MADRID.- La ministra de Economía, Nadia Calviño, ha hecho valer sus buenos oficios y mayores influencias ante la Comisión Europea para que José Manuel Campa, antiguo secretario de Estado de Economía en la última etapa de Zapatero, sea propuesto como candidato para presidir la Autoridad Bancaria Europea (EBA por sus siglas en inglés), según publica www.lainformacion.com
La designación del profesor del IESE y actual director global de asuntos regulatorios del Banco de Santander supone un serio revés para las aspiraciones de Luis de Guindos (padrino político del murciano Carlos Egea) de presidir el Banco Central Europeo (BCE) a partir de octubre cuando vence el mandato de Mario Draghi, según publica .
La idea inicial que existía en la EBA pasaba por resolver el relevo de su anterior presidente, el italiano Andrea Enria, con la promoción de una mujer que compensara la salida de la francesa Danièle Nouy como máxima responsable ejecutiva del Mecanismo Único de Supervisión (MUS).
El BCE decidió en noviembre que Enria sustituyese a Nouy al frente del
organismo encargado de vigilar el control de solvencia de las grandes
entidades bancarias en Europa, cargo para el que también se había
postulado el nombre de la irlandesa Sharon Donnery, subgobernadora del Banco de Irlanda.
La cadena de mando en el seno de las instituciones financieras comunitarias trata de impulsar el reparto de cuotas en materia de género
con el fin de trasladar un mensaje de igualdad y diversidad que sirva
luego para pregonar con el ejemplo en todo el sector bancario.
Dentro de
este marco de actuación algunas entidades han empezado a recoger el
guante de los supervisores como es el caso de la filial del Grupo Santander en España, cuya presidencia está siendo ahora motivo de debate interno, pero en la que Ana Botín quiere colocar preferentemente a una mujer que bien podría ser Belén Romana.
La posibilidad de remplazar a Andrea Enria
con una mujer al frente de la EBA ha estado sobrevolando estos últimos
meses en el seno de la Comisión y el Parlamento Europeo pero las
alternativas existentes se reducían a tres hombres; el propio Campa y
los candidatos de Hungría, Adam Farkas, y de Francia, Eduard Fernández-Bollo.
Sin embargo, ha sido una mujer la que ha inclinado la balanza a favor
del aspirante español porque la nominación del antiguo secretario de
Estado ha estado exclusivamente inspirada por Nadia Calviño, quien ha hecho valer el ascendente que atesora entre la clase dirigente de Bruselas.
El
historial de José Manuel Campa ha ayudado también en el empeño de la
ministra de Economía, pues no en balde el futuro presidente de la EBA
fue uno de los componentes del grupo de expertos dirigido por el
gobernador del Banco de Finlandia, Erkki Liikanen, para estudiar
la reestructuración del sector bancario europeo.
La reforma estructural
del mercado financiero es un elemento básico para entender las
atribuciones y capacidad operativa de la Autoridad Bancaria Europea, que
es el organismo encargado de establecer las normas y coordinar los test de estrés que regularmente se vienen realizando a todos los grandes bancos sometidos a regulación del BCE.
Una sensación agridulce
La designación de Campa, que tendrá que superar el 'hearing' o vista pública de la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo, supone un espaldarazo para la representación de España en los organismos internacionales, pero ha dejado un cierto sabor agridulce
al principal abanderado con que nuestro país cuenta en las
instituciones supranacionales del sector financiero comunitario.
El
vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, es realmente el gran perdedor de este nombramiento que implica una competencia directa para las aspiraciones del exministro de Economía a la hora de suceder a Mario Draghi en lo más alto del máximo órgano de regulación y control del mercado de crédito en Europa.
La carrera para lucir la corona del que está considerado como ‘el salvador del euro’
se disputa todavía entre bambalinas pero el gran teatro de operaciones
que manejan preferentemente Francia y Alemania no tardará en oficializar
sus primeras funciones.
La primera vuelta de reconocimiento se ha
completado hace pocas semanas con la nominación del irlandés Philip Lane para sustituir al alemán Peter Praet como economista jefe del BCE, lo que podría inducir un cierto interés por parte de la canciller Angela Merkel en compensar con creces esta baja designando a uno de sus compatriotas como futuro relevo de Draghi.
La
opción alemana para presidir el BCE es un clásico que se repite de una
manera natural siempre que llega la vez, pero en esta ocasión el proceso
de sucesión está directamente vinculado con las elecciones europeas del 26 de mayo.
Merkel se muestra más proclive a poner en valor sus plenos poderes en
la Comisión Europea y arramplar con una apuesta decidida por el líder del Partido Popular en la Eurocámara, Manfred Weber.
En este supuesto la candidatura francesa al BCE tomaría carta de
naturaleza con dos aspirantes más o menos declarados, como son el
gobernador del Banco de Francia, François Villeroy de Galhau, y la directora gerente del FMI, Christine Lagarde.
Ante este elenco de rivales la capacidad de Guindos
para escalar a la cima del BCE se enfrentaba a una verdadera prueba de
fuego, pero la sola idea de medir fuerzas con los primeros espadas del sistema financiero internacional
merecía, cuando menos, la oportunidad de intentarlo.
El complejo
equilibrio de poderes entre las principales locomotoras comunitarias
facilita a veces opciones alternativas en las que un tercero puede
resultar beneficiario, ya sea como ganador de un envite o colocado para el siguiente.
Guindos
no tenía hasta ahora nada que perder como candidato y su actual cargo
de vicepresidente alentaba perfectamente sus aspiraciones a ojos de la
analistas más acreditados. La llegada de Campa a la presidencia de la
EBA ha supuesto un cambio radical del panorama porque España se
ha cobrado una cuota interesante de poder de la que el propio exministro
de Economía forma parte.
En estas condiciones se puede asegurar que Guindos no tiene ya nada que ganar y cualquier afán por ascender en el BCE se antoja ahora mismo como una quimera, cuando no una temeridad.
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