lunes, 25 de junio de 2018

El Valhalla franquista / Ramón Cotarelo *

Sigue sin estar claro si el gobierno se atreverá a exhumar a Franco y llevarlo a otro lugar. Los ministros discrepan, azorados. Tocar el Valhalla de la dictadura es mucho atreverse. Y verse en la obligación de hacer algo con este horror moral y estético debe de producir escalofríos. Aparte del recelo mítico está la cuestión de los muertos. En Occidente se ha perdido la tradición del culto a los difuntos que, sin embargo, forma parte de sus raíces culturales.
 
 En la antigüedad los muertos debían ser honrados y enterrados, so pena de que vagaran por el Hades eternamente. Los romanos los propiciaban bajo la forma de los dioses manes. Algo de esto queda. No al extremo de que se hagan libaciones en honor a los difuntos, pero sí lo suficiente para que nadie admita como justa una situación en que hay decenas de miles de muertos que no están enterrados dónde y cómo debieran.

El franquismo es doblemente deudor a los españoles: una vez por los caídos sepultados en la basílica sin permiso de nadie y otra por los asesinados y enterrados de cualquier forma en cunetas o fosas anónimas. Eso es también lo que hay que decidir, aparte de llevarse los restos del genocida a cualquier otro lugar. Y no se apuren por el emplazamiento: no hay riesgo de que se convierta en lugar de peregrinación.

Las bandas franquistas habituales se han hecho oír por varios medios, protestando muy indignadas y amenazando de muerte a quienes osen tocar un hueso de su caudillo. Forma parte del espectáculo y no hay que prestar mayor atención. Al fin y al cabo, hasta los beneficiarios directos de la dictadura admiten que esa mole ridícula, ese monumento a la tiranía nacional-católica, carece de sentido. Con Franco, por cierto, debe irse la cruz, que es un atentado a la naturaleza, al paisaje, al skyline, que dicen los viajados. 

Sin duda, sacar a Franco de su tumba tiene un gran valor simbólico, aunque muy tardío. Pero tal cosa es el inicio de una actividad más amplia: hay que ilegalizar la Fundación Nacional Francisco Franco y cualesquiera otras asociaciones y organizaciones cuyo objeto sea embellecer la memoria del genocida. La activación de la Ley de la Memoria Histórica, esa que el franquista M. Rajoy dejó de aplicar, debe acelerarse y ampliarse a todos los aspectos de reparación y justicia postransicional que han estado abandonadas.

Pero, sobre todo, hay que proceder en el campo práctico. El Estado debe vigilar las bandas franquistas de todo pelaje en sus actuaciones, casi todas ellas concentradas en Catalunya; investigar si cuentan con ayuda directa o indirecta de organismos del Estado o en ellas participan miembros de las fuerzas de seguridad del Estado o militares, como en el caso de La manada. El gobierno tiene que poner coto a la impunidad franquista en las calles.

Es a los franquistas a quienes hay que aplicar ese código penal que Sánchez quería reformar para perseguir a los independentistas. Con los franquistas lo tiene más fácil. No es preciso reformar el código penal. 

Basta con aplicarlo.
 
 
¿A que se entiende el título? 

La flamante nueva directora de El País, Soledad Gallego-Díaz, en compañía de Carlos E. Cué, ha entrevistado al no menos flamante presidente, Pedro Sánchez. Casi una ceremonia iniciática para ambas. El antaño vilipendiado Sánchez ritorna vincitore y la casa lo acoge previa limpieza interna de gérmenes del pasado. Quizá una nueva época dorada para el gobierno y el diario. Suerte a los dos.

La entrevista arranca con pistoletazo de salida catalán. ¡Ah! Catalunya triomfant! ¿Qué quieren ustedes? Catalunya manda. Rajoy no cayó por corrupto, incompetente o reaccionario, aunque debiera. Cayó por los indepes catalanes. Y Sánchez está en donde está por la misma razón. Lógico que se arranque hablando de lo que más le importa (aunque lo disimule) y que lo haga con este repentino ánimo conciliador, tranquilizante con la repentina voluntad de entendimiento político que ha invadido al nacionalismo español. 
 
Sánchez está dispuesto a hablar de todo. Sin olvidar que ese "todo" excluye el procés. Nada de referéndum ni autodeterminación. Pero, de todo lo demás puede hablarse. 

