Sostenella y no enmendalla. El PSOE de
Cartagena se ha convertido definitivamente en un partido
extraconsistorial. Y todo por la aplicación rutinaria de un concepto
burocrático de disciplina interna ajeno por completo tanto al interés
general como al de la propia organización.
Hoy,
el PSOE es en Cartagena un partido disgregado, con alguna agrupación
que vende los votos de su zona a cualquier otro grupo (empezando por el
PP), sin que esto conlleve actuación disciplinaria alguna, con cuadros
disminuidos y con una gestora dirigida por Lourdes Retuerto, de toda
confianza del secretario regional, pero que en vez de aplicarse a la
urgente reconstrucción orgánica, ha de dividir su tiempo en la
gratificación del Senado, para el que fue cooptada a los pocos días de
aceptar la dirección del partido.
Es
curioso que en la resolución del comité de garantías de Ferraz que
concluye con la expulsión del PSOE de Ana Belén Castejón y del resto de
concejales de su equipo se admita que «en cuanto a los acuerdos
supuestamente alcanzados con la dirección regional, no se pueden
confundir conversaciones políticas mantenidas entre las partes con los
acuerdos adoptados por los organismos competentes».
Entonces,
¿de qué habrían valido esas conversaciones y los compromisos derivados
de ellas en su momento si al final todo ha de ser remitido a la letra de
los reglamentos? Tal vez quepa deducir que no se tomó en consideración
la línea de los acuerdos verbales de la alcaldesa con la dirección
regional precisamente porque tales acuerdos fueron hechos públicos. La
disciplina reglamentaria es, en consecuencia, una derivada que puede o
no utilizarse, o hacerlo a conveniencia. En esta ocasión se ha hecho de
un modo tan ejemplar como infructuoso y suicida.
Tiene
gracia que en una fase en que el PSOE lanza sutiles guiños a un posible
pacto estatal tras el 10N con Pablo Casado, se castigue con la
expulsión definitiva a Castejón por haber facturado un pacto local con
PP y Cs por causa de urgencia para impedir un gobierno en minoría cuya
naturaleza va más allá de la derecha convencional: el populismo local de
pandereta y boina. Los socialistas están en el 'España ahora', y dejan
Cartagena para después.
En realidad, lo que molestó a la
dirección regional del PSOE de la posición de Ana Belén Castejón es que
interrumpía la pretensión del secretario general del partido, que
consistía en ofrecer la alcaldía al minoritario Ciudadanos para que éste
correspondiera a tal generosidad con un pacto autonómico que hubiera
llevado a Diego Conesa a la presidencia de la Comunidad.
Esta es la
razón del pacto consumado con Ciudadanos en Lorca y el que se intentó en
paralelo, sin conseguirlo, en la capital murciana. Las tres grandes
ciudades para Ciudadanos y la presidencia regional para el PSOE.
Pero
aparte de que Ciudadanos ya había elegido, después de las elecciones, a
su 'socio preferente', en Cartagena era necesaria la colaboración del
PP, que no estaba dispuesto a regalar su abstención en ese diseño.
Ante
el fracaso de esa vía, la candidata socialista aceptó el modelo
alternativo que se le ofrecía, ingeniado por importantes estamentos
cartageneros y rematado en Murcia por CROEM, que venció en última
instancia la resistencia inicial del presidente Fernando López Miras a
bendecir el proyecto.
Ese
modelo significaba que el PSOE gobernaría dos años y que el MC quedaría
neutralizado. En vez de dejar a Cartagena al pairo de los jaleos y de la
demagogia localista, la emergencia tripartita podría al menos
plantearse un programa consensuado y sensato de gobierno, que fue
presentado con todo detalle el pasado mes de septiembre.
El
PSOE ha tenido oportunidades de exhibir su reglamento disciplinario en
muchas ocasiones, especialmente hace años, cuando denunciaba la
gestación de la burbuja inmobiliaria, atribuida a la gestión de
Valcárcel, mientras los alcaldes socialistas convertían en urbanizable
la totalidad del suelo de sus respectivos municipios.
Ahí tuvieron los
socialistas la oportunidad de promover algunas expulsiones antes de que
la corrupción se llevara a algunos de esos alcaldes o acólitos por
delante junto al desprestigio del partido.
