viernes, 31 de mayo de 2019

Contra todo derecho / Ramón Cotarelo *

Comienza otra dura batalla jurídico-política ahora entre los eurodiputados catalanes y el Estado en sede europea. El conflicto España/Catalunya está ya en el centro del Europarlamento y antes de haberse constituido. De la mano de dos exiliados y un preso político. Maravilloso. Como siempre: España, el enfermo de Europa. Y, con médicos como Borrell, pronto cadáver.

El listado que tenían los guardias para negar la entrada a Puigdemont y Comín y (de haberse presentado, Junqueras) es obviamente un mandato de la presidencia con carácter preventivo, expeditivo, para ahorrarnos tonterías. Entran todos los electos españoles menos los tres catalanes. Se acabó. La legalidad de estas prohibiciones será impugnada por los abogados de Puigdemont que vienen cosechando una decisiva serie de victorias frente a un Estado español jurídicamente destartalado. 
 
El propio Estado, como suele, ayuda a deslegitimarse pidiendo ahora al Parlamento europeo que suspenda las acreditaciones personales de todos los españoles hasta que se tenga la relación completa tras la preceptiva jura de Santa Gadea. Entre otras cosas, porque aún no ha terminado el recuento que, por otro lado, está salpicado de irregularidades. Ya saben, el habitual humor negro español. Humor, pero negro.

El Europarlamento trata de quitarse la patata caliente cuanto antes. Pero no lo conseguirá. El mero hecho de haber negado la acreditación arbitrariamente ya lo involucra en la pugna jurídica que empieza. La pugna por el estatuto de los eurodiputados, sus derechos e inmunidades. Será larga. Y políticamente explosiva porque el Parlamento no podrá evitar las mociones de unos u otros grupos pidiendo debate sobre la cuestión catalana que afecta a tres de sus miembros.

Este atropello coincidió con la presentación del informe de los relatores del grupo de trabajo de la ONU, que es absolutamente demoledor para España. Tendrá el valor jurídico que tenga respecto a las obligaciones del Estado español, pero políticamente es otra bomba. Una bomba y un torpedo. Una bomba sobre toda la gestión política del proceso, para entendernos, la gestión "descabezadora" y un torpedo en la línea de flotación del buque de lo penal del Supremo, que comenzó con aires de nave capitana de la flota de la justicia y ha terminado como un barco de los locos, de aquellos que las ciudades llenaban de orates, los llevaban mar adentro y los hundían con su pasaje.

Un torpedo point blank en la sentina de esta farsa judicial que, según el mismo informe, jamás debió iniciarse y que solo cabe solucionar anulando la causa, liberando a los presos e indemnizándolos. Gran alegría en casa de Palinuro, en donde se ha defendido esta opinión desde el principio. Porque sus señorías no se han dejado derecho fundamental de los acusados por zarandear ni norma procesal aplicable por retorcer malignamente.

Y justo ese inmenso sopapo jurídico suena en el angustiado silencio de una sala de lo penal en la que los magistrados y resto del público no dan crédito a lo que están viendo en la pantalla. Si quieren ustedes un relato impresionante de esas horas de visionado de la barbarie, en serie, salvajada tras salvajada, vayan a la crónica de Josep Casulleras en Vila Web, Un silenci estremidor a la sala i uns ulls com taronges dels magistrats

No se trata solo de que, como resalta Casulleras, allí sonaban las declaraciones de los policías y guardias civiles negando unos hechos que eran patentes, que estaban grabados. Se visibilizaba lo que todos sabíamos desde el comienzo, magistrados incluidos, que la violencia fue la del Estado contra votantes pacíficos que no ofrecieron resistencia y fueron salvajamente agredidos/as. 

Y lo sabíamos todos porque todos llevamos meses viéndolos en las redes, magistrados incluidos. Así que, ¿por qué ha sido tan estremecedora la experiencia? Porque, en esta ocasión, el público ha contemplado los vídeos en pantalla grande, sistematizados, contextualizados, explicados y, sobre todo, seguidos, uno tras otro.  
 
Con su decisión de desvincular la prueba oral del visionado de los videos pertinentes en cada momento para aquilatar la veracidad del testimonio, que debió de parecerle muy inteligente, el juez Marchena consiguió lo contrario de lo que quería: evitar dar la impresión de que la farsa judicial fuera una cobertura de un montaje político-policial.

Exactamente lo contrario. No está mal si aprovecha el contratiempo y absuelve de plano a los acusados, con lo cual dejará claro que él ha visto por fin la verdad que los demás habíamos visto desde el principio. Ahora se lo dicen con todo lujo de detalles en un informe que desmonta por entero la farsa judicial que el Supremo se avino a continuar. 
 
Lo hizo por deseo indirectamente formulado por el Jefe del Estado en una insólita injerencia en el procedimiento, avisando de que la democracia no podía estar por encima de las leyes. Anodina obervación cuyo interés radicaba exclusivamente en su contexto y su intencionalidad.
 
 
Los/as lectores sabrán disculpar mi infantil ilusión de lucir ingenio. Ese "Valldeanos", innecesario decirlo, es una mezcla de Valls y vandeanos, los contrarrevolucionarios de la Vendée).

Aquí, mi artículo de anteayer en elMón.cat, titulado Catalunya vota independència. Se escribió el martes, el mismo día en que la alcaldesa Colau colgaba un vídeo de más de seis minutos, aparentemente espontáneo y sincero, pero en el que todo estaba medido al milímetro. 
 
