El destino de España se juega en Europa.
Más o menos como lo pensaba Ortega, el que quería "europeizar" el país,
igual que el tremendo Unamuno proponía, en cambio, "españolizar
Europa". El pleito se ha resuelto a favor del autor de El tema de nuestro tiempo.
Durante
la dictadura de Franco, España mantuvo su ambivalencia de amor/odio a
Europa. La bestialidad del franquismo obligó a hacer de necesidad virtud
y convertir el rechazo de Europa en la virtud de una autarquía
ridícula. Se dice pronto que en los 40 años de su régimen, Franco no
salió jamás al extranjero, salvo las entrevistas de Hendaya con Hitler y
la de Bordighera con Mussolini.
Pero certifica una especie de
cuarentena del franquismo en Europa. Igual que el dictador no salió en
40 años, los dignatarios extranjeros que visitaron España en el mismo
periodo posiblemente no lleguen a la docena.
La
transición retomó el europeísmo orteguiano a tambor batiente. El
retraso de diez años en el ingreso del país en la Comunidad Europea fue
un jarro de agua fría a las encendidas aspiraciones de los españoles. Y
un anticipo de la actitud posterior de Europa en relación con España:
admisión y respeto, pero a distancia. España seguía siendo el enfermo de
Europa y volvería a demostrarlo.
Lo ésta haciendo ahora mismo con el tratamiento del conflicto España/Catalunya.
La
pesadilla del ministerio español de Asuntos Catalanes de la hegemonía
exterior del relato independentista es ya una obsesión del Estado. Lo
que se llama "internacionalización del conflicto catalán", algo
básicamente logrado por el presidente Puigdemont y su gente, ha
convertido Catalunya en un asunto europeo.
En
la polémica sobre la europeización de España, esta proyección de
Catalunya puede leerse del modo siguiente: harta de esperar que el
Estado español cambie, se modernice y se adapte a Europa, Catalunya ha
decidido hacerlo por su cuenta. Esto es, incorporarse directamente a
Europa a través del exilio y la prisión. Muy dentro de la tradición
española. Y también de la tradición contraria de Europa, que es
santuario de perseguidos y tierra de asilo.
Los
resultados de las elecciones del 26M serán determinantes del futuro
inmediato. Si JxEuropa consigue enviar al Parlamento Europeo a la
troika, Puigdemont, Comín, Ponsatí, el independentismo tendrá fuerte voz
ampliada con la aportación de diputados de ERC que también prometen ser
varios. A su vez, la posición de los eurodiputados catalanes adquirirá
mucha mayor relevancia si, el día 27M Catalunya aparece cuajada de
ayuntamientos independentistas.
Por
más que lo niegue, España sigue siendo percibida como el "enfermo de
Europa" y situada al mismo bajo nivel de aprecio que Turquía. Que el
Parlamento alemán vaya a debatir la cuestión de Catalunya es una
considerable bofetada al orgullo español.
Al final, esa intervención europea que Puigdemont ve problemática en esta entrevista,
se producirá por presión de la opinión pública, distanciamiento de las
instituciones e incapacidad del Estado español de vencer su mala fama y
proponer soluciones democráticas a los problemas que se ajusten a las
pautas europeas. Frente a una Catalunya que tiene mucha mejor prensa en
Europa que el Estado que pretende anularla.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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