lunes, 7 de enero de 2019

¡Abriendo la mente! / Guillermo Herrera *

Cuando estudiamos una carrera pasamos por muchos profesores y muchas asignaturas. No idolatramos a ningún profesor ni consideramos que su asignatura sea la verdad absoluta del universo, sino que procuramos extraer lo mejor de cada enseñanza, y agradecemos el trabajo de cada buen profesor.
 
La vida misma nos nutre de una gran diversidad de fuentes de información, y cada uno hace su propia síntesis personal.

Del mismo modo los periodistas tenemos la sana costumbre de diversificar y contrastar las fuentes de información para evitar el engaño, sin casarse con nadie ni con nada. Por eso yo mismo me defino como un libre-pensador independiente.

No ocurre lo mismo en el mundo de la religión y de la espiritualidad. Cada uno cree haber hallado la única verdad absoluta y el único profeta verdadero, y está dispuesto incluso a matar por ello para imponerse por la fuerza a los demás.

Todas las religiones son interpretaciones humanas limitadas de una realidad trascendente que es superior a la comprensión humana, pero dicha Realidad es superior a cualquier interpretación humana. O dicho de otro modo, Dios es más grande, infinito y bondadoso que cualquier religión humana.

Por lo tanto no existe una interpretación única que esté por encima de todas las demás, sino que cada civilización ha creado su propio sistema de creencias, y todos ellos son respetables, como respetables son las personas a la hora de aceptar o rechazar lo que estimen conveniente y oportuno.

Todos dicen la misma necedad, que la suya es la única religión verdadera y que todas las demás son falsas. Yo lo llamo analfabetismo espiritual basado en la ignorancia, el miedo y el fanatismo, y además es lo más peligroso que existe, porque todos los días asesinan a personas en nombre de esta estupidez, y encima pretenden tener razón.

Esta enfermedad sólo tiene una cura que es la información, el conocimiento y la sabiduría. Del mismo modo que el nacionalismo se cura viajando, el fanatismo se cura conociendo otras culturas y abriendo la mente.

En concreto, la medicina para curar este cáncer es una disciplina universitaria, consolidada y acreditada, que se llama “Religiones Comparadas” cuyo máximo ejemplo -a mi juicio- fue el profesor rumano de Chicago, Mircea Eliade, autor de “Historia de las creencias e ideas religiosas”, que es el mejor y mayor compendio universal jamás publicado.
 
Mircea Eliade (1.907-1.986) elaboró una visión comparativa de las religiones, hallando relaciones de proximidad entre diferentes culturas y momentos históricos. En el centro mismo de la experiencia religiosa, situó a lo sagrado, como la experiencia primordial del “homo religiosus”.

No estaría de más enseñar esto a los niños en las escuelas, como ya se hace en muchos países, avanzados para abrirles la mente, en lugar de meterles el miedo al infierno con un solo sistema de creencias.

Esta enseñanza acabaría con la polémica sobre la clase de religión, porque ayudaría a los niños a comprender y valorar el fenómeno humano universal de la experiencia religiosa, y sería la mejor vacuna contra el fanatismo.

La educación ilustrada abre la mente y despierta la conciencia, lo que a su vez nos permite cambiar la realidad de modo positivo para todos nosotros y para nuestro entorno, porque nos volvemos más comprensivos, razonables, empáticos y solidarios.

Mucho mejor si, además de estudiar la teoría, viajamos por el mundo para tratar de comprender mejor la diversidad de culturas y creencias que existen en nuestro planeta. 

¡Disfruten de la apasionante aventura del conocimiento y sean muy felices!


(*) Periodista

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