Un prodigio de retórica seudoizquierdista que trata de trasladar el eje independencia/no independencia, dominante en Catalunya, al de izquierda/derecha. Lo que se busca con él es la ruptura del bloque independentista al servicio del unionismo. Y la retórica no oculta el oropel del empeño, consistente en:

a) asegurar que Colau siga mandando en Barcelona. Su proyecto es exclusivamente personal. Se ve en el interés en negarlo.

b) Romper la unidad independentista con el cuento del izquierdismo "municipalmente eficaz". Astuta forma de ponerlo: ha de ser "izquierdismo", para poder excluir a JxC y dividir a los indepes, y "municipal", para limitar el izquierdismo de ERC al ámbito local y no permitir que se toque el catalán, el estatal, y haya que hablar de presos, exiliados, 155, represión, arbitrariedad. 
Porque, si hay que hablar de eso, el PSC, responsable de todo ello, sobra, y presentarlo como izquierda en Catalunya es un insulto. Y no hablemos de qué medios piensa valerse Colau para conseguir que ERC se siente a gobernar con quienes tienen a su presidente en la cárcel.

c) Rebajar la política basada en principios, por los que la gente pone en juego su libertad, su patrimonio, su vida familiar, a la política de reparto de cargos y prebendas. Disfrazada, además, de "eficaz".

Así que dediqué el post de ayer al vídeo de Ada Colau con el título Desvergüenza. Una vez leído, supongo, se entiende mejor el artículo de elMón.cat, del que sigue la versión castellana.

Catalunya vota independencia

En la noche electoral del 26M hubo dos silencios curiosos, dos incomparecencias, dos ausencias en valoración de resultados. Una fue la del responsable de Unidas Podemos para interpretar los resultados estatales y la otra, la del responsable del PSC para hacer lo propio con los catalanes. 
 
La primera fue muy comentada y se atribuyó a la decepción que los dirigentes morados. De la segunda, no se habló. Sin embargo, la significativa era la segunda porque era la que tenía que dar cuenta del terremoto que se había producido: el independentismo rebasa el 50% del electorado y roza la mayoría absoluta.

Pablo Iglesias compareció al día siguiente y, atribuyendo el retraso a la necesidad de recoger información, reconoció los malos resultados, regañó a Monedero y se reafirmó en la justeza y oportunidad de las políticas que el electorado español había rechazado. Igual que los demás perdedores de la jornada: todos iban en la buena dirección y sentido correcto, como si fuesen una disciplinada unidad de caballería. Eran los electores quiene iban en sentido erróneo.

Al día siguiente también compareció Miquel Iceta con un verdadero grito de guerra: "haremos lo que sea necesario para que Barcelona no tenga un gobierno independentista". Este rotundo propósito, seguramente emanaba de una previa consideración no formulada expresamente: al independentismo, ni agua, que ha ganado las elecciones. Por eso no hubo comparecencia del PSC sobre Catalunya en concreto, porque el resultado era muy evidente: victoria independentista arrolladora en las municipales y en las europeas.

Por eso, los socialistas muy y mucho catalanes no darán ni agua al independentismo triunfante. Ni aire le dejarían para respirar si pudiesen. Harán "lo que sea" para impedir el su acceso al gobierno local más simbólico de Catalunya y el único en el que el PSC, crecido a la pantagruélica cifra de ocho concejales, puede hacer algo. ¿Qué? "Lo que sea". 
 
¡Cómo suena eso en el país de las cloacas del Estado, la policía política, la guerra sucia contra Catalunya, los fiscales afiladores y los ministros de "Asuntos catalanes"! ¡Cómo suena en un país con presos/as y exiliadas/os, embargados/as políticas, cargos públicos procesados a docenas, montones de concejales expedientados administrativamente!

Catalunya ha votado independencia de forma aplastante en las dos elecciones. En las Europeas ha enviado al Parlamento de la Unión a los dos líderes indiscutidos del independentismo, sacándolos del exilio y la prisión, aparte del consejero Comín. Ha trasladado la lucha por los derechos de los catalanes al corazón de Europa y si el Estado trata de menoscabarlos, entrará en conflicto con el Europarlamento. Lo farà, sin duda, y acabarça por hundirse como Estado democrático de derecho.

Las elecciones municipales han sembrado el país de ayuntamientos independentistas. Con la abundante diversidad típica de los gobiernos locales, pero todos independentistas, de ERC o de JxC, que es lo que importa. La batalla de Barcelona tiene una importancia simbólica grande, pero no definitiva. En Barcelona vive el 21,7% de los habitantes. El otro 78.3% lo hace en el resto de los 947 municipios de Catalunya casi todos independentistas, excepto la cincuentena del PSC, los cuatro o cinco del PP y los cero alcaldes de C’s, el partido español más votado en Catalunya.

La importancia política de Barcelona radica también en que es en donde el unionismo quiere marcar la pauta jugando con la dualidad izquierda/independendencia, sin ser la una ni la otra. La izquierda catalana no independentista en Barcelona se concentra en los comunes/podemos y su misión es cerrar el paso al independentismo con un pacto como el que los podemitas quieren en Madrid. Iglesias trata de garantizarse un ministerio ofreciendo un pacto en Barcelona entre los Comunes, el PSC y C’s, que deje fuera a los independentistas. 
 
Por eso prometió la Constitución el domingo pasado con un “por la democracia, por los derechos sociales y por España”. Todos se han quitado ya la máscara y, detrás del “izquierdismo” podemita aparece el viejo nacionalismo castellano/español que, tratándose de Catalunya, hermana a los fascistas con los progres. 
 
Por si alguien lo dudaba, la cipaya Colau por fin habla claro: no quiere acuerdos con JXC porque son de derechas, ni con ERC porque son independentistas. Así se trata de una mujer española que, como su líder Iglesias, solo quiere un cárrec, una alcaldia, un ministerio, aunque sea de Marina.
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
 

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