Pasan los años y los grandes consensos de la sociedad catalana se
mantienen. Con ruido y con mentiras desde hace alrededor de una década,
con violación de derechos y degradación de la democracia desde al
menos cinco años, y con represión, violencia y prisión evidente desde el
referéndum del 1-O de 2017.
Pero los consensos sobre
la educación o la lengua y, sobre todo, respecto a la necesidad de
abordar el conflicto entre Catalunya y España con un referéndum siguen
inamovibles con un 78,7% según la encuesta del CEO dada a conocer el viernes.
Cuatro de cada cinco catalanes lo siguen defendiendo y se muestran a favor del referéndum. En su bola mágica, Pedro Sánchez
ha sostenido este sábado en Sevilla que la independencia de Catalunya
no se producirá porque los catalanes no la quieren. No le voy a discutir
algo que igual lleva razón, aunque tenga un punto de vista radicalmente
diferente al suyo en una situación como esta. Eso no es relevante.
No creo que sepa lo que quieren los catalanes mejor que los mismos
catalanes. Lo significativo es esta actitud paternalista de visionario:
"los catalanes no la quieren".
Alguien debería enseñarle a Sánchez todas y cada una de las encuestas
que reiteradamente señalan que alrededor del 80% de catalanes avalan el
referéndum de independencia. ¡Pero es que el 59,9% de los votantes
socialistas del PSC lo avalan! Y un porcentaje de alrededor del 40% de votantes de PP y Ciudadanos también creen que esa sería la fórmula, según el CEO.
Siempre me ha hecho gracia como los partidos y medios de comunicación
leen una encuesta y viene a ser algo así como la noche electoral. Este
sábado, El País abría su portada con la encuesta del CEO, el suspenso al Govern y el retroceso en las expectativas electorales de Junts per Catalunya.
Era fruto, a su juicio, del caos en la Generalitat.
Curiosa manera de
leerlas cuando el principal beneficiado es Esquerra, que también está en
la Generalitat con el 50% del Govern y en muchas de las carteras claves
y, en el caso de los republicanos, las encuestas le pronostican la
victoria en los pocos electores de abril y mayo.
Pero a lo que
íbamos: ¿Qué decía en la portada del 78,7% a favor del referéndum? Ni
una palabra. Reconocerlo significaría tanto como dar al traste con el
falso discurso de la división de la sociedad catalana y la ruptura de
las familias.
(*) Periodista y director de La Vanguardia
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