Los líderes de las tres derechas han llegado a un acuerdo
de gobierno en la Comunidad de Madrid. El 1 de agosto. Han elegido el
día perfecto, la víspera de que la Fiscalía Anticorrupción pidiera
imputar a dos de sus ex presidentas, Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes, por la financiación irregular del PP de Madrid.
Mientras España sestea en vacaciones. Los que disfrutan de ellas cuando
quieren, los que solo tienen unas, los que ni a ésas llegan, verán
pasar con sordina informativa que se ha consumado una tragedia: la
entrega a la ultraderecha de la gestión de instituciones. Algunas tan
potentes y decisivas como la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid.
Tienen cuatro años para enterarse a fondo.
Era
absolutamente previsible. El PP siempre ha sido una empresa más que un
partido político. Una empresa con métodos laxos de negocio que tiene
claras sus prioridades. 25 años en la Comunidad de Madrid, casi los
mismos en el Ayuntamiento –con el lapso de Carmena-, han creado una
estructura sólida que por nada del mundo se podía perder.
Es el
"régimen de Madrid" como lo definió este artículo de Ignacio Escolar.
"Madrid es el epicentro de la Gürtel, de la Púnica, de la Lezo. Es la
capital del Tamayazo, de la quiebra de Caja Madrid, de las tarjetas
Black".
La Comunidad de Madrid es la más rica de España y la que
menos invierte en educación pública. La segunda que menos invierte en
sanidad pública. Un paraíso fiscal para los más ricos. 373
multimillonarios viven en Madrid, con patrimonios por encima de los 30
millones cada uno, según los datos de Escolar. Y este gobierno, estos
gobiernos, son "los que ha votado la gente", dicen. "A disfrutar lo
votado", dicen.
Algunas personas, unos cuantos
millones si lo vemos, acudieron a las urnas pensando que votaban a un
partido centrista liberal al introducir su papeleta para Ciudadanos. Los
hay así de ingenuos o distraídos. Pero tanto Aguado como Villacís
rebosan felicidad por sus acuerdos con PP y Vox en Madrid. Y la apuesta
de Albert Rivera es idéntica sino más radical aún.
Añadamos -punto decisivo- que algunos medios son muy selectivos en sus críticas y "olvidos". Miren cómo jalea la COPE,
emisora de la Conferencia Episcopal, que subvencionamos con nuestros
impuestos, a un ultraderechista, condenado por no pagar las obras de su
mansión. El alto cargo de Vox no quiere ni huelgas, ni sindicatos. Y ve a
Errejón con manos menos duras que las de ellos.
"Se confunde a la gente
ofreciéndole libertad de expresión al tiempo que se le escamotea la
libertad de pensamiento", escribía el gran pensador José Luis Sampedro, argumentándolo.
¿Libertad de expresión? Ya ni eso y, al paso que vamos, cada vez menos. El distrito de Aravaca, Madrid, ha prohibido esta semana una actuación del cantautor Luis Pastor con su hijo.
PP y Ciudadanos vuelven a prohibir una actuación programada durante la
gestión del anterior consistorio y lo hacen por unanimidad, con Vox.
Vox marca pauta ideológica en la triple derecha. Con su sarta de bulos e
involución. Los acuerdos, en Madrid por ejemplo, incluyen bajar los
impuestos, a pesar de la deuda de la Comunidad. Es la mayor de la
historia de la región: 35.150 millones de euros cuando hace una década
se situaba en los 11.380 millones.
"Lucharán" contra la inmigración y
marcarán su impronta en la educación, aun cuando eufemísticamente dicen
que no lo harán los poderes públicos. Violencia intrafamiliar, control
de la "educación moral" y la "aportación de España a la civilización"
son pilares del acuerdo "trifacha" en Murcia.
El Medio Ambiente es otra de las víctimas de las
políticas ultras que han llegado a Madrid. La felicidad con la que
Martínez-Almeida, alcalde PP, y Begoña Villacís, vicealcaldesa de
Ciudadanos, levantaron setos para poner asfalto y coches da idea de lo
que puebla estas cabezas.
Lo hacen, dicen, "Por
España". Es el emblema que figura en las carpetas de Vox. La frase que
lleva permanentemente en la boca la ultraderecha titular, la azul y la
naranja. El PP ha soltado a Cayetana Álvarez de Toledo, nueva
"portacoz", para decir que "ETA está detrás de la investidura de Chivite
[candidata del PSOE] en Navarra", Es una ignominia, absolutamente
inadmisible. Ante la que el coro mediático calla. Por España, la banda y el plan, vienen Albert Rivera y los suyos.
Por
España. ¿Qué España? Esta derecha se apropia de cuanto le place, hasta
del nombre del país en el que vivimos todos. Su España es la del lejano
Imperio y la Conquista y la Reconquista y las Cruzadas y, siguiendo para
atrás, la de los "trogloditas" de Atapuerca. La España de la caspa, la
mordaza, las clases, machista, aprovechada.
La que alimenta "las
manadas" depredadoras de mujeres, como la ocurrida este viernes en
Bilbao. La franquista sobre todo. La caverna de Platón que solo alimenta
lo oscuro, dejando el mundo de la razón a otros. Porque existe otra
España luminosa y de progreso. De la que forman parte conservadores y
progresistas.
Los de Ciudadanos, los más cínicos,
protestan y acuden a la Fiscalía si les increpan en las manifestaciones
en las que se plantan buscando votos, y no han dicho ni media palabra de
los conciertos suspendidos con sus votos y de todos los recortes de
libertades. La derecha extrema ha convertido libertad en una palabra de
uso restringido: solo existe la libertad de mercado y la libertad de
represión. Las de comer suficiente, tener un hogar, vivir o expresarse
son secundarias.
Con este panorama –del que se pueden
dar muchos más ejemplos-, España está sin nuevo gobierno. Y el PSOE se
pasea por los medios con declaraciones que nos llenan de hastío. Por
decir lo más suave.
Inolvidable verano el de 2019,
para borrar si se pudiera. Poblado de constataciones lamentables. Y le
seguirá el otoño y el invierno. El futuro se puede cambiar, si existe
voluntad de hacerlo. Las prioridades para quienes disponen de esa
capacidad deberían estar por encima de cualquier interés espurio.
(*) Periodista
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