MADRID.- Alejandro Lerroux, Indalecio Prieto, José Calvo Sotelo, Ramón del Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez, Eugenio D'Ors, Joaquín Sorolla. Todos pasaron por la consulta del cardiólogo Luis Calandre Ibáñez, el último reconocido por el Gobierno con el certificado de reparación moral para las víctimas del franquismo.
Cincuenta y siete años después de su muerte, el doctor cartagenero ha sido reconocido como represaliado por la dictadura,
pero aún nadie ha borrado los consejos de guerra que cercenaron la
carrera científica y pública de uno de los más prestigiosos cardiólogos
españoles en los años treinta.
"No hay tiempo que perder", repite su nieta, Cristina Calandre, con sus esperanzas puestas en la reforma de la ley de memoria histórica
prometida por el Gobierno y que se plantea declarar la nulidad de los
tribunales de excepción franquistas y sus fallos y sentencias.
Cristina tiene 65 años y durante los últimos doce ha invertido tiempo y recursos en rescatar del olvido la figura de su abuelo.
Hace pocas semanas recibió de manos de la ministra de Justicia, Dolores
Delgado, la declaración de reparación y reconocimiento personal como
víctima del régimen franquista, pero no está satisfecha.
Su objetivo es que se anulen los dos consejos de guerra a los que fue sometido su abuelo por permanecer fiel a la legalidad republicana y dirigir durante la guerra el Hospital de Carabineros, levantado en pabellones de la Residencia de Estudiantes de Madrid.
Cristina
comenzó a investigar en su biografía tras la muerte de sus padres, al
encontrar en la casa familiar varias cajas con los archivos del abuelo.
En
ellas se guardaban documentos de identidad, títulos, cartas y "fichas
electrocardiográficas" de muchos de los más notables políticos e
intelectuales de la II República.
Luis
Calandre, nacido en Cartagena en 1890 en el seno de una familia
liberal, había logrado importar en 1917 uno de los primeros
electrocardiógrafos de cuerda; consiguió que un submarino alemán lo
trajera hasta Barcelona en plena primera guerra mundial.
Discípulo
de Santiago Ramón y Cajal, estudió Medicina en Madrid y se especializó
en el campo de la histología, becado en Berlín por la Junta de
Ampliación de Estudios (JAE).
A
su regreso fue nombrado director del Laboratorio de Anatomía
Microscópica de la Residencia de Estudiantes, fue cofundador de la
revista "Archivos de cardiología y hematología" y asumió diversos cargos
en instituciones médicas y organismos oficiales, involucrándose aún más
en la vida pública con el inicio de la II República.
La Guerra Civil marcó definitivamente su carrera, por el "delito" de haber dirigido desde 1937, como médico civil, el Hospital de Carabineros y haberse mantenido fiel públicamente a la República.
Pasó
por prisión, pero un primer consejo de guerra en marzo de 1940 lo
absolvió; no obstante, el Colegio de Médicos lo inhabilitó para ejercer
la profesión en Madrid y su provincia cinco años y en 1942 fue sometido a
otro consejo de guerra por un delito de "auxilio a la rebelión".
Fue condenado a doce años y un día,
pena que se conmutó a seis años y un día en libertad condicional, y a
partir de ese momento se dedicó en exclusiva a su consulta privada.
A
la espera de la reforma integral de la ley de la memoria histórica
prometida por el Ejecutivo, Cristina Calandre denuncia el incumplimiento
de la actual norma y pone como ejemplo la pervivencia en varias
ciudades de calles dedicadas al conde de Vallellano, aunque Córdoba ha
aprobado retirar su nombre de una de sus avenidas.
El
conde de Vallellano, presidente de la Cruz Roja en la zona franquista
durante la guerra y ministro de Obras Públicas durante la dictadura,
subraya Calandre, fue partícipe en la delación de su abuelo, que en 1933
había sido nombrado vicepresidente del Comité Central de la Cruz Roja.
Calandre,
que intentó sin éxito anular la condena a su abuelo en el Tribunal
Supremo, espera que, junto a la reparación moral, haya una reparación
jurídica, aunque no las tiene todas consigo.
"Todo
viene de muy lejos, muy torcido", señala mientras se lamenta del tiempo
perdido y la falta de memoria en las nuevas generaciones.
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