Reaparece Urkullu a la vuelta del verano encantado de haberse
conocido y de haber timado a sus temporales aliados políticos del PSOE o
del PP a los que para colmo da consejos pro soberanistas sobre el
desafío catalán que él pretende imitar, pero que se ande con cuidado
porque se va a equivocar.
El lehendakari vasco Iñigo Urkullu no es de fiar, como lo demostró el
pasado 1 de junio cuando votó a favor de la moción de censura de Pedro
Sánchez a sólo unas horas de que el PNV le aprobara en el Congreso de
los Diputados los Presupuestos de 2018 a Mariano Rajoy.
Semejante traición y voltereta después de haber cobrado por
adelantado la mejora del ‘Cupo’ y de recibir toda clase de regalos del
PP fue un obsceno comportamiento político.
Y lo nunca visto en el País Vasco donde todos los dirigentes y
gobernantes del PNV, de Garaicoechea a Arzalluz o de Ibarretxe a Imaz,
han sido siempre políticos de palabra que cumplieron y bien todos sus
compromisos suscritos con el Estado y los distintos gobiernos de Madrid.
Pero Urkullu no es de fiar y es un traidor. Y un día se mete en la
cama de Rajoy, a pesar de la corrupción del PP, y le birla la cartera
por la noche y al día siguiente se lanza de cabeza a la cama de Sánchez
también para pasar el cazo y así recibir en dinero o en especies su
noche de apasionado amor.
Y después de todo esto y de llamar ‘presos políticos’ a los golpistas
del 27-O en Cataluña le pide al Gobierno de Sánchez que los ponga en
libertad para que se fuguen todos cómo Puigdemont con el argumento de
que ello rebajaría en Cataluña la tensión.
Menudo personaje es el tal Urkullu que, siguiendo el modelo catalán,
ya está perfilando un nuevo e innecesario Estatuto Vasco con
autodeterminación de por medio, que esperemos que no vea la luz como
tampoco la vio en su día el Plan Ibarretxe.
Ahora bien si Urkullu sigue saltando de cama en cama y colocando en
un altar a Puigdemont se va a equivocar y mucho. Y acabará llevando a la
ruina al País Vasco (y en muy poco tiempo) como en la ruina está
Cataluña y sin visos de recuperación porque se siguen marchando empresas
y porque los analistas y los inversores descartan a corto o medio plazo
la normalización de la política catalana.
De manera que se ande con cuidado el lehendakari porque el PIB del
País Vasco se puede reducir a la mitad en un abrir y cerrar de ojos y
entonces ni siquiera el ‘Cupo’ les servirá para pagar los costes de la
autonomía y para gobernar.
(*) Periodista
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