Dos observaciones inmediatas sugiere la carta de 100 académicos con Chomsky a la cabeza exigiendo la libertad de los presos políticos catalanes:
a) No hay una sola firma ni universidad españolas ni catalana; b) Los
medios la han ocultado salvo alguna desmayada noticia como la de diario.es. Cada cual saque sus conclusiones.
El
silencio de los intelectuales españoles y catalanes y de la izquierda
española en general sobre el proceso de fascistización de España es
impresionante. Que nadie proteste por la injusticia de los presos
políticos y el atropello de los derechos de todo tipo en Catalunya hace
augurar lo peor: no hay dique a la oleada de represión que se avecina.
El dique está fuera. Es el impacto en la opinión pública mundial de
hechos como esta carta.
El
bloque del 155 reaccionará del modo habitual. Pondrá en duda la
autoridad intelectual de Chomsky y se burlará de los cien académicos.
Modelo: si ellos tienen ONU, nosotros tenemos DOS, ya ensayado con éxito en tiempos anteriores y más obscuros. Los
menos nacionalcatólicos y más de espíritu falangista tronarán contra la
intolerable injerencia en los asuntos internos patrios. Y los
demócratas moderados del no-nacionalismo español ilustrado se
quejarán de que Chomsky y otros científicos despistados se dejen
manipular por los de siempre contra un Estado democrático de derecho
como España, plenamente homologable con las democracias circunvecinas.
Todos
ven, hasta quienes lo ocultan, el impacto de este pronunciamiento de un
centenar de académicos de múltiples universidades encabezados por
Chomsky. Cometerían un grave error los independentistas si no
aprovecharan la circunstancia y la proclividad del maestro para
invitarle a presidir un Comité de Apoyo a Cataluña, versión europea del
Tribunal Russell. La disposición, como se ve, existe; solo sería
cuestión de articularla para dar a la causa independentista un apoyo más
permanente que una esporádica carta.
El
aparato del régimen responderá esgrimiendo el fantasma de la leyenda
negra. Y los adversarios le recordarán que aquella leyenda se nutrió
fundamentalmente de relatos y testimonios españoles. Como hoy. Los
intelectuales, ahora sí, se sentirán heridos en su esencia patria por
entender que la arrogancia de los occidentales los lleva a tratar a
España como una país de tercera o de cuarta, cosa intolerable.
Intromisión dictada por la soberbia en un Estado de derecho homologable,
etc.
Un
Estado de derecho con presos políticos, por razones de conciencia
encarcelados por unos jueces que tratan de inventarse unos delitos y ni
eso pueden.
Estaría bien que arrancara una "Comisión Chomsky".
Estaría bien que arrancara una "Comisión Chomsky".
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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