lunes, 6 de agosto de 2018

Apología del Ermitaño / Guillermo Herrera *

Todas las tradiciones espirituales de la humanidad han respetado y venerado a los ermitaños, e incluso se ha considerado beneficioso para la comunidad el que haya personas dedicadas a buscarse a sí mismas y a rezar por el bien del mundo.

La receta universal de todas las tradiciones es soledad, oración, ayuno, silencio y meditación. Los hindúes llaman ‘Mouna’ a este proceso. Su significado es “silencio interior”, y hace referencia a un estado de comprensión profunda en la que el sujeto alcanza un conocimiento del sí mismo, oculto tras capas de condicionamientos, fantasías, miedos, deseos y creencias de todo tipo. Yo no recomiendo a nadie disciplinas extremas hoy en día, sino desconexión y descanso del bullicio social y digital.

Sin embargo, actualmente se han invertido los valores, y se mira con sospecha y desconfianza a la persona que vive en soledad, como si fuera un maleante o incluso un terrorista como el famoso ‘unabomber’. Tanto es así que palabra ermitaño se usa en sentido peyorativo, como sinónimo de antisocial, solitario, misántropo o loco, entre otros muchos calificativos negativos, e incluso se le diagnostica alguna enfermedad mental, porque no se le considera una persona ‘normal’. Ignoran que distanciarse de una sociedad enferma supone recuperar la salud.

Todo esto se debe a que mucha gente han perdido la capacidad de ser feliz consigo misma y disfrutar de la música del silencio, o de la sinfonía de los sonidos de la naturaleza. No soportan la soledad y quieren que todo el mundo sea igual que ellos. Por el contrario, una persona en soledad puede entrar en contacto con su propio Ser para alcanzar la iluminación, que es el ideal supremo de toda realización humana.

DESCONEXIÓN TELEFÓNICA
En el mundo postmoderno se verifica una variante. En este caso, no se produce una fuga geográfica del mundo, sino un aislamiento respecto del estilo o de la forma de vida que el mundo presenta. Se trata de un eremitismo en medio del mundo, impregnado por rasgos de soledad, oración y trabajo. Es un vivir en el mundo sin ser del mundo ni dejarse contaminar por la sociedad.

También se reivindica actualmente el derecho a la desconexión telefónica, fuera del horario de trabajo, con el fin de reducir el estrés. Se trata de un paso más hacia una declaración de independencia tecnológica, ya impulsada mediante la promulgación del derecho al olvido en Internet.

Pero al mismo tiempo, y sin que nos demos cuenta, las redes sociales extienden silenciosamente una cadena que se infiltra bajo nuestra piel: imponen la obligación de estar permanentemente ahí, conectados, disponibles. Es lo que varios filósofos y sociólogos llaman “la coacción de la comunicación.”

El ‘smartphone’ no sólo se convierte en un eficaz aparato de vigilancia, sino también en un confesionario móvil. Facebook es nuestra iglesia mundial. La ‘hipercomunicación’ digital destruye el silencio que necesita el alma para reflexionar y para ser ella misma.

Como recordaba Umberto Eco en uno de sus ensayos, vivimos en una época en la que el bien principal es la visibilidad: “Porque el ser humano necesita la mirada del otro para saber quién es, y cuanto más le ama y le admira el otro, más se reconoce.”

PRISIÓN DIGITAL
La desconexión así se ve más como un error del sistema, como algo negativo, como un problema. El estar conectado dejó de ser una decisión personal para convertirse en un mandato producto de una presión social. Y el que no cumple, se vuelve un renegado, un marginado, alguien ‘peligroso’ porque no puede ser rastreado, un ermitaño.

Este aprisionamiento produce miedo irracional a olvidarse del móvil, aumento de trastornos de adicción a Internet, síndrome de la vibración fantasma, irritabilidad, alteraciones del sueño, obesidad, narcisismo y exhibicionismo digital, y fatiga de la conexión. 

En nuestra sociedad no hay espacio para el aburrimiento, para la contemplación. La tecnología es nuestra nueva droga y estamos digitalmente borrachos y sin conciencia. La presión cultural para chequear constantemente los mensajes y mantenernos al día con las noticias a menudo nos abruma y frustra, sin dejarnos tiempo para respirar.

Este malestar impulsa movimientos de dexintoxicación digital. Desde 2.010, miles de personas en todo el mundo se comprometen con el "Sabbath Manifesto" es decir, apagar el móvil y el ordenador durante 24 horas, y conectarnos con nuestros seres queridos, salir al aire libre y disfrutar del silencio, en sintonía con el llamado Día de la Abstinencia Digital del “slow movement” o movimiento lento. El derecho a la privacidad es el derecho a estar solo, a no ser molestado.

