Las declaraciones, los eslóganes, de los independentistas tiene
varios ejes prioritarios e insistentes: uno de ellos es “queremos
dialogar”. Me pregunto ¿qué otra cosa han hecho los partidos
democráticos preconstitucionales y constitucionales que dialogar con los
partidos catalanistas? Desde las sucesivas mesas, plataformas… que
precedieron a la Transición los nacionalistas catalanes han tenido
sillón preferente en todas las negociaciones.
Los Pactos de la Moncloa, acontecimiento germinal de la democracia y
el consenso, tuvieron diez firmantes (hay fotos elocuentes) que
representaban otras tantas fuerzas políticas, tres eran catalanes (Roca,
Raventós y Triginer) y uno vasco (Ajuriaguerra). El reconocimiento de
la Generalitat por voluntad del gobierno Suárez en 1977 tras una
inteligente conversación con Tarradellas y hábiles negociaciones de
políticos catalanes (una larga lista) y madrileños (otra larga lista)
fue otro ejemplo de diálogo. Vaya si hubo diálogo.
Los redactores de la Constitución fueron siete, dos de ellos (Roca y
Solé Tura) catalanes. El referéndum de la Constitución fue
abrumadoramente votado a favor en Cataluña. El primer Estatuto de
Autonomía catalán fue negociado y aprobado, a renglón seguido de la
Constitución y emanado de ésta, con total respaldo del Parlamento
español y de los catalanes.
El Pacto de Toledo, tercer gran acuerdo de la democracia española,
fue propuesto por el grupo catalán del Congreso, así como numerosas
leyes y enmiendas planteadas por el grupo catalán que fue especialmente
diligente y activo, ora con populares, ora con socialistas o con ambos.
Los gobiernos sin mayoría absoluta de Felipe González y de José María
Aznar contaron, tras oportuno diálogo e intensa negociación, con el
respaldo de los nacionalistas catalanes. El Gobierno de Zapatero gozó
del apoyo parlamentario estable de ERC y, en ocasiones, de la
Convergencia de Pujol y Mas.
La lista podría ser más exhaustiva pero lo
evidente e indiscutible es que el diálogo entre los gobiernos de España y
los grupos catalanistas ha sido permanente, intenso y provechoso,
especialmente para que el Gobierno catalán alcancen niveles de
autogobierno que comparan muy a favor con los de cualquier estado
federal.
Rajoy dialogó con Mas y fue éste el que dio un portazo cuando no
consiguió el pacto fiscal que pretendía motivado más para enmascarar sus
recortes que por otra cosa. Mas se hizo independentista porque no
consiguió imponer sus tesis en un momento complicado para todos.
Por eso esgrimir la ausencia de diálogo entre España y Cataluña es
una colosal mentira. También lo es que el derecho internacional ampara
un derecho de autodeterminación para Cataluña.
Y todavía más inaceptable
es que quien esgrime el “diálogo” como argumento califique al otro de
“fascista, autoritario y demás lindezas… que sencillamente son
inaceptables y un candado a cualquier diálogo.
Sin retirar las lindezas
el diálogo es imposible, supone claudicación, y eso no es diálogo.
(*) Periodista y politólogo
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