrimonio homosexual, la negociación con ETA, la reforma del Estatut…
Cada día había un motivo para echarse a la calle, incendiar el
Parlamento y cargar contra un gobierno que llamaban "ilegítimo". El
regreso al pasado, por muy tremendo que fuera, ya es un hecho.
Lean,
lean: "Tenemos al secretario general del Partido Socialista Obrero
Español negociando la soberanía con defensores del terrorismo, con
delincuentes condenados en firme y golpistas que han cometido delitos de
sedición. Pero, al parecer, para algunos el problema somos nosotros"
(sic).
Según el relato de Casado, a Sánchez ya no le basta con destruir
la nación, trocear España o acabar con la soberanía nacional, sino que
además esconde la construcción de nuevo régimen del que desaparezca la
derecha. Y todo, para "dar continuidad a la ingeniería política y social
de demolición que inició Zapatero" en 2004.
Y todo
esto lo ha esbozado para rechazar las voces que desde dentro del PP le
demandan un gesto de responsabilidad con España que Casado ha traducido
en "un cínico eclipse moral" para que Sánchez "compre la presidencia al
precio de la soberanía nacional y de la destrucción de la alternativa
democrática y moderada que representa el Partido Popular". Hablar de
moderación en el contexto de semejante discurso es tomar a la gente por
estúpida o creer que en política vale todo y que los errores nunca pasan
factura.
Casado ha debido olvidar que el discurso
hiperbólico, extremo y de brocha gorda que vuelve a recuperar fue el
mismo con el que el 28 de abril llevó al PP al peor resultado de su
historia -66 diputados-, el que se ha llevado a Rivera por delante y el
que impidió también que Rajoy se consolidara como alternativa de
gobierno a Zapatero entre 2004 y 2008.
A Rajoy no le dio ningún
resultado la oposición bronca que parece dispuesto a practicar también
Casado. Es más, le penalizó tanto que se vio obligado a prescindir de
los principales valedores de aquella estrategia del "todo vale" como
fueron Eduardo Zaplana y Ángel Acebes.
El PP es el
único partido que tropieza no dos, sino doscientas veces, con la misma
piedra. Y siempre cuando está en la oposición, que es cuando cruza todas
las líneas rojas. Lo hizo Aznar con González, Rajoy con Zapatero y lo
repite Casado con Sánchez.
Con todo, lo de ahora traspasa todos los
límites, ya que Cataluña -tomen nota- ya no es un problema, sino una
"coartada para un cambio de régimen" para hacer desaparecer a la
derecha. Ahí es nada. Prepárense para lo que está por llegar. Y eso que
la Legislatura no ha echado a andar.
(*) Periodista
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