Aquí mi artículo del miércoles de elMón.cat, titulado La izquierda española y Catalunya.
Repaso a este drama de la izquierda española que no tiene modo de
entenderse con la izquierda independentista catalana, ni de recuperar su
perdida condición de izquierda en España. No quiere ser
nacional-española, pero no se atreve a ser nacional-catalana, y se queda
en el limbo, un lugar quizá adecuado a su bisoñez, pero harto incómodo
pare estos hijod de lo audiovisual, porque es como no estar en ninguna
parte.
En fin, aquí, la versión en castellano:
La izquierda española y Catalunya
La
vida política se acelera siempre en periodo pre-electoral. En el caso
de la izquierda el movimiento pasa a frenesí. Las listas electorales
traen todas negociaciones, pactos, secreteos, bambalinas. Y, por
supuesto, siempre al grito de que lo importante no son las listas, sino
los principios. El único principio válido consiste en cómo asegurarse
un puesto de paga pública para los próximos cuatro o cinco años.
En
Madrid Podemos se ha fracturado a lo largo de la sempiterna línea entre
la tradición comunista o neocomunista y la más proclive a la
socialdemocracia, mejor o peor envuelta en discursos populistas.
Podemos surgió con dos objetivos: arrebatar la hegemonía de la izquierda
al PSOE y dar voz al movimiento 15 M. No ha conseguido ninguno y el
resultado es la vuelta al eje comunismo-socialismo democrático de toda
la vida del bipartidismo que se quería combatir.
Ese
bipartidismo se convierte en monopartidismo cuando aparece la cuestión
catalana. Mirando a Catalunya, izquierda y derecha en España son lo
mismo. A los efectos catalanes, la salida de Errejón con su discurso
nacional-popular pero, en definitiva, nacional español, debilita el
sector de Podemos partidario de un referéndum pactado de
autodeterminación (que tampoco es mucho) y que ya debe de quedar
reducido a Pablo Iglesias, pues Carolina Bescansa también es partidaria
del discurso nacional-español.
En
Catalunya, la izquierda no independentista acaba de aprobar un
documento programático, sin mención a la independencia ni a la República
y en el que se limita a pedir una autodeterminación pactada. Mientras
llega el pacto, a verlas venir. Por si esto fuera poco, los comunes de
Colau han impuesto una forma autocrática de composición de listas, con
ignorancia de elecciones primarias y recurso al viejo procedimiento de
nombrar a dedo a quien quiere el jefe o jefa.
Los
miembros de la plataforma soberanista que aun quedan en Podem, están
abocados a la separación si quieren sobrevivir. La cuestión es: si para
formar un enésimo partido de la izquierda, que tiene por la unidad el
mismo respeto que por los principios o para sumarse por fin ya sin dudas
al bloque independentista.
La
izquierda no independentista es izquierda española y no puede concebir
la independencia de Catalunya. Está dispuesta a proponer una España
plurinacional, que suena un poco al “café para todos”, en clave
progresista, pero no la independencia de una parte. Eso no se permite.
Por ello, los comuns probablemente con ánimo de eliminación de
ambigüedades han decidido dejar clara su oposición a la independencia
con una propuesta que, sin duda, les resulta convincente: la de una
especie de confederación, por supuesto, en una España plurinacional, es
decir, un ser mitológico cuyo truco consiste en llamar “Constitución” a
un Estatuto de autonomía.
El
nacionalismo español sostiene contra toda evidencia que Catalunya está
dividida, fracturada por el hecho de que en su seno haya partidarios y
adversarios de la independencia. Pero esto es falso. Todas las
sociedades están internamente divididas por este tipo de cuestiones (el
Brexit en el Reino Unido, la inmigración en Suecia, el muro en los EEUU)
pero eso no quiere decir que las sociedades estén fraccionadas y en
conflicto. Como no lo está Catalunya.
El
que está fraccionado, fragmentado y sin solución es el unionismo
español y, dentro de este, el de la izquierda no independentista o
izquierda española, reducido al miserable sucursalismo del PSC o a la
dimensión exclusivamente barcelonesa y municipal de los comuns,
incapaces de ofrecer alternativa alguna válida a España o a Catalunya
que no sea asegurar sus poltronas municipales para los próximos cuatro
años.
Pero
lo más asombroso de todo es que, frente a este marasmo del unionismo de
derecha o de izquierda, el independentismo, capaz de forjar una unidad a
escala nacional, no sea capaz de forjarla a escala municipal.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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