Castejón
no era la candidata favorita de Diego Conesa, pero el secretario
general presume de que la apoyó sin fisuras, tanto desde la delegación
del Gobierno, de la que era titular, como con un programa de visitas
ministeriales, pero acaba descontando que él, como candidato autonómico
obtuvo más votos que la alcaldable.
Mira
lo que hice por ti y cómo me lo devuelves. Es cierto que Castejón actuó
por libre al firmar tan novedosas alianzas sin consultar a la
organización regional a sabiendas de que le sería negada la iniciativa
(como en un primer momento le ocurrió a la popular Noelia Arroyo ante
López Miras), pero el resultado es, sobre el papel, más beneficioso para
Cartagena que un gobierno del histriónico MC en minoría y sin
posibilidad alguna de pacto.
Esto es lo destacable entre el ruido que
provocan José López y sus partidarios y al que los socialistas no
debieran sumarse, pues al fin y al cabo, con carné o sin carné, la
alcaldesa y los concejales de su equipo, constituyeron la oferta
electoral del PSOE para la ciudad.
Castejón
remitió el pasado 25 de septiembre una carta al secretario de
Organización del PSOE y uno de sus avalistas electorales en las
municipales, José Luis Ábalos, en la que le sugería la necesidad de
«aunar esfuerzos» ante las elecciones generales y se quejaba de que el
delegado del Gobierno había suspendido la relación institucional con
ella, pues «no nos facilita información sobre la llegada de
inmigrantes», desvelando así la estrategia del PSOE para Cartagena: el
delegado se propone actuar en la práctica como alcalde de la ciudad en
lo que le compete saltándose el protocolo oficial.
Le
pedía Castejón también a Ábalos el cierre del expediente de expulsión,
ya se ve que sin éxito, ni siquiera para obtener una respuesta negativa.
El PSOE yerra y no se enmienda al preferir la burocracia a la política.
Luis Belló será el nuevo director de la Radio Televisión Murciana
La tele, siempre la tele. ¿Qué tendrá la
tele? En el pacto de Gobierno PP-Cs no había mención alguna a la
televisión autonómica, que quedaba adscrita al campo de competencias en
manos del PP.
Pero llegado el momento del nombramiento del nuevo
director general de RTVM, el presidente de la Comunidad se decantó por
Alejandro (Alex) García Villalba, mano derecha del director general de
La7, Antonio Peñarrubia.
García Villalba hace las veces de jefe de
informativos aunque en la práctica esa función la ejerce Peñarrubia y
con mano de hierro.
Alex es tan
buena persona como, a la fuerza obligan, bien mandado. Y en
consecuencia López Miras decidió su nombramiento. Pero éste había de
pasar por la Asamblea Regional, y exige el plácet de Ciudadanos y de Vox
para obtener la mayoría necesaria.
En Ciudadanos saltó la alarma: ¿cómo
se pretende que un empleado de la concesionaria para la gestión de La7
sea el encargado de controlar el cumplimiento del contrato por parte de
la misma productora, Secuoya, que lo tiene en nómina?
A cualquiera le
parecería un contradiós. Aparte de que con ese nombramiento se detectaba
una implícita preferencia sobre la intención del Gobierno acerca de la
resolución del concurso en marcha para la renovación de la licencia de
explotación: todo empieza y acaba en Secuoya.
Ahí
es donde entra la vicepresidenta, Isabel Franco, quien propone para el
cargo a la redactora de Onda Regional Marta Ferrero. Esto no cae nada
bien en el PP, pues se daba por sobreentendido que le correspondía a
éste decidir el nombramiento. Ferrero queda, a su pesar, definida
entonces como 'la candidata de Ciudadanos', y el PP la descarta. Pero
Franco insiste y llega incluso a ampararse en el PSOE para tratar de
sacar adelante esa opción en la Asamblea.
Y
en Ciudadanos se funden los plomos. La portavoz del Gobierno, Ana
Martínez Vidal, y el portavoz parlamentario del partido, Juanjo Molina, a
la par, deducen que la dirección de RTVM no es asunto principal como
para provocar tan pronto una crisis de relación entre los partidos
coaligados.