SOCIEDAD ENFERMA
No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma” dijo Jiddu Krishnamurti. El uso del término “sociedad enferma” fue propuesto y utilizado por el famoso psicólogo y psicoanalista de origen alemán Erick Fromm, quien empleo dicho término en su libro “The Sane Society” (titulado en español Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”), publicado en el año 1.955, que sigue vigente hoy en día.

Por otro lado libro, del dominicano José Aníbal Cruz García “Crisis y decadencia de una sociedad enferma” habla de “una sociedad dada donde lo material se convierte en una obsesión desmedida, donde el tener se convierte en un pensamiento alienante, donde el tener vale más que el ser, pensar que tanto tienes, tanto vales, donde el egoísmo, la envidia, la discriminación y la competencia hacia otros destruyen los sentimientos de solidaridad humana.

- Una sociedad donde se rinde culto a la belleza física, utilizando el alcohol y las drogas en forma excesiva para manejar la ansiedad existencial creada por las demandas de competencia y de consumo, en que la violencia, la delincuencia, las drogas, el sicariato, el irrespeto y el desorden institucional abarcan todos los renglones del estado.

- Una sociedad donde se violan las leyes, donde el dinero y la corrupción se vuelven pasión universal, abandonando los buenos modales, el cultivo de la intelectualidad y el crecimiento espiritual.”

BUDISMO
La práctica del eremitismo también se encuentra presente en la historia del hinduismo, el budismo, el sufismo y el taoísmo. Por eso el budismo moderno le sigue dando mucho valor e importancia a retirarse en soledad.

Uno de los fundamentos principales del budismo es tomar conciencia del sufrimiento, hasta liberarse completamente de éste, en la realización del nirvana. Para conseguir esta realización se destacan prácticas como el desapego y la meditación.

En la práctica diaria, sin embargo, el budismo propugna el camino del medio entre los extremos de la indulgencia sensual y la automortificación.

TAROT
La figura del ermitaño en el Tarot es de un anciano andando, de cabello blanco, que lleva un manto, una lámpara que ilumina los pasos y un bastón de siete nudos para apoyarse, como el de Moisés. El cabello blanco simboliza conocimiento y sabiduría, el bastón indica alguien para mostrarnos el camino y los siete nudos representan los siete días de la semana y de la creación, y la lámpara representa el conocimiento y la iluminación divina. Asimismo, en la figura no se observa los pies, y representa poco movimiento de sitio, o que camina en un plano espiritual y no terrenal.

La carta del ermitaño aconseja reflexionar antes de actuar. La interpretación de esta carta es positiva cuando se trata de estudio, de progreso intelectual o espiritual, de lo contrario, no suele ser muy buena, ya que señala paciencia y reflexión. Asimismo, indica soledad ante un problema o circunstancia.

DEFINICIÓN CLÁSICA
Un ermitaño o eremita es una persona que elige profesar una vida solitaria y ascética, sin contacto permanente con la sociedad. El vocablo procede del latín eremīta, que a su vez deriva del griego ‘eremos’, que significa desierto. Es decir, que un eremita es un ermitaño y un anacoreta es un fraile o monje, porque ‘anacos’ significa monasterio en griego. Pero ambos términos se confunden constantemente.

En la vida eremítica el asceta, el ermitaño busca la soledad para la meditación, la contemplación y la oración, sin las distracciones de contacto con la sociedad humana, el sexo, o la necesidad de mantener otros modos de vida socialmente aceptables como la alimentación o la vestimenta.

Un ermitaño es un asceta que vive en la denominada ‘eschatiá’ por los griegos, espacio no civilizado más allá de la ciudad, que en el caso de Egipto, se identifica con el desierto, y en otros espacios naturales como las montañas sirias o las del centro de Italia. En sentido laxo, el término se extendió para significar a todo aquel que vive en soledad, apartado de los vínculos sociales.

En el cristianismo, la vida eremítica tiene por finalidad alcanzar una relación con Dios que se considera más perfecta. La vida del ermitaño está por lo general caracterizada por valores que incluyen el ascetismo, la penitencia, el alejamiento del mundo urbano y la ruptura con las preferencias de éste, el silencio, la oración, el trabajo y, en ocasiones, la itinerancia.

LOS PADRES DEL DESIERTO
Con la denominación Padres del desierto, Padres del yermo o Padres de la Tebaida se conoce, en el cristianismo, a los monjes, ermitaños y anacoretas que en el siglo IV, tras la paz de Constantino, abandonaron las ciudades del Imperio romano (y de otras regiones vecinas) para ir a vivir en la soledad de los desiertos de Siria y Egipto (famosa se hizo la Tebaida por tal fenómeno). Sus equivalentes femeninas son las Madres del desierto.

El primero, entre los más conocidos de tales eremitas, fue el egipcio Pablo el Ermitaño, que fue conocido gracias a Antonio Abad, también anacoreta. En Siria hubo otros, como Simeón el Estilita, que vivía sobre una columna, del que hizo una película Buñuel.