¿Un avance frente al cierre de M. Rajoy? Ni avance ni retroceso. Punto igualmente muerto. Ese todo son las cuarenta y seis propuestas presentadas por Puigdemont a Rajoy en febrero de 2017 . Rajoy excluía una, la del referéndum. Igual que Sánchez. 45 propuestas negociables. Una, no. A continuación, Sánchez desgrana una serie de intenciones, juicios, propósitos y hasta profecías  con distintas formas de contacto con la realidad.

Propugna fórmulas que debe de considerar audaces y prometedoras como reunir la Comisión Bilateral Generalitat-Estado, un órgano estatutario en un marco autonómico que la Generalitat rechaza expresamente. Revisar financiación, infraestructuras, etc.,los 45 puntos de Puigdemont con el vagaroso añadido de un cambio a medio plazo de lo que llama el pacto constitucional porque ya ni de reforma de la Constitución osa hablar. 

El soufflé se desinfla solo con el vaticinio del presidente de que el "problema" catalán no se resolverá en un año, ni en dos, ni en cinco. Habla hasta de un decenio. Qué entiende Sánchez por "resolver" no necesita aclaración. Que no sepa cuándo lo conseguirá, incluso si lo conseguirá en su mandato, demuestra su fracaso como político, su carencia de proyecto.

Los tiempos del nacionalismo español no son los del independentismo. Tampoco los del nacionalismo español de más izquierda que el PSOE, UP. La propuesta de celebrar un referéndum pactado con el Estado fija su realización en el próximo milenio. 

El tiempo independentista, es muy distinto. El republicanismo plantea un reto aquí y ahora a la jefatura del Estado que es un reto de un órgano del Estado (la Generalitat) al propio Estado y en su forma simbólica más importante. Si el gobierno acepta esta situación, por mor de la "tregua" de Iceta, resultará que el Jefe del Estado solo podrá pisar territorio catalán como ciudadano privado. 

La normalidad que el gobierno aspira a establecer (y que se nota en la entrevista pues el periódico llama "políticos presos" a los "presos políticos") es imposible mientras haya rehenes políticos del Estado en la cárcel y en el exilio. Sánchez no sabe con exactitud qué va a decir a Torra el próximo día 9. Torra sí sabe lo que dirá a Sánchez. La distancia es abismal. Sánchez cree impensable que la Generalitat no acuda al Consejo de Política Fiscal. Torra cree impensable lo contrario.

Hay de hecho una situación de poder dual que el gobierno se obstina en ignorar para no verse obligado a reprimir. Su insistencia en "desjudicializar" el problema y tratarlo políticamente traduce su miedo a verse obligado a seguir los pasos de M. Rajoy, enviando al nuevo govern a la cárcel. Aquí ya no le valdría ni el argumento del maltratador, que empleó con el 155. 

La dualidad de poderes corresponde a la existencia de dos países distintos. Un ejemplo: ayer se celebró en Vallecas un referéndum sobre monarquía o República, a imitación del primero que se hizo en Catalunya sobre independencia sí o no en Arenys de Munt, en 2009. 
 
Mientras que en este pueblo hubo una participación de un 41%, con un 94% (más o menos) de síes, en Vallecas ha habido una participación del 4,8% con un 4,3% a favor de la República, equivalente a un 90% del voto depositado. 
 
Hay dos puntos en esta consulta dignos de resaltarse: uno es que no ha gozado, que yo sepa, de apoyo de los partidos de izquierda; el otro que cabe esperar una difusión de la idea y quizá otros referéndums en otros municipios; pero es una débil esperanza.  

Catalunya es republicana; España, no. 

 
La idea es de Miquel Iceta, quien pide aprovechar los juegos olímpicos del Mediterráneo para declarar una tregua olímpica. Se aprecia la buena intención de este político tan polifacético. Solo que la figura parece desmesurada y fuera de lugar. La tregua olímpica original era verdadera: se suspendían las frecuentes y continuas hostilidades para garantizar la seguridad de los atletas. Actualmente, dadas las circunstancias, la tregua olímpica es meramente simbólica. El mundo está en perpetua guerra. No así en España, es de suponer. 
 
