MADRID.- Las
cajetillas de cigarrillos y los envases de picadura de tabaco para liar
incorporan a partir de mañana un código identificador con su "ADN", una
novedad que supone un reto tecnológico de envergadura para el sector y
que aspira a ser un arma más contra el contrabando.
Este
nuevo sello permitirá saber toda la información del producto con un
elevado grado de detalle, incluyendo no sólo su origen, sino también la
hora a la que fue producido o la máquina y la línea de fabricación de la
cual salió.
La
norma, de ámbito europeo, afectará en España también a los estancos que
distribuyan a máquinas expendedoras -se calcula que el 90 % del total
lo hacen-, aunque éstos tienen de plazo hasta octubre para adaptarse.
En
la práctica, la directiva implica que el tabaco pase a ser trazable, es
decir, que se pueda seguir su rastro por todas las etapas, desde su
procedencia hasta el proceso de producción y posterior distribución.
Desde
el sector aseguran que el grado de exigencia de la nueva legislación
coloca al tabaco como líder en materia de trazabilidad; de hecho,
fabricantes y supermercados ya trabajan en iniciativas en esta misma
línea para dar confianza al consumidor sobre los alimentos que consume,
aunque por ahora de forma voluntaria.
"Es
una realidad que el nuevo sistema de trazabilidad está suponiendo un
gran reto para el sector del tabaco, porque conlleva un importante
esfuerzo tecnológico y económico (...) y con un modelo diseñado en
estándares abiertos que puede servir de ejemplo para el resto del mundo y
para otros sectores", subraya la presidenta
de la Mesa del Tabaco, Águeda García-Agulló.
Desde
esta entidad -que agrupa a todos los eslabones de la cadena, desde
cultivadores a fabricantes y estanqueros- apuntan que el nuevo código
identificador está diseñado para favorecer las labores de control por
parte de las autoridades de cada país en su lucha contra el comercio
ilícito, considerado por el sector de forma unánime como uno de sus
mayores problemas.
En
España se calcula que más del 9 % de las cajetillas consumidas son
ilegales, con un impacto económico cercano a los 800 millones de euros
que dejan de llegar a las arcas públicas vía fiscal -el 78 % del precio
de cada una se dirige a impuestos-.
El
grueso del problema no son tanto los productos falsificados como la
venta de cajetillas que entran en el país y no lo hacen por el circuito
legal.
Aunque
hasta dentro de un año todavía se podrán comercializar envases sin este
código -por lo que el consumidor podrá encontrar ambos en el punto de
venta-, los fabricantes ya han invertido para adaptar sus sistemas de
producción. Se calcula que en Europa se monitorizarán a través de este
código 29 millones de unidades al día.
Para
conseguirlo han incorporado nueva maquinaria capaz de imprimir y leer
estos identificadores a alta velocidad y transmitir la información a las
bases de datos comunitarias.
También
los estanqueros se ven implicados en estos cambios, ya que deberán
escanear el producto y contarán con unos códigos específicos.
El
desafío, no obstante, será mayor para aquellos que vendan a máquinas
expendedoras, a los que la normativa considera "operadores económicos" y
para los que el plazo se ha alargado hasta el 1 de octubre.
Consultado un portavoz de la Unión de Estanqueros ha reconocido que
por el momento "se desconoce cuál va a ser el proceso necesario para que
el estanquero cumpla con sus deberes" y están "a la espera de que se
conozcan los detalles" sobre unos cambios que revisten de "complejidad".
"Nuestra
preocupación se centra en la considerable diferencia existente entre
los grandes estancos urbanos y los pequeños situados en zonas rurales,
por ejemplo. Cualquier cambio que se produzca siempre será más difícil
de acometer y superar en estos últimos, ya que generalmente hay menos
personal, peor equipamiento tecnológico y menor rentabilidad", advierten
desde la patronal.
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