La cobertura informativa de la política debería estar muy centrada en
la fiscalización de la acción del gobierno, ya sea nacional, autonómica
o municipal, y en las propuestas de los partidos para resolver los
problemas de los ciudadanos. Sin embargo, se tiende a acentuar los
aspectos de pura confrontación mediante narrativas que son más propias
de una competición deportiva.
Ponemos más énfasis en especular sobre
quiénes están mejor posicionados para vencer en las urnas que en
analizar las ideas y los datos o en confrontar lo prometido con lo
hecho. Dicho todo eso, es difícil centrarse en lo relevante cuando la
cita en las urnas se acerca vertiginosamente y la confrontación explota,
ya no entre los teóricos adversarios, sino en el seno de los partidos
políticos, con todo tipo de disputas cainitas.
La fractura abierta en
Podemos con la espantada de Errejón evoca de inmediato aquella célebre
frase de Konrad Adenauer: en política hay enemigos, enemigos mortales y
compañeros de partido. A izquierda y derecha, todas las formaciones
saben que proyectar división interna al electorado es poco menos que un
suicidio político.
De ahí que las alarmas hayan saltado en las
organizaciones territoriales de Podemos, incluida la de la Región de
Murcia, donde al mismo tiempo han quedado a la vista las discrepancias
de los 'pablistas' con el secretario general, el errejonista Óscar
Urralburu, a cuenta de las fallidas negociaciones con IU para las
autonómicas y municipales de mayo. «¡Al suelo, que vienen los
nuestros!», que decía el exministro Pío Cabanillas.
La cuesta abajo
arrancó con el 'pacto de los botellines' entre Pablo Iglesias y Alberto
Garzón, que resituó el proyecto en coordenadas ideológicas y orgánicas
más propias del antiguo PCE. Ya cada vez queda menos de esa formación
que se inspiró en el 15M, que tenía vocación de transversalidad y que
aspiraba a mayorías sociales. Bastante logrará Urralburu si repite
resultados. Los suyos se lo han puesto crudo.
Sin duda, no hay
mejor pegamento que la ocupación del poder o la expectativa realista de
que está al alcance de la mano. En el PP y el PSOE regional aprietan las
filas porque en esta ocasión todo está en el aire. Ambos tienen como
objetivo ser la primera fuerza porque, llegado el caso, Ciudadanos
podría pactar con cualquiera de los dos, aunque tras los comicios
andaluces ser la fuerza más votada ya no garantiza el gobierno.
Disciplinadamente, los populares centran todos los balones al área para
que remate a puerta Fernando López Miras, que para poner las pilas a su
gente ha recalcado que nadie tiene su puesto asegurado en las listas y
anticipa una profunda renovación con mucha presencia de independientes.
Un toque de atención que, unido a la incertidumbre del resultado, ha
puesto a todos a correr y de los nervios a más de uno.
Mientras, en el
PSOE murciano se encara la cita electoral con la cohesión interna que
faltó en décadas. La labor de González Tovar, que puso fin a las guerras
intestinas y contribuyó a recuperar poder municipal, ha continuado con
Diego Conesa, un socialista moderado que está convencido de que será el
próximo presidente murciano. Como en el conjunto del partido se ha
interiorizado que será ahora o nunca, a día de hoy nadie agita el
avispero. Ya se encarga de vez en cuando Pedro Sánchez de ponerlo
difícil. Si no se gana, otro gallo cantará.
Por su condición de
comodín imprescindible, Ciudadanos es el único partido que, vistas las
encuestas y salvo sorpresa mayúscula, formará parte del próximo gobierno
autonómico. Eso debería proporcionarle cierta tranquilidad de ánimo,
pero la pachorra con que Albert Rivera conduce las primarias para elegir
candidatos está poniendo cardiacos a algunos pretendientes a la corona
naranja en la Región.
Desde Madrid se acaba de hacer un fichaje clave en
el organigrama, alentando el runrún interno de que se estaría buscando
un candidato alternativo al actual portavoz en la Asamblea, Miguel
Sánchez. Lo que suceda ocurrirá deprisa y sin tiempo para desatar un
perjudicial alboroto interno: siete días durará el proceso de primarias.
Pese a todas las expectativas suscitadas, quien parece no encontrar
candidatos con cierto peso político es Vox, al menos para los
ayuntamientos de Murcia y Cartagena, y para la presidencia de la
Comunidad.
Y aún así es muy probable que le haga un buen roto al PP y,
sobre todo, a Somos Región, cuyo único activo diferencial es su
candidato Alberto Garre. Los impulsores de Vox no habrán hecho
segmentación psicográfica, una costosa técnica de marketing aplicada a
la política que se utilizó a gran escala en el referéndum del 'Brexit' y
en las presidenciales de Estados Unidos para manipular a la opinión
pública, pero saben bien a quién dirigen sus mensajes, tan básicos como
efectivos.
No sé si es pura intuición o es que aprenden muy rápido, pero
ya dominan algunos de los peores modos de la derecha extrema,
antisistema y sin complejos que abandera Donald Trump. Aquí, en la
Región, los dirigentes de esta 'derechita valiente' ya han demostrado
que, en caso de quedar en evidencia, su respuesta no será reconocer los
errores sino atacar al mensajero.
(*) Periodista y director de La Verdad
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