Pedir la tregua es reconocer que hay una guerra, lo cual es falso. Hay un conflicto político. Para convertirlo en guerra es necesario que ambas partes estén armadas, si no paritaria, asimétricamente. No es el caso de Catalunya. Por tanto no puede haber tregua en donde no hay guerra. En los juegos del Mediterráneo falta la guerra; como falta el corredor del Mediterráneo, una de las facetas del conflicto.

No obstante, se entiende, la idea es lograr un cese de hostilidades incruentas para posibilitar el paso a la segunda parte de la tregua olímpica clásica: negociaciones, acuerdos, pactos. Tampoco es mala ocurrencia, pero igualmente inoportuna. Cualquier negociación precisa tranquilidad, seguridad, normalidad. Es imposible aceptar como normal una situación con presos y exiliados políticos. Su liberación y exoneración es un requisito de cualquier negociación y, mientras se decide, su inmediato traslado cerca de sus familias. 

Parte del nacionalismo español parece dispuesto a explorar vías de entendimiento con los indepes. El gobierno, escasamente, la verdad. La tregua de Iceta no tiene contenido y, en el contencioso simbólico entre la Generalitat y la Corona, la ministra Celaá, ha expresado el apoyo del gobierno al Monarca. En su opinión los desaires a la Corona lo son en realidad a la Generalitat que demuestra no representar a todos los catalanes. Sin duda, ministra, pero a menos catalanes representa el rey y a muchísimos menos su gobierno de usted.

Podemos piensa exponer al lunes al MHP sus planes para conseguir una España plurinacional en la que Catalunya se sienta a gusto. Es una base razonable de negociación, sobre todo si viene acompañada de la aceptación de un referéndum pactado de autodeterminación, como parece ser. Es una base razonable e inteligente. No hay otra salida. 
 
Sin embargo, el plan de la plurinacionalidad y referéndum a quien tiene que convencer no es a los indepes, sino a los demás partidos nacionales españoles, PP, PSOE, C's. Tarea hercúlea cuya imposibilidad es el punto débil de la propuesta de los morados y por lo que es poco probable que ascienda en votos a costa de los otros extremos, el unionista y el independentista. El suyo seguirá siendo el voto de la ambigüedad

El conflicto político no admite treguas ni conoce descanso. Todo lo que se haga institucionalmente en España y Catalunya llevará la huella del enfrentamiento. Y a extremos duros. Torra anuncia que la Generalitat rompe relaciones con la Corona y enciende una nueva crisis constitucional porque, aunque sea simbólica, es muy representativa. Desde un punto de vista de teología constitucional, es un sacrilegio. 

Pero está en la calle. El estadio se encontraba medio vacío y hubo abucheos y pitidos para repartir. Predominaban las banderas rojigualdas, prueba de que, probablemente, así como los indepes optaron por boicotear el acto, los tabarnianos hicieron acto de presencia. Si el apoyo de la dinastía en Catalunya es Tabarnia, la corte puede trasladarse a un plató de televisión en un programa magazine de la mañana. 

El independentismo tiene dos agravios recientes frente al Estado, los dos abundantemente expuestos,  los dos ignorados, uno, el de los presos políticos, ignorado por el gobierno y el otro, las disculpas por el discurso del tres de octubre, ignorado por el rey. 

El problema no es que las partes sean capaces de articular propuestas de convivencia alternativas a la actual, incluida la independencia, por supuesto. El problema es que esas propuestas ganen en un referéndum.
 
 
Querida Carme:

Agradezco mucho a Vila Web que me permita entrar en contacto con vosotras, las presas y presos políticos. Aunque os tenga continuamente presentes, no basta con el pensamiento; y aunque también aprovecho todas las ocasiones para hacer realidad el pensar, la oportunidad de escribir una carta personalizada es de las que se agradecen especialmente. Sobre todo, si es una carta a una de vosotras, las mujeres presas, y a ti, a quien tengo el orgullo de conocer personalmente.

Así pues y ante todo, salud, Carme.

Recuerdo que una de las veces en que intercambiamos impresiones estaba también presente la inolvidable Muriel Casals que, de no ser por aquel accidente, hoy estaría haciéndoos compañía en Alcalá-Meco. Eran jornadas intensas, agotadoras, en mitad de un proceso que estaba encarrilándose a toda velocidad. Quienes encabezabais las organizaciones sociales, tan decisivas en la articulación del movimiento independentista, no dabais abasto y por eso, robaros unos minutos de charla era un privilegio. 
 
