Entiendo perfectamente que mucha gente haya sufrido arcadas leyendo
la información suministrada al instante por los diarios digitales,
viendo por televisión o escuchando por la radio el espectáculo que ha
supuesto la exhumación de los restos del general Francisco Franco de
su Valle de los Caídos.
Lo que hubiera tenido que ser, por decencia
democrática, la salida lo más discreta posible de un dictador de su
mausoleo, acabó convirtiéndose casi en un funeral de Estado
ya que contó con una dignidad que no se merecía y en un acto funerario
que no es otra cosa que una vergüenza para España.
El franquismo ha
logrado una victoria inesperada, trágica e inmerecida de la mano de un
gobierno socialista que, pendiente de ver como podía capitalizar,
electoralmente hablando, el trasiego de los huesos del dictador de un
sitio a otro, olvidó la necesaria dignidad de un país democrático en un
acto de esta naturaleza.
La España en blanco y negro del dictador se
recreó durante unas horas en color ante el insólito homenaje que el Valle de los Caídos y el cementerio de Mingorrubio nos iba ofreciendo a una ciudadanía estupefacta.
Ciertamente, en ninguno de los países de nuestro entorno
esta escalofriante escena sería posible. Solo hace falta ver cómo
acabaron los dictadores que nos podemos imaginar. ¿Nadie pensó en que un
helicóptero con un escudo inmenso del Reino de España transportando sus
restos era un inmerecido homenaje público? ¿No había algo más discreto
que el pomposo helicóptero que utiliza la familia real
en muchos de sus desplazamientos?
Porque allí estaban para la ocasión
miembros del Gobierno, una ministra de Justicia socialista impertérrita
mientras la comitiva despedía el ataúd subiendo al helicóptero y se
gritaba "¡Viva España!, ¡Viva Franco!", entre incontables coronas de
flores, cánticos fascistas, banderas inconstitucionales con el
aguilucho, Tejero padre (el del 23-F), Tejero hijo (el cura), gente
brazo en alto, militares saludando marcialmente al nieto de Franco como
en el pasado, el pendón de la Casa del Generalísimo encima del
féretro... Todo el pasado, que creíamos que se había marchado para
siempre, repitiéndose una y otra vez en las televisiones de todo el
mundo.
Porque esto iba, supuestamente, de acabar con una anomalía como el
Valle de los Caídos, o al menos, esto nos vendieron durante meses.
Si ese era el objetivo, que despidan directamente al guionista de la
jornada porque su fracaso ha sido absoluto. El bochorno de los que padecieron el franquismo o de sus familias debe ser a estas alturas solo comparable a la vergüenza de aquellos que, conociendo a Pedro Sánchez, ya imaginaban una cosa así.
Apología del franquismo en prime time,
un dictador que ha tenido no uno sino dos homenajes de Estado. Y, entre
uno y otro, la friolera de 44 años creyendo ingenuamente que España era
otra cosa. Con lo fácil que era un traslado por la noche, discreto, al
cementerio de Mingorrubio.
(*) Periodista y director de El Nacional
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