E instan a que intervenga la dirección nacional de
Ciudadanos para despejar el entuerto (Ciudadanos-Madrid decide en Murcia
hasta el color del papel de váter de la sede regional).
Y
así vamos a una tercera vía: ni García Villalba ni Ferrero; una nueva
opción consensuada, dejando la iniciativa de la propuesta al PP.
Luis
Belló, uno de los redactores fundacionales de Onda Regional, con una
trayectoria dedicada fundamentalmente a la sección de Deportes. Su
nombre ya sonó en alguna otra ocasión, pero esta será la decisiva. Si
entre unos y otros no lo queman desde hoy al próximo miércoles, será
nombrado director general con los votos de PP, Cs y Vox y la probable
abstención del PSOE.
El reguero
que ha dejado este proceso es especialmente ilustrativo de lo que
empieza a pasar en el Gobierno PP-Cs y, sin sorpresa alguna, de lo que
ya viene pasando en el propio interior de Cs desde el mismo comienzo del
pacto. Las relaciones entre la vicepresidenta, Isabel Franco, y la
portavoz, Ana Martínez Vidal, son inexistentes y de evidente competencia
y desencuentro.
La
vicepresidenta intenta darle contenido a ese cargo, que se muestra
simplemente formal y vacío de contenido, mientras la portavocía hace de
eje entre las dos partes del Gobierno y proyecta una visibilidad más
transversal que la de Política Social en que se aplica Isabel Franco. El
pulso entre ambas consejeras de Ciudadanos proyecta en los agentes
sociales más morbo político que el que desprende la primera experiencia
de coalición entre dos partidos distintos.
Hay
quienes auguran que la ruptura interna de Ciudadanos se adelantará a
una posible quiebra, mar adentro de la legislatura, entre PP y los
naranjas. El nombramiento del nuevo director general de RTVM ha sido el
primer síntoma de que, con cualquier pretexto, pueden saltar chispas.
El
primer y más avispado conocedor de estas circunstancias es el
presidente, Fernando López Miras, quien ya se encargará de dibujar los
escenarios para que avancen las cada vez menos soterradas rencillas que
se perciben en el interior de Ciudadanos. De momento, su posición es la
de favorecer el protagonismo de Martínez Vidal, que es cuña de la madera
PP y dispone de una mayor capacidad de adaptación.
Pedro Pablo Hernández, favorito de los empresarios
Solo hay un impedimento para que el
presidente saliente de la confederación empresarial de Cartagena y
comarca, COEC (dejará esa responsabilidad en el inmediato congreso de la
organización), sea nombrado presidente de la Autoridad Portuaria: que
se decida a hacerlo quien lo tiene que nombrar, el jefe del Ejecutivo
Regional, Fernando López Miras.
Todos
los sectores influyentes en el organigrama del Puerto, el Gobierno
municipal de Cartagena, la mayoría de los empresarios de la zona y,
desde luego, la patronal regional, apuestan (y presionan) para que
Hernández, que ahora ejerce interinamente la presidencia del Puerto,
pase a dirigirlo en plenitud de funciones.
López Miras ha descartado
todas las 'piezas políticas' que han ocupado los rumores hasta ahora, y
parece tener en la manga el nombre de un ingeniero independiente.
Hernández
concita el máximo consenso social, pero es incómodo para el presidente
local del PP, Quino Segado, anterior inquilino del despacho portuario,
al que recaló en el paréntesis en que se decidía su futuro político.
Segado es muy celoso de su poder local, y visto que el municipal está en
manos de Noelia Arroyo, a quien hubo de ceder el número uno de la
candidatura a la alcaldía, no quiere que los poderes anexos conformen un
bloque que él no pueda controlar.
Por
otro lado, Hernández mantiene relaciones de confianza con la anterior
alcaldesa popular, Pilar Barreiro, a la que Segado, a pesar de haber
crecido políticamente a sus faldas, pretende mantener lejos de cualquier
influencia, siquiera sea formal.
Tal vez por esta razón López Miras
lleve tiempo sin decidirse a dar una solución al Puerto: de un lado
querría satisfacer la 'demanda social', y de otro conformar a la
organización local del PP, a la que necesitará, a pesar de su constatada
insuficiencia, cuando convoque el congreso para revalidar su liderazgo.
(*) Columnista
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