Y yo lo aprovechaba pues tenía interés en conocer de primera mano cómo se aplicaba en la práctica aquella idea que ambos compartíamos con millones de gentes más. Cómo la idea se hacía acción. Cómo la teoría se convertía en un poder material cuando encarnaba en las masas, como decía Marx. Tú eras independentista; yo, no. Ahora, sí. Me fui haciendo por el camino, y una de las referentes eras tú

La primera vez que te vi fue en unas noticias de alguna televisión; quiero decir que te vi y te identifiqué. Acababas una alocución diciendo “President, posi les urnes!” y yo pensé “esta mujer está haciendo historia”. Esa expresión debiera ser el lema del procés. El president estuvo a la altura, puso las urnas y las masas convirtieron la idea de la independencia en un poder material. 
 
Entre tanto tú, que eras presidenta del Parlament, representabas la legitimidad de la acción de un govern que estableció una hoja de ruta de dieciocho meses, para llevar a Catalunya de la autonomía a la pre-independencia y que cumplió estrictamente. En aquel año y medio actuaste con singular acierto, dignificando la magistratura, haciendo de pararrayos de las cóleras de la oposición y simbolizando la imagen de una República que, a partir del 1º O pasaba a realizarse. Y de eso también te encargaste tú.

Estuve presente en el pleno del Parlament del 27 de octubre y lo seguí atentamente, vi con qué firmeza conducías una sesión que todos intuían histórica, aunque todos trataban de disimularlo. La procesión y el peán de la victoria iban por dentro. Seguí la votación y escuché los resultados. Estuve a punto de escribirte un panegírico como Marianne republicana. Nunca lo he hecho porque pienso que uno de tus rasgos es tu seriedad, tu gravedad y lo profundo de tus convicciones, que no precisan hipérboles.

La respuesta del Estado, ciega y violenta, no ha conseguido aplastar el movimiento independentista. Antes al contrario, lo ha consolidado, profundizado, ampliado. Vosotros, las y los presos tenéis una doble función que se funde en una. Sois las rehenes del Estado español y, por eso mismo, el objetivo inmediato del independentismo. Las dos en una, pues sois el símbolo de la revolución catalana y tú, si me lo permites, especialmente relevante, pues representas el Parlament, esto es, el depositario de la soberanía del pueblo catalán.

Quienes hayan diseñado la política de represión son unos incompetentes porque ignoran la fuerza de cohesión que tiene la lucha por una causa noble. Todo el mundo, aquí y fuera de aquí contempla hoy cómo esa incompetencia –mezclada de crueldad, hay que decirlo- ha acabado consiguiendo lo contrario de lo que se proponía. El plan originario era muy claro, era el plan de los halcones del 155: un golpe contundente que desbaratara todos los equilibrios y las instituciones, suspensión de hecho de la Generalitat, encarcelamiento y exilio de sus representantes. 
 
Nuevas elecciones de inmediato, de las que se esperaba un resultado que validara la corrección de aquellas medidas autoritarias y represivas. Aplicando las “enseñanzas” del País Vasco: si encarcelas (o “descabezas”, en expresión de la vicepresidenta Sáez de Santamaría) a los dirigentes independentistas, si das un escarmiento, hay algunas protestas al principio pero, luego, la vida cotidiana manda, la normalidad se impone y de los presos ya no se acuerda nadie. Se acaba aceptando la situación. Se obedece al mando.

Justo al revés. El resultado de las elecciones fue el contrario al que esperaban, razón por la cual decidieron no respetarlo. Pero, además, es visible, patente para todo el mundo que los y las presas y las y los exiliados son motivo de movilización permanente a lo largo y a lo ancho de Catalunya. En todas partes se realiza todo tipo de actos en defensa de vuestra liberación y se toman las más diversas iniciativas. Tenéis el cariño y el apoyo de un pueblo entero que no solo no os olvida sino que se cuida de vosotras, piensa en vosotras y se preocupa por atenderos en cuanto necesitéis. 
 
Este fracaso de los represores es especialmente llamativo: no entienden que la relación mutua de apoyo entre la gente y vosotras no es solamente política sino también humana, cultural, popular. Al proceder contra vosotras como personas individuales, además de vuestra faceta política, tenéis la familiar. La gente se preocupa y se trasmite noticias sobre vuestros estados de ánimo.

Si querían sembrar la indiferencia, han incrementado la cercanía y el afecto. La gente canta, baila, reza, come, hace concursos y excursiones pensando en vosotras. Sois un faro que guía las esperanzas de un pueblo y las concreta en vuestras personas, no de forma abstracta o mística sino humana y de proximidad. Estáis en el centro del debate político y social. El lazo amarillo se ha convertido en un símbolo de resistencia pacífica de un pueblo. Es un gran mensaje: no hay liberación colectiva si no hay liberación personal.

Al no conseguir aplastar el independentismo, esa respuesta violenta, represiva, no puede perpetuarse. Y el gobierno que apostó todo a esa carta y se encontró con semejante respuesta tuvo que irse. Verdad es que no se fue por sí mismo sino que lo echaron las otras fuerzas políticas. Pero solo el hecho de ponerse estas de acuerdo en algo (Rajoy, no) era suficientemente milagroso. La cuestión que se abre ahora mismo es el talante, las intenciones del nuevo gobierno en condiciones de todos conocidas, esto es, 85 diputados y menos de dos años de mandato efectivo. Los inicios son malos tirando a pésimos. 
 
Parece haber un sector de “dialogantes”, animado por el presidente, que ofrece negociar en el horizonte de una reforma de la Constitución en sentido federal. Y un sector de “beligerantes”, también apoyados por el presidente, partidarios de no dialogar ni negociar nada y de aplicar la Constitución como si fuera la purga de Benito o el bálsamo de Fierabrás.

Las diferencias son ligeras y ambos sectores coinciden en no cuestionar el enfoque ni las medidas adoptadas hasta la fecha por el bloque nacional del 155 a pesar de que, probado queda, han sido un fracaso tremendo, que causa más destrozo, mayor sufrimiento sin sentido alguno. Pretenden mantener como normal una situación en la que hay presos políticos, causas generales, represión constante. Es literalmente absurdo querer pasar por Estado de derecho una situación de excepcionalidad con presas y exiliadas políticas.

De chocar esta actitud, como chocará, con la resistencia catalana, es poco probable que el gobierno cambie de actitud y se avenga a un diálogo que no sea una imposición de antemano. Poco probable porque teme una repercusión negativa en su electorado español cuando falta poco tiempo hasta las próximas elecciones. Si no hay cambios, deberá prepararse para una situación de poder dual de hecho en España, entre esta y Catalunya. 
 
Como el Estado no puede admitir la dualidad de poder, hará como que la ignora mientras pueda. Llegará un momento en que no pueda y tendrá que convocar elecciones. En esas elecciones el independentismo tendrá que tomar una decisión entre las dos opciones que se le abren de participar o no en las elecciones parlamentarias de un país del que se considera independiente. Se abren muchas posibilidades pero es un debate que deberá quedar para el caso de que la circunstancia se dé. La sola posibilidad de incluiros en una lista única de país a las generales del Estado español es un buen argumento en favor de la opción de participar en ellas.

Entre tanto, con respecto a la política de represión, todos admiten hoy, incluso lo desean, que se trate de un paréntesis. Al margen de las peripecias que, sin duda, se vivirán, en algún momento ese paréntesis se cerrará. El Estado no tiene salida alguna para Catalunya que no sea la negociación de un referéndum, a la que se ha negado siempre, contra toda razón y justicia. Y contra la voluntad expresa de la mayoría de las catalanas, expresada en cuatro ocasiones a nivel nacional y en muchas otras más a nivel local. 
 
Cuatro ocasiones nacionales, 2014, 2015, 2017 (octubre y diciembre) que han dado mayoría política y moral al independentismo. El Estado no tiene base para negarse a un referéndum vinculante con mediación internacional. No hay otra. Catalunya no puede volver al Estado autonómico y el Estado no puede impedir el arraigo de los instituciones republicanas salvo intensificando la violencia y no parece que haya lugar.

Ese referéndum no podrá celebrarse teniéndoos encarceladas.

Vuestra liberación es el empeño de todo un pueblo que la identifica con la suya propia como pueblo.


(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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