Días antes del inicio del curso escolar supimos que alumnos de sexto
de Primaria iban a cursar Ciencias Sociales con un libro en el que un
mapa situaba la ciudad de Murcia en la costa como puerto pesquero en
lugar de Cartagena. Tras el natural estupor ciudadano, los inspectores
educativos de la Administración regional encontraron más gazapos en
manuales de otras editoriales, la mayoría relacionados con la ubicación
en los mapas de los municipios y con sus denominaciones.
Errores de tan
grueso calibre no son frecuentes, pero lo cierto es que hay niños que
acuden a Primero de la ESO con un libro que ubica las salinas de
Torrevieja en la Región de Murcia mientras otro enclava el Mar Menor en
la Comunidad Valenciana.
Históricamente, las editoriales han contado con
sesudos comités científicos que supervisaban concienzudamente los
textos escolares, pero da la impresión de que esta práctica se ha
relajado, quizás por los ajustes derivados de la crisis o porque la
tendencia de los últimos años es poner más énfasis en el continente que
en el contenido, más en lo visual que en lo verbal.
Ha hecho bien la
Consejería de Educación en exigir la subsanación inmediata de errores
que son inadmisibles en nuestro sistema educativo, aunque cabe exigirle
al Gobierno regional una actitud más proactiva. No deberían ser los
padres quienes se vean obligados a dar la voz de alarma. La calidad en
las aulas comienza con el material de aprendizaje. No solo debe estar al
alcance de todos los alumnos. También debe acreditar las mayores cotas
de excelencia.
Aunque obviamente estos errores geográficos no se
circunscriben a contenidos relacionados con la Región, el equipo de la
consejera Cachá está obligado a exigir las mayores garantías de calidad
en su anunciada reunión con las editoriales. El asunto es sintomático. Y
no ayuda precisamente a mejorar los conocimientos de los alumnos
murcianos sobre su tierra. El déficit identitario en los adultos de la
Región se debe en buena parte a que los conocimientos sobre nuestro
patrimonio natural, histórico y cultural tienen un peso curricular muy
liviano en las aulas.
En más de una ocasión hemos contado cómo
acreditados especialistas, entre ellos el catedrático Francisco Chacón o
el presidente de la Asociación de Geógrafos e Historiadores de
Enseñanzas Medias, José Antonio Cabezos, son partidarios de la
introducción de una asignatura completa dedicada a la Región en los
currículos oficiales.
Habrá quien recele de estas propuestas por el
decisivo papel que los sistemas educativos han jugado en el exacerbado
sentimiento independentista en Cataluña y País Vasco, pero entre el
adoctrinamiento nacionalista en las escuelas de esas comunidades y la
ausencia casi absoluta de contenidos regionales en las aulas murcianas
existe todo un verdadero margen oceánico. Es difícil que nuestros
jóvenes valoren y cuiden nuestro patrimonio histórico y natural si no lo
conocen.
El 70% de los temarios llegan ya elaborados por el Ministerio
de Educación a las comunidades, pero la Consejería de Educación, que
tiene capacidad para ser determinante en el 30% de los contenidos
curriculares, no ha hecho hasta ahora gran cosa para favorecer el
conocimiento regional en las aulas. La apuesta ha sido potenciar
materias más globales, como matemáticas o lengua, lo cual en principio
no es una mala elección.
Fijémonos, por ejemplo, en los sorprendentes
resultados obtenidos por los alumnos vascos en el último informe PISA.
Siendo una de las comunidades con más gasto público por alumno, sus
estudiantes suspendieron en matemáticas, ciencia y lectura.
Y todo
porque las políticas educativas nacionalistas priorizaron el aprendizaje
del euskera por encima de cualquier otra cosa. Probablemente la virtud
esté en el término medio, y quizá el primer paso lo anden los alumnos de
la ESO este curso con la nueva asignatura -optativa- sobre patrimonio
regional puesta en marcha por la Administración.
No sería
mala cosa que este debate suscitado entre profesores despertara el
interés de los grupos políticos, que bien podrían analizar en la
Asamblea Regional la conveniencia de buscar fórmulas para mejorar el
conocimiento de nuestra historia y nuestra cultura en las aulas.
Si lo
que se enseña es poco, y encima viene en algunos casos acompañado de
errores garrafales, no parece que estemos en el mejor de los escenarios.
Deberíamos hacer caso a los expertos y al menos reflexionar sobre sus
propuestas porque lo que es seguro es que no hay posibilidad de apego
hacia aquello que apenas se conoce.
(*) Periodista y director de La Verdad
No hay comentarios:
Publicar un comentario