MADRID.- En una antigua finca de la alta sociedad toledana se fraguó el cónclave que ha puesto en solfa el liderazgo
del líder del «partido de la gente corriente». Un hotel que perteneció
durante el siglo XVIII a un célebre músico conocido por Señor de
Caravantes fue el escenario de una conjura de once líderes territoriales, un hecho inédito en la historia del partido, y que agrava la crisis de liderazgo de Pablo Iglesias, recuerda hoy El Mundo.
La jerarquización vertical del partido sufre un intenso seísmo, que
incluso obligó a la cúpula nacional a rectificar -tras la presión de los
barones- su negativa a negociar con Íñigo Errejón. Una rectificación que llegó días después de que Manuela Carmena y Ada Colau doblaran el pulso al líder de Podemos, logrando vía libre para hacer y deshacer al margen de la formación morada sus equipos para Madrid y Barcelona. Desaires, todos ellos, que erosionan, debilitan el liderazgo.
«Hay
que generar un equilibrio de poder. Esto es clave. Porque si no, ocurre
lo que hasta ahora, que las decisiones las toma una minoría desde un
sillón de Madrid. Y la realidad de España es compleja y difícil de
interpretar», explica a este diario uno de los líderes territoriales de
Podemos, y que asistió a esta reunión trascendental.
«Hay una
desconexión municipal-autonómica-estatal, no hay contrapoderes,
balanceo. Y así, un resfriado en Madrid es una pulmonía en todo el
país», resume otro secretario general autonómico. «Los líderes
territoriales se han empoderado. Y eso es positivo».
Todos
los dirigentes consultados señalan que en el ámbito político sí hay
autonomía, pero que «los problemas empiezan a nivel organizativo.
En lo
interno. Las injerencias a la hora de negociar los equilibrios en un
territorio». Un ámbito, el organizativo, cuyo máximo responsable es Pablo Echenique, secretario de Organización.
Por tanto, en cierta manera, además de en Iglesias, el foco se pone en él.
Frente a la decisión unilateral de Iglesias de confrontar en Madrid con Errejón -que renunció a la marca Podemos para aliarse con la plataforma de Manuela Carmena-, los líderes territoriales convocaron una reunión.
Hasta aquí nada extraño.
En ocasiones anteriores ha habido reuniones,
como recuerdan los líderes consultados, sobre todo de direcciones de
comunidades limítrofes, para pactar una política común sobre el agua, la
agricultura o las cuencas mineras.
Lo excepcional, lo novedoso, lo que
rompe la dinámica y cerca a Iglesias: el cónclave fue al margen de la
dirección estatal; firmaron un manifiesto contrario a la estrategia de
Iglesias; hicieron pública su discrepancia; al encuentro acudieron
líderes pablistas.
«Toledo tuvo un efecto. La dirección adelantó el Consejo Ciudadano Estatal
del sábado al miércoles porque veían que podían pasar más cosas. Es
más, vieron que si pretendían una votación sobre confrontar o no con
Errejón, la podían perder», expone uno de los asistentes.
«Es
positivo que haya más de una voz y que Podemos tenga una visión más
territorial. El partido será más fuerte cuanto más arraigo territorial
tenga y más descentralización», analiza Daniel Ripa, secretario general de Asturias.
Además de presionar a Iglesias para buscar la «unidad» y «no
competir» con Errejón, los barones intensificaron su petición de
autonomía; capacidad de decisión. «Es necesaria más autonomía, pero
siempre en consonancia con los documentos de Vistalegre II. Necesitamos
lealtad para hacer política de forma autónoma», desgrana José García Molina, líder de Castilla-la Mancha, y anfitrión del cónclave de Toledo.
El
documento político de Podemos recoge «el derecho a decidir a la interna
para que, a diferencia de lo que ocurrió en Vistalegre I, la decisión
sobre cómo acudir a las siguientes elecciones municipales y autonómicas
se tome de manera soberana en cada territorio».
Sin embargo, todos los
líderes regionales consultados demandan más independencia, capacidad de
decisión.
«Los
documentos de Vistalegre II ya recogen la descentralización. Hemos sido
lentos. Se ha ido haciendo, pero no se ha materializado de forma
suficiente. Las direcciones autonómicas están para que los debates y
propuestas se lleven a cabo fundamentalmente en los territorios», es la
visión de Molina.
«El proyecto de descentralización no está
desarrollado. Falta generar una serie de confianzas, respetarlas, e ir
hacia una organizidad mayor. No es de recibo que la dirección estatal
pase por encima de las autonómicas ni viceversa», describe un destacado
líder regional, que pide anonimato.
Para Nacho Escartín,
líder de Aragón, se trata de una cuestión «natural». «Simplemente se
constata que a cuatro meses de unas elecciones municipales y
autonómicas, en las propuestas, acciones y discursos debe tener más peso
nuestra posición dentro de un ámbito estatal. Creo que a medida que se
acerque la cita electoral, habrá más presencia de cuestiones locales».
Este hecho «natural», sin embargo, se ha visto exponenciado ahora.
Nunca desde enero de 2014, líderes territoriales se habían conjurado
para confrontar contra la dirección nacional. Ni se había vivido la dimisión de un líder afín a Iglesias -Ramón Espinar-, por no compartir su estrategia política.
Como
describen asistentes al Consejo Ciudadano Estatal (CCE) del pasado
miércoles, «hasta gente que nunca se había movido de la posición oficial
dijo lo que pensaba». «Hubo crítica, debate, opiniones sobre si la
crisis de Madrid debía ser por la vía rápida o más lenta». Escartín
considera que en el CCE «va a haber más pluralidad de voces. Hay que
hablar de cosas generales, sí, pero también es importante la
singularidad propia de cada territorio».
Asistentes al CCE
explican que además de pedir unidad, los líderes territoriales
expusieron la necesidad de saber que «mandan ellos». Pidieron
«protagonismo político-mediático». «Se evidenciaron problemas
orgánicos», resume uno de los presentes en la séptima planta de la
madrileña calle Princesa.
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