Quince años ha tenido que esperar José María Aznar para volver protagonizar un mitin del Partido Popular en Barcelona. El tiempo que Mariano Rajoy
ha liderado la formación conservadora y la enemistad entre ambos le
llevó a refugiarse en la FAES y, desde allí, intentar como fuera asaltar
el PP.
Rajoy tuvo a raya a Aznar pero hoy las tornas han cambiado y,
para Pablo Casado, el de Pontevedra es un peso muerto. Los años
transcurridos no han cambiado ni el discurso de Aznar ni sus fantasmas,
que siguen siendo los mismos: ETA, la kale borroka, los batasunos... con
el añadido prêt-à-porter de las derechas: los golpistas, los sediciosos, los independentistas... Menú del 2003 adaptado al 2019. Todo, según el guion.
Aznar se siente, que diría Pep Guardiola, el "puto amo" del PP y de
sus, digamos, escisiones: Ciudadanos y Vox. En el caso de Barcelona,
además, la candidata, Cayetana Álvarez de Toledo, es
una de sus protegidas desde siempre. La marquesa es una aznarista
convencida y como tal representante de un sector que difícilmente puede
ser ya tildado de conservador sino de derecha extrema.
El paso del
tiempo se nota, sobre todo, en una cosa: el PP es un partido más
residual de lo que era hace unos años en Catalunya y sus actos reúnen un
público igual de entusiasta pero más reducido.
El primer dia de campaña oficial en Catalunya ha sido una continuidad de la precampaña. La derecha española contra Pedro Sánchez y, este, alimentando el discurso del miedo a un gobierno de Casado-Rivera-Abascal.
Todo demasiado previsible.
Por extraño que parezca, los esfuerzos de
los partidos españoles por centrar la campaña en atacar el
independentismo catalán pueden ser en balde. Las acusaciones son tan
exageradas e imprecisas que les dejan un enorme terreno de juego.
La
clave, en todo caso, residirá en la movilización del 50% de la sociedad
catalana que les hace confianza pero que en las elecciones españolas se
retrae de acudir a las urnas o presta su voto a otras formaciones.
Ese es el principal trabajo de los partidos independentistas:
convencer a los suyos que las elecciones del 28-A son tan importantes
como las del 21-D.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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