martes, 28 de agosto de 2018

Cara y cruz de Franco / Guillermo Herrera *

En este puñetero mundo nada es lo que parece. El bien y el mal, la luz y las tinieblas, los claros y los oscuros están tan entrelazados que a veces da gana de vomitar. Personas odiosas te hacen grandes favores y te dejan desarmado, y personas a las que amas te traicionan y te apuñalan por la espalda, como si fueran tus peores enemigos. Es como una bacanal caníbal.

Dictadores asquerosos hacen cosas buenas y demócratas maravillosos te la meten por detrás. Antes el blanco era blanco y el negro era negro, pero ahora todos los gatos son pardos. No hay quien lo entienda. ¡Que paren el mundo que me bajo! Parece que Dios juega a confundirnos para ponernos a prueba. ¡Con razón lo llaman la Matrix!

Los españoles somos muy brutos cuando nos peleamos, porque nuestro símbolo es el centauro Quirón de Sagitario, mitad hombre y mitad animal, o el toro bravo de Tauro. Voy a decir una barbaridad: A mi lo que me pide el cuerpo no es sacar el cadáver de Franco, sino volar el Valle de los Ángeles Caídos o Valle de los Demonios, como símbolo de una dictadura, pero por encima de mi instinto animal está un valor superior que es el bien de España, es decir, la paz, la concordia y la solidaridad entre todos los españoles. Yo nunca haría nada que dividiera y enfrentara a los españoles.

No basta una mayoría simple para tomar una decisión de tal calibre, sino que debería existir unanimidad. En caso contrario se produciría una fractura social difícil de reparar, y ya tenemos demasiadas divisiones entre nosotros. Lo mejor sería dejar las cosas como están, no echar más leña al fuego, ni provocar más polémicas, que ya tenemos demasiadas. No hay ningún valor por encima de la armonía, la concordia nacional y la justicia social. Lo dice un hombre de paz y bien.

“YA NO ES COMO ANTES”
Las comparaciones son odiosas, pero inevitables a veces. “¡Ya no es como antes!” como decía el anuncio de los viejos. Antes teníamos más capacidad adquisitiva con la peseta que ahora con el euro. Antes era más fácil encontrar trabajo y vivienda para poder casarse y tener una familia. Antes los trabajadores teníamos más derechos que ahora. Antes no había tantos delitos y agresiones como ahora. Antes había más seguridad ciudadana que ahora. Antes España estaba menos endeudada que ahora. Antes no había tanta corrupción política como ahora. Antes teníamos empresas públicas, como Telefónica, cuyos precios nos beneficiaban a todos. Antes teníamos altos hornos y ahora no. Y así la lista de agravios comparativos sería casi infinita. Nos vendieron la moto en la transición.

Es una triste verdad que Franco tuvo un comienzo sangriento, oscuro y genocida, pero también es verdad que su régimen hizo muchas cosas buenas de las que ahora carecemos. Y lo dice alguien que siempre se ha mantenido en la neutralidad política, pero, como dice el Evangelio, “por sus obras los conoceréis”.

Es un crimen fusilar a un soldado que se rinde, o fusilar a la gente sólo por su ideología, sin tener delitos de sangre, como hizo Franco después de la guerra civil. Dicen que se tomaba un café mientras firmaba sentencias de muerte sin inmutarse. Hubo seguidores que quisieron compararlo con Jesucristo, y hasta canonizarlo, pero nunca fue un santo sino un guerrero con pocos escrúpulos.

Hay quien lo compara con Hitler, porque también Hitler sacó a Alemania de la crisis y consiguió un desarrollo fabuloso de su país, pero se metió en camisa de once varas cuando empezó a perseguir a los judíos y a invadir territorios ajenos. La diferencia es que Hitler dejó una Alemania en ruinas, y Franco dejó una España desarrollada. Tuvo la prudencia de no meterse en la segunda guerra mundial, de aliarse con la democracia americana y de ir abriendo España poco a poco al turismo y a la modernidad. Fue más inteligente y astuto que Hitler y Musolini.

Yo no quiero ofender a los franquistas ni a los antifranquistas, porque todos son mis hermanos, y hasta mi propia familia, sino invitar a reflexionar que ni el malo fue tan malo, ni el bueno es tan bueno. Que nada es lo que parece y todo es un en engaño. Que nadie va a borrar los crímenes que se cometieron, pero que también creamos entre todos una España nueva y bien avenida, con su integridad territorial, que ahora quieren fracturar los que siembran el odio y la división, marionetas de intereses internacionales que odian a España. ¿A ver si ahora va a resultar que lo de la famosa “conspiración judeomasónica” era verdad?
 
 
(*) Periodista

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