El ascetismo sirvió a los llamados padres del desierto para alcanzar, según sus creencias, una unión más perfecta con su Dios, alejándose de cualquier contacto con lo profano, por medio de una vida de privaciones, penitencia y oración.

Al ser el testimonio de una especie de fe cristiana radical, tuvieron numerosos discípulos durante toda la edad media, y sus dichos o aforismos de sabiduría fueron recopilados y traducidos a numerosos idiomas, originando de este modo un género literario.

Otra disciplina más extrema tuvo lugar en la edad media cuando existieron hombres y mujeres llamados ‘inclusos’ o ‘reclusos’ que, temporalmente o de por vida, se encerraban voluntariamente en una celda que hacían tapiar. Estas salas, carentes de puertas, poseían como único medio de acceso una ventana pequeña por la que entraba algo de luz. A través de esa apertura, la gente le hacía llegar alimento y bebida utilizando una polea. Una costumbre muy parecida tuvo lugar en el antiguo Tíbet. Hoy se sabe que el aislamiento sensorial provoca estados alterados de conciencia.

EL EJEMPLO DE FOUCAULD
En el siglo XX Carlos de Foucauld (1.858-1.916) constituye un caso emblemático. Habiendo sido un militar de vida disipada y un explorador de Marruecos, se convirtió al catolicismo y vivió como monje trapense, primero en Francia y luego en Siria. 

Más tarde abandonó la Trapa para llevar una vida eremítica aún más exigente en el desierto del Sahara argelino, aunque su espiritualidad incluyó numerosos rasgos de caridad hacia los más abandonados. Su figura, simbolizada en la célebre Oración de Abandono, constituye una renovación del eremitismo y de la llamada “espiritualidad del desierto” en pleno siglo XX.

Actualmente la Iglesia Católica reconoce la vida eremítica, en la cual los fieles, con un apartamiento más estricto del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo. En España y en distintos países de la América hispana existen hoy ermitaños y ermitañas consagrados a este ideal.

LAS TRES VÍAS: PURGATIVA, ILUMINATIVA Y UNITIVA
Vía purgativa.- La vía purgativa consiste en la purgación de la memoria, entendida como potencia del alma, para limpiarla de los apegos sensitivos que provienen del cuerpo. En palabras de San Juan de la Cruz, es la vía de la penitencia en donde el alma se libera de todos sus pecados.

Hay que perder el gusto por el apetito de las cosas. El apetito, como tal, no tiene por qué ser malo, pero sí lo es el apego o gusto que provoca en la memoria, porque le impide orientarse plenamente hacia Dios. La privación corporal y la oración son los principales medios purgativos.

Vía iluminativa.- La vía iluminativa comienza donde termina la anterior. El alma ya está limpia, y en un gran desamparo y angustia interior, sin el contacto de Dios. Es la noche oscura del alma. El demonio tienta entonces, y el alma debe soportar tentaciones de todo tipo, y seguir la luz de la fe confiando en ella sin engañarse, mediante una continua introspección en busca de Dios. También Buda sufrió fuertes tentaciones antes de iluminarse.

Pero ha de ser humilde, ya que si Dios no quiere, es imposible la unión mística, pues a Él corresponde la decisión. El alma debe dar lo que san Juan de la Cruz llamó “un ciego y oscuro salto” (de fe), del que sólo la puede salvar Dios mismo, si quiere. Por lo tanto el asceta se convierte en un mendigo de la gracia divina.

Vía unitiva.- La vía unitiva es el éxtasis místico: Dios se une a su criatura y le revela un conocimiento y un placer sin límites. Puede manifestarse con los llamados estigmas o llagas sagradas, las heridas que sufrió Cristo en la cruz, con fenómenos de levitación y bilocación (encontrarse en dos lugares al mismo tiempo como la Madre Ágreda) o con otros fenómenos místicos. Pero no se puede explicar con palabras, porque se trata de una experiencia inefable.

Meditación original de Abandono, del Beato Carlos de Foucauld:
Padre mío, me pongo en vuestras manos; Padre mío, me confío a vos; Padre mío, me abandono a vos; Padre mío, haced de mí lo que os plazca; sea lo que sea lo que hagáis de mí, os lo agradezco; gracias por todo; estoy dispuesto a todo; lo acepto todo; os doy gracias por todo, con tal que vuestra voluntad se haga en mí, Dios mío; con tal que vuestra voluntad se haga en todas vuestras criaturas, en todos vuestros hijos, en todos aquellos a los que ama vuestro corazón, no deseo nada más, Dios mío; pongo mi alma en vuestras manos; os la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque os amo, y para mí es una necesidad de amor el darme, ponerme en vuestras manos sin medida; yo me pongo en vuestras manos con infinita confianza, porque vos sois mi Padre.”



(*) Periodista

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