Le hiela a uno el corazón
solo imaginar al sufrido Pedro Sánchez desvelado, dando vueltas sobre
su ya legendario colchón de Moncloa mientras Carmen Calvo e Iván Redondo
le entretienen glosando su liderazgo, resistiéndose heroicamente a
quedarse dormido y permitir así que Pablo Krueger penetre en sus sueños y
desgarre la hucha de las pensiones con su guantelete de cuchillas
afiladas.
Para tener la "scary movie" de la década solo faltan la Niña
de Rajoy, haciendo pintadas obscenas en las paredes y vomitando en los
pasillos de Moncloa como la niña del Exorcista, y el dóberman de
González y Guerra, acechando en los jardines del palacio presidencial
como el perro de los Baskerville.
Los socialistas han
decidido empezar la precampaña calcando el discurso de Mariano Rajoy en
2015 y 2016: Podemos es la amenaza fantasma. Los morados han entrado al
trapo y al reproche. El resultado es un circo parecido al que montaron
con la investidura.
Ni socialistas ni morados han conseguido imponer su
relato de culpabilización del otro de una manera claramente mayoritaria,
ni siquiera entre los suyos. Si no lo han logrado a estas alturas, no
parece probable que vayan a conseguirlo en el mes y medio que falta para
el 10N. Seguir peleando por ese relato se antoja un esfuerzo inútil y
extenuante para sus electores.
El votante de izquierdas ya ha emitido su veredicto y las
cargas se reparten; cada uno ha elegido ya a su culpable y ni todo el
marketing del mundo le hará cambiar. Más les valdría a PSOE y Unidas
Podemos concentrarse en gestionar el verdadero problema que les espera
en noviembre: sus votantes están mucho más decepcionados, enfadados y
desmotivados que los electores de la derecha.
Pelearse en público como
un matrimonio, al cual ya ni une la hipoteca ni contiene la educación
cristiana, solo puede empeorar esa negatividad. La llegada de Íñigo
Errejón solo servirá para convertir a la izquierda en un circo de tres
pistas.
Las primeras encuestas hechas y publicadas
tras la confirmación de la repetición electoral subrayan dos tendencias
bastante claras. La primera apunta que socialistas y populares
mejorarían sus resultados pero en proporciones bien diferentes: por cada
escaño que gana el PSOE, el PP recupera dos.
La segunda tendencia
indica que la abstención, a día de hoy, va a castigar más severamente a
la izquierda que a la derecha. Ignorar estas señales sí que puede acabar
en un película de terror, pero de las que dan miedo de verdad.
(*) Periodista y profesor
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