Según expertos electorales y viendo el reparto de escaños realizados
por el sondeo del CIS, 250 escaños ya están prácticamente repartidos
entre PSOE (que se llevaría la mayor parte), Partido Popular,
Ciudadanos, Podemos y Vox, por este orden, según su numero, y los que
quedan por repartir, que serían solo un centenar.
De ese centenar de
escaños, no muchos irán a parar al PSOE como partido más votado, aunque
durante mucha elecciones anteriores su destino natural ha sido el
Partido Popular por su poder e influencia en las zonas rurales, en
provincias pequeñas, que solo tienen tres diputados a repartir ahora
entre cinco partidos, según una Ley Electoral pensada para el
bipartidismo: PP y PSOE. Ahora con la derecha dividida el resultado es
una incógnita.
Durante mucho tiempo, los territorios rurales han sido una fuente
segura de escaños para el Partido Popular (PP). Sin embargo, para las
elecciones del 28 de abril, la derecha se presenta dividida, en tres
frentes. Esto significa que muchos escaños de ese centenar que se juegan
el 28 de abril en lo que se llama la “España vacía” están
disponibles, para ser repartidos entre cinco partidos y, en una pelea
abierta entre PP, Ciudadanos y Vox. Desde hace meses los políticos han
desarrollado un repentino interés por los asuntos rurales, por el campo
y por la vida en centenares de pueblos abandonados.
El gobierno socialista de Pedro Sánchez debatía el mes pasado, 70
propuestas destinadas a detener la despoblación, que van, desde el
establecimiento de instalaciones militares a unas conexiones a Internet
mucho mejores que las actuales. Albert Rivera, líder de Ciudadanos (C's)
proponía una bajada de impuestos y, hacia campaña electoral conduciendo
un tractor. Pablo Casado, inspeccionaba plantaciones de tomates en la
provincia de Almeria. y, Vox, realizaba una llamada para la protección
del toro, del toreo y de la Caza, tres actividades olvidadas por el
resto de los partidos políticos.
Ese repentino interés por lo rural, por el campo, por los pueblos y
las comarcas vacías, comenzó hace varias semanas en plena precampaña
electoral, cuando más de cincuenta mil personas se plantaron en Madrid
para reclamar interés y planes concretos para lo que han llamado la
“España vaciada”, la España despoblada de la que nadie se ocupa y que
malvive en pueblos abandonados y en comarcas olvidadas.
La manifestación,
incluso, ocupaba el interés de un semanario de poder e influencia como
The Economist como si se tratase de un auténtico acontecimiento político
decisivo en la campaña electoral para en unos territorios que decía
recuerdan Laponia, o las Altas Tierras de Escocia.
Fue el día de “la rebelión de la España vaciada” que se trasladó a
Madrid para dar un aldabonazo al abandono de los políticos. Sus
pancartas y carteles eran un muestrario de topónimos poéticos, pero
sus peticiones eran prosaicas.
Villamayor del Rio quería una farmacia,
Orihuela del Tremedal necesitaba una conexión a Internet más rápida,
Aranda del Duero pedía una mejor infraestructura. Además se gritaba
contra la marginación de pueblos y comarcas ; “Almanza resiste”,
“Fuentes de Béjar existe”, como también lo hace Arévalo de la Sierra y
El Royo. “Nos sentimos algo abandonados, necesitamos médicos”, contaba,
una asistente social de Las Parras de Castellote (cuya población ha
descendido de 86 a 57 desde 2004) en las montañas del Maestrazgo de
Teruel.
Un fenómeno producido, por una urbanización que ha llegado tarde y
que a medida que los españoles se agrupaban en Madrid y en las costas,
una gran extensión de llanura central se quedaba con la densidad de
población más baja de Europa, comparable solo a la de Laponia o zonas
de Siberia en Rusia. Pueblos vacíos habitados, sobre todos por ancianos,
sin jóvenes y sobre todo, sin niños que ni siquiera encuentran colegios…
En un libro de éxito de ventas de 2016, “La España Vacía”, que fue
el que hizo popular este término, el periodista y escritor Sergio del
Molino argumentaba que esa España “nunca estuvo llena” y que este
desequilibrio demográfico viene de antaño. Los que dejan el campo para
irse a la ciudad, lo hacen en busca de oportunidades que la vida rural
no puede ofrecer.
Es caro proveer a las poblaciones pequeñas con
servicios públicos; pero si no se hace nada al respecto, la atmósfera
festiva de la manifestación en Madrid se puede convertir en algo
parecido a los agresivos chalecos amarillos de Francia.
Dice Sergio del Molino que la España vacía para un madrileño serían
las tres horas que van de Madrid a Gandía la España vacía es un mapa
arbitrarío. Serían las dos Castillas, Madrid (salvo la capital, que es
“un agujero negro ” ), Extremadura, Aragón, un poco de Murcia, norte de
Andalucía, de Valencia y del interior de Galicia. Es un territorio muy
extenso y en él vive muy poquita gente. Si quitas las capitales de
provincia viven solo 4 millones de personas en todo ese territorio.
Nuestro sistema electoral, con su división por circunscripciones,
distorsiona el reparto de escaños y hace imposible la proporcionalidad
en las regiones despobladas. Dicho de otra forma: no es que todos voten
al PP o que voten al PP en una proporción mayor que en las ciudades,
sino que cualquier opción que no sea el PP tiene mucho más difícil
lograr escaño porque el sistema se comporta como mayoritario y no
proporcional, y en lugares como Soria o Teruel deja fuera del parlamento
el 40% de los votos, mientras que en Madrid no llega al 3%
Ahora esos
100 escaños que quedan por repartir y ese 40% de indecisos que dan las
encuestas puede distorsionar todo…
(*) Periodista y economista
No hay comentarios:
Publicar un comentario