Hay que rendirse a la
evidencia, amigas, Teodoro García Egea, el secretario general del
Partido Popular, tiene razón cuando advierte que nos estamos acercando
"a los planteamientos de una dictadura". Las pruebas se acumulan de
manera incontestable. La democracia bien entendida, la democracia a la
española, se halla bajo una terrible amenaza: el ejecutivo de Pedro
Sánchez y sus aliados supremacistas, nacionalistas, populistas,
golpistas y todas las palabras feas terminadas en "istas" que se les
ocurran.
Si no me creen, miren donde se halla la
primera línea en defensa de la democracia a la española: en Catalunya.
Allí, en la batalla entre los demócratas que defienden que en los
espacios públicos solo se puede poner, hacer o decir aquello que ellos
decidan, correspondiéndoles a ellos el derecho de retirar cuanto
consideren ofensivo, y los autoritarios que defienden que es
precisamente en los espacios públicos donde debe garantizarse la
libertad de expresión para que constituya efectivamente un derecho y
solo a la autoridad corresponde remover o impedir legítimamente las
expresiones contrarias a la legalidad, van ganado claramente los
autoritarios.
Ahí tienen, por ejemplo, el conmovedor testimonio de Arcadi Espada quien,
en un delicioso artículo, nos cuenta de manera estremecedora cómo, tras
una elegante cena regada con chardonnay argentino y una erudita
disertación sobre las ventajas de comer atún matado a palos o con
arpón, la policía local le identifica
junto a sus acompañantes por haberse detenido en una rotonda a pintar
con espray rojo un lazo amarillo, al que vieron profundamente
antidemocrático, pero demasiado pesado para remover.
Al heroico Arcadi Espada le llama la atención que la policía de
L'Ametlla de Mar les siga y les pare para multarles por una infracción
de tráfico o les identifiquen por pintarrajear en un espacio público;
algo que claramente solo hacen las policías políticas, nunca las
policías normales.
Únicamente la debilidad del gobierno de Pedro Sánchez
puede explicar que la policía dé el alto para poner una multa de
tráfico, o te identifique por ejercer un derecho democrático tan básico
como remover o pintarrajear cuanto no te guste en la vía pública. Así
empiezan todos los fascismos, negando que democracia es lo que digan
Arcadi Espada y sus amigos después de cenar.
Pero no
solo en Catalunya está bajo asedio la democracia a la española. Otro
ejemplo desgarrador lo encontramos en la mismísima capital del reino, en
el sufrimiento y el padecimiento que este gobierno despótico está
infligiendo a la familia Franco, convertida ya en símbolo de cuanto
puede pasarle a nuestras propias familias si no paramos ya la amenaza de
este poder tiránico.
Con el torticero instrumento del decreto ley, se
pretende privar a la familia Franco del inalienable derecho básico y
fundamental a tener enterrado a su pariente en el monumento público que
él mismo mandó a construir, que para eso era el generalísmo.
En su autoritarismo enloquecido Pedro Sánchez va a entregar los restos a
la familia para que le entierren en un nicho que se paguen ellos, como
hacemos todos los demás; no en uno sufragado y mantenido por todos los
españoles. No se me ocurre mayor agravio a la democracia a la española.
Con lo bonito y democrático que era garantizar a los Franco el derecho a
que su pariente siga enterrado con honores en el Valle de los Caídos,
mientras se le niega a miles de familias el derecho a buscar y enterrar
como merecen a sus muertos ametrallados en las cunetas.
(*) Periodista y profesor
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