Como siempre. Como en la batalla del
Ebro, en la que la República perdió la guerra. Como en la lucha
antifranquista. Por eso los fascistas vuelven al asedio. En unas partes
del Estado, como Andalucía, están ya en el Parlamento. En otras, se las
prometen felices, según los sondeos.
Y, como siempre, Catalunya resiste. Desembarcan los fasci di combatimenti en
Barcelona a modo de escuadras imperiales, a escenificar la reconquista.
Cinco mil aguerridos patriotas españoles que no dieron ni para llenar
una plaza. Los resultados andaluces son impensables en Catalunya. Y los
que se produzcan en su momento en Madrid y otros lugares, probablemente,
también.
Prácticamente
toda la política española gira en torno a Catalunya, sin que nadie
hasta ahora haya hecho una observación elemental: si eso es así, y lo
es, si todo el país gira en torno a Catalunya, al conflicto catalán,
algo se ha hecho rematadamente mal. Y sigue, cuando sería obligado parar
y decretar un periodo de reflexión que explorara las posibilidades de
una negociación. La propuesta del Presidente Torra va en esa dirección.
Pero
será inútil. El sistema español del 78 no admite variante alguna en el
fondo ni en la forma. Los tres partidos de la derecha rivalizan en
catalanofobia. Los de Vox piden la ilegalización de los partidos
independentistas; los de C's quieren cerrar todos los medios de
comunicación públicos y cargarse la inmersión lingüística; el PP, por
boca de su candidata Cayetana Álvarez de Toledo, añora la época en que
los antepasados de esta, los Alba, "se comían a los separatistas
crudos". Y era verdad. No a los separatistas catalanes, sino a los
flamencos.
El
PSOE no está dispuesto a hablar de nada con los independentistas y
lleva puesta la canana y enfundado el Colt 155. Los de Podemos siguen en
el limbo: piden un referéndum pero se apresuran a decir que votarán que
no a la independencia y ni esto es seguro, porque al ser el referéndum
necesariamente pactado con el Estado, lo único seguro es que no habrá
referéndum. Puro limbo.
Toda
la política española gira en torno a Catalunya con ánimo cerradamente
negacionista. Negacionista de cualquier posibilidad de acuerdo. En
Catalunya, sin duda, hay una mayoría independentista, diga lo que diga
el presidente Sánchez, y más abultada de lo que se cree.
Imposible
saberlo porque quien lo niega, el mismo presidente Sánchez, prohíbe la
realización de un referéndum, única posibilidad de saber de qué se
habla.
Y,
sí, una mayoría independentista que probablemente ronde ya el 60%. Por
eso niegan los unionistas el referéndum y proceden a una política de
represión y sojuzgamiento de Catalunya. Con ello, lo que consiguen es
que al 60% de secesionistas se sume el 40% restante de "secesionados" o
empujados a la secesión por la tiranía de la metrópoli.
(En otro momento hablamos del factor colonial).
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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