La política tiene mucho de teatro. Los
sistemas democráticos se basan en la representación en sentido político.
Unos mandatarios representan a unos mandantes. Pero esa representación
incorpora un elemento de espectáculo teatral: las cosas se representan,
se fingen.
Algo de esto hay en la reunión entre Sánchez e Iglesias,
hecha pública en el momento de su celebración y como reunión secreta; una reunión secreta de la que se conocía medio de concertación, fecha, hora, lugar, agenda y modus operandi.
Mucho más de lo que se conoce de la mayoría de las reuniones públicas.
Cosa lógica. No era una reunión para tratar contenidos sino una reunión
para que se supiera que los participantes se reúnen.
Lo
cual está muy bien, por cierto. Que las dos fuerzas de la izquierda
coordinen y hasta unan sus políticas es lo menos que cabe exigirles. Y
poner en práctica sin desvíos y excusas sus acuerdos. En España puede
haber un gobierno de izquierda de verdad si Podemos corrige la
derechización del PSOE y el PSOE el radicalismo de Podemos. Puede salir
una historia de éxito, como el de Portugal.
En
próximas fechas, es de esperar, se verá un calendario progresista en
España. Queda mucho por hacer hasta devolver el país a un estado de
dignidad que perdió a manos PP que, por cierto, anda también
representando un papel de teatro en el sentido de jugar a ser una
oposición parlamentaria, como si, en lugar de una asociación de
malhechores, fuera un partido político.
Produce hilaridad escuchar a sus
diputados pedir dimisiones en el gobierno y aledaños por cosas
insignificantes cuando hablan en nombre de 800 imputados, no sé cuantos
procesados, cuántos condenados y cuántos fallecidos misteriosos.
Pero
ese mucho que queda por hacer y ojalá se haga pronto (derogación de la
Ley mordaza, de la reforma laboral, nueva regulación favorable de las
jubilaciones, etc) no parece tocar para nada el asunto político más
grave del Estado español, el de Catalunya en el que dicho Estado se
juega su supervivencia.
Al respecto, la reunión no solo ha sido
públicamente secreta sino también muda en cuanto a contenidos. Como
siempre cuando los españoles hablan de España, Catalunya no aparece
porque, en el fondo, saben que no es España. Cuando aparece es porque se
plantea la necesidad de que España haga entrar en vereda a la colonia
díscola.
De
momento tenemos un PSOE con una visión de Catalunya idéntica a la del
PP y añorante del 155. Será bueno saber qué aportará aquí a la alianza
Podemos, cuál sea su propuesta para Catalunya y cómo se relacionará con
ella. Por si acaso se retrasan, como es muy posible, van cuatro
preguntas de cuya respuesta (si la hay) dependerá el juicio que su
propósito merezca entre los indepes, empezando por Palinuro:
1ª)
¿Respetan el derecho de autodeterminación de los catalanes en vía
unilateral si no hay otra? (Algunos dirán que aunque la haya, pero ya se
sabe que Palinuro es conservador)
2ª) ¿Reconocen la declaración de la República catalana independiente?
3ª) ¿Reconocen que en España hay presos y exiliados políticos?
4ª) ¿Están dipuestos a negociar con la Generalitat sin poner como condición previa la liberación de los presos políticos?
La
respuesta teórica del PSOE será de tres noes y un sí y la de Podemos,
tres síes y no. En principio. Ningún punto de coincidencia. Se explica
por qué la pública secreta reunión es muda respecto a Catalunya. No
saben qué hacer. No tienen ni idea. El PSOE no sabe qué es la República
catalana, aunque su historia y raíz sean republicanas y Podemos no sabe
qué es la revolución catalana, aunque dice tener una visión
revolucionaria.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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