Escépticos de todo lo que acontece, tercerviistas soñadores, barones
irritados (supuestamente, claro) del PP, cuadros de Ciudadanos que
ilusamente creían que no habría acuerdo entre los azules, los naranjas y
el nuevo partido vestido de verde, la realpolitik o, para ser
más precisos, la política basada en intereses concretos que miran más el
corto plazo que a los riesgos a medio o largo plazo, el pacto, ya está
aquí. Baño de realismo con mayúscula para muchos, necesidad obligada
para otros.
Teatro del malo para una retorno al pasado que ahí estaba,
aunque haya quien predique que más vale tenerlos dentro que fuera. La
derecha se unifica y enseña los dientes bajo el lema de España es una y no 51,
y si la campaña andaluza versó sobre Catalunya la dura derecha rampante
prefiere abandonar el centro para empezar su peculiar reconquista desde
el sur.
Rivera ha hecho, seguramente, lo único que podía hacer: entregarse en manos de PP y Vox. El oportunista Manuel Valls, que ha venido declarando día sí y día también que Ciudadanos no podía llegar a ningún pacto con Vox,
ha enmudecido de golpe. Nada ha dicho en su cuenta de Twitter, a la
hora del cierre de este artículo. Decía, incluso, que antes prefería
perder el gobierno. Aviso para electores dudosos en Barcelona: las
palabras valen poco y un voto a Valls tiene un destino final incierto.
Como en Andalucía.
Pero el anuncio formal del acuerdo de este miércoles tiene una cosa
buena: han dejado de marear la perdiz y nos hemos evitado un par de
meses largos de bienintencionados o interesados tratando de impedir un
acuerdo que estaba cantado desde la misma noche electoral.
El aznarismo
rebrota y el rajoyismo languidece. El laboratorio FAES tiene trabajo por
delante: reproducir esta mayoría política en España sin que no se tiren
antes los trastos a la cabeza. José María Aznar puede
ya reunir en una mesa a sus tres caballeros blancos para aleccionarlos y
sus opiniones van a volver a pesar casi tanto como antes.
¿Y la izquierda? Pues, seguramente, marchita; al menos los
socialistas, no acertarán a saber en que lado de la historia han de
estar. Al menos, en este PSOE, donde muchos barones persiguen acuerdos
de futuro con Ciudadanos ante lo inevitable y el temor a no sumar con Podemos,
del que, por cierto, tampoco se fían.
¿Y Europa? La que veía con
espanto el acuerdo de PP y Ciudadanos con Vox tragará o mirará hacia
otro lado. Incluso es posible que Jean-Claude Juncker,
el torpe presidente de la Comisión Europea, reciba en su despacho
oficial al presidente de la Junta de Andalucía, cosa que no hizo ni con
Carles Puigdemont ni con Quim Torra. España